Llevan camino 'le bleus' de empezar a ser conocidos como 'l' intraitable' (los intratables) por su cruda eficacia. En realidad, sólo les queda un paso -el domingo en la final- para ganarse ese apelativo y pasar a la historia como la primera selección que gana ... dos mundiales consecutivos desde que lo hiciera Brasil en Chile hace ya sesenta años. Francia hizo este miércoles los deberes contra la aguerrida Marruecos, que vendió muy cara su piel y apretó de lo lindo a su rival en largos tramos de la segunda parte. En el descuento, de hecho, no marcó de milagro. Sin embargo, el equipo de Regragui, la gran revelación del Mundial, se fue a casa con un 2-0.
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Es lo que tiene la potencia nuclear de los franceses, una selección con un extraordinario excedente de futbolistas variados y con clase. Basta con comprobar la nula incidencia que, al menos hasta ahora, ha tenido la ausencia en Qatar por lesión de Benzemá, Pogba, Kanté, Lucas Hernández, Kimpembe y Nkunku. Lo que para muchos otros equipos hubiera sido una catástrofe, para Francia no ha llegado a suponer ni un leve resfriado.
Va a ser muy interesante lo que ocurra contra Argentina. Lo digo porque hasta ahora da la impresión -seguramente falsa, pero cierta- de que a la tropa de Deschamps ningún partido se le puede torcer hasta llevarle a la derrota. Es como si tuviera soluciones en todos, incluidos aquéllos en los que el rival le supera en el juego y necesita echar mano de la suerte del campeón o de la inspiración personal de alguna de sus estrellas, como sucedió ante Inglaterra. Frente a Marruecos tuvo que sufrir. El empate, de hecho, llegó a ser una posibilidad factible. Pues bien, lo hizo sin ningún reparo; al contrario, con un convencimiento feroz que representó como nadie Antoine Griezmann, imperial de nuevo. A mi juicio, el mejor futbolista de este Mundial.
El gran reto este miércoles para el equipo de Deschamps era superar un muro hasta ahora inexpugnable, es decir, lograr lo que no pudieron hacer selecciones con tanto talento como España y Portugal. Lo hizo a los cinco minutos, en su primera jugada de ataque. Todo comenzó con un gran pase de Varane a Griezmann, al que siguió un disparo de Mbappé y un rebote que salió alto y cayó en las botas de Theo Hernández , impecable en su chilena delante de Bono. Así se las gastan los campeones del mundo, que hicieron un partido denso, laborioso y comprometido, feo en bastantes tramos. Seguramente, el partido que requería el rival exultante que tenía enfrente y el árbitro mexicano que lo dirigió, de una permisividad asombrosa en algunas faltas muy duras de los marroquíes.
Podríamos decir que Francia jugó un partido muy a su estilo porque es el suyo un fútbol ecléctico donde cabe todo: dejarse dominar, tener la posesión, ser rácano o espléndido, los balones largos y los cortos, presionar más arriba o más abajo, dormir el juego o avivarlo de repente, defenderse con el balón o hacerlo panza arriba, aculada en su área... Frente a determinados fundamentalismos, Deschamps, amparado en unos futbolistas extraordinarios, viene a proponer un nuevo tipo de Ilustración basado en la más fría racionalidad. No enamora a nadie, nadie recordará su fútbol con nostalgia, pero convence a casi todos porque su oficio es máximo y su eficacia, indiscutible.
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De hecho, sin estar inspirados y, en muchos casos apretados por los marroquíes, liderados este miércoles por un gran Ounahi, Francia pudo incluso sentenciar el partido en la primera parte en dos ocasiones claras de Giroud. No lo hizo y en la reanudación le tocó bajar a la zanja. Marruecos iba a cuchillo. Amrabat volvía a ser ese futbolista de una actividad tan frenética que parece ubicuo, hasta el punto de que, en los momentos de mayor sugestión, uno llega a preguntarse si sería capaz de lanzar un córner y llegar a rematarlo. Bufal y Achraf hacían daño por la derecha. Tuvieron cerca el 1-1, pero llegó el 2-0, obra de Kolo Muani en el primer balón que tocó. Son cosas que pasan contra la campeona del mundo.
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