El nombramiento de Lionel Scaloni (Pujato, 1978) como entrenador argentino fue un movimiento desesperado, un simple remedio para ir tirando. La Asociación del Fútbol Argentino (AFA), siempre envuelta en escándalos, no encontraba la manera de enderezar el rumbo de una selección que llevaba casi tres ... décadas sin conseguir un título. Messi, que brillaba con el Barcelona, parecía agostarse con la camiseta albiceleste e incluso coqueteaba con la idea de no volver más. Estaba harto de amarguras, sospechas y conspiraciones. Tras el Mundial de Rusia, cuando Argentina cayó eliminada en octavos, la AFA decidió recurrir a Lionel Scaloni, que había sido ayudante de Sampaoli y dirigía el combinado sub-20. Era un arreglo provisional. Dio la impresión de que los dirigentes argentinos ya no sabían qué hacer.
Publicidad
Lo recibieron de uñas. Periodistas, exjugadores y entrenadores se echaron las manos a la cabeza y lo criticaron por no tener cualificación ni pedigrí. En su primera rueda de prensa, le llegaron a preguntar si era verdad que tenía el carné de entrenador. Visiblemente molesto, pero con paciencia franciscana, explicó que se había sacado el título en España, con otros antiguos futbolistas profesionales que habían jugado en la Liga. Scaloni fue durante nueve temporadas una pieza clave del Superdépor y también militó en el Racing de Santander y en el Mallorca.
El verbo calmado y didáctico del nuevo seleccionador no atemperó los reproches, que rebasaron la frontera del insulto. Óscar Ruggeri, campeón del mundo en 1986, se quejaba de que no hubiese «un proyecto serio» y Diego Maradona, cuyo currículum como entrenador cabe en una hojita, se permitió atizarle sin misericordia: «Scaloni es un buen chico, pero no vale ni para dirigir el tráfico. El problema es que un día se crea técnico y quiera ir a un Mundial. Puede ir al Mundial de motociclismo, si quiere, pero al de fútbol no». A Maradona le daba rabia que la selección argentina cayera en manos «de un pibe» y no del Tata Martino, que acababa de ser nombrado director técnico de México.
Lionel Scaloni tragó quina y no entró al trapo. Desde que se sentó en un banquillo tan caliente se ha conducido con discreción y austeridad. No se mete en polémicas estériles, no decide entre Menotti y Bilardo, no va atizando el fuego con bidones de gasolina. Tomó como ayudantes a tres figuras recientes del fútbol argentino, Walter Samuel, Pablo Aimar y Fabián Ayala, y acometió una profunda renovación del equipo. A Messi lo convenció para volver con la ayuda de Aimar, que había sido el gran ídolo de Leo cuando era pequeño. Hablaron por videoconferencia y Scaloni le explicó que primero quería consolidar un grupo con muchos jugadores jóvenes, más entusiastas que egoístas, para luego ponerlo a su servicio. Messi aceptó.
La nueva selección argentina de Scaloni fue quemando etapas, aunque le costó desprenderse de ese incómodo cartel de entrenador interino. Cada partido se convertía en un juicio sumarísimo para el técnico. Seis amistosos después, se había ganado el respeto de los jugadores y el parabién de los dirigentes, que decidieron confirmarlo como técnico principal para la Copa América 2019. Cayeron en semifinales, pero ofrecieron buena imagen, de manera que le prorrogaron el contrato hasta la Copa América 2020. Entonces empezó el recital.
Publicidad
Argentina ganó el título sudamericano y acabó con una sequía que se prolongaba 28 años. Además, alzó el trofeo en Maracaná y ante Brasil, la selección anfitriona, lo que siempre supone un plus de regocijo para los aficionados argentinos. Con su victoria frente a Italia en Wembley, en la llamada 'Finalissima', la tropa de Scaloni enlazaba 36 partidos invicta. Ya nadie dudaba de él, ya nadie le reprochaba su escasa preparación, ya nadie le preguntaba si tenía el título de entrenador.
Este domingo Lionel Scaloni podría unir su nombre a los de Menotti y Bilardo, los dos técnicos campeones del mundo con Argentina. Scaloni no tiene la verbosidad filosófica de Menotti ni la salvaje brusquedad de Bilardo. Mide sus palabras y prefiere que no le apunten los focos. Con su carácter sobrio, ha conseguido pacificar el ambiente de la selección y está extrayendo las mejores virtudes de sus futbolistas. Quizá no sea el mejor plantel del Mundial, pero tiene a Messi y los otros diez jugadores salen al campo con el alma en combustión, movidos por una fe rayana en el fanatismo. Ese ha sido también mérito de Scaloni, que ha sabido construir un bloque solidario, abnegado, infatigable y esperanzado.
Publicidad
Casado con una mallorquina, padre de dos hijos y residente habitual en la isla balear, Lionel Scaloni ha demostrado que, aunque tal vez no esté preparado para dirigir el tráfico, sí que sabe manejar el banquillo de la selección argentina. Algo mucho más difícil. Algo que Maradona no supo hacer.
¡Oferta 136 Aniversario!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.