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Al final de la rueda de prensa de la selección iraní, que este viernes se enfrenta a Gales en Doha, el entrenador del equipo persa, Carlos Queiroz, abordó a una periodista de la BBC que minutos antes había preguntado a uno de sus jugadores, el ... delantero del Oporto Mehdi Taremi, por las protestas que se viven en Teherán. En el pasillo, y ante una nube de cámaras y micrófonos, Queiroz le reprochó algo que ya había deslizado minutos antes en la tribuna. Criticaba el técnico que a otros entrenadores y a otros jugadores de la Copa del Mundo no se les preguntara por asuntos políticos que estuvieran pasando en sus respectivos países.
Pese al tono suave del técnico portugués y a sus habituales maneras caballerosas, se respira una tensión crispada en la selección de Irán. Una tensión que va mucho más allá del sonoro 6-2 que encajó frente a Inglaterra. La decisión de no cantar la letra del himno nacional en su partido inaugural ha despertado una admiración muy extendida por su valentía, pero también ha colocado a la selección iraní a las puertas de un peligroso enigma. Nadie sabe qué consecuencias les puede acarrear.
No fue el único momento de tensión durante la rueda de prensa, en la que se vivieron algunos instantes insólitos. Un periodista iraní criticó a la «prensa occidental» por preguntar cosas que nada tienen que ver con el fútbol y otro le pidió a Queiroz que contara lo bonito que es el país, pero en este caso el técnico portugués defendió el derecho de los informadores a formular las preguntas que creyeran convenientes.
«Es la libertad de expresión. Ellos tienen el derecho de preguntar lo que consideren oportuno y nosotros, el de responder lo que consideremos oportuno», señaló. Ni Queiroz ni Taremi consideraron oportuno meterse en más líos. El entrenador portugués recordó que la máxima «del presidente» –por Gianni Infantino, el máximo dirigente de la FIFA– era no mezclar ambos asuntos y a eso se aplicaron los dos intervinientes. «Nosotros hemos venido aquí a jugar al fútbol –resumió Taremi–, como todos los futbolistas que estamos en Qatar».
Pero en Irán se está avivando un fuego que tal vez sea ya algo más que un conato de incendio. La muerte, hace dos meses, de una joven de 22 años, Masha Amini, detenida por la policía de la moral por llevar el velo mal puesto ha desencadenado una espiral de protestas que la feroz represión no ha conseguido sino acrecentar. Las últimas noticias hablan de 15.000 detenidos y unos 400 muertos, incluidos algunos niños.
Aunque el escaparate de un Mundial de fútbol es difícilmente comparable, no es la primera vez que la selección iraní se pronuncia simbólicamente contra la represión. Dos semanas después de la muerte de Amini, en un partido contra Senegal disputado en Viena, los jugadores iraníes comparecieron en el campo con una chaqueta negra que les cubría el escudo y no se la despojaron mientras duró la ceremonia de presentación. Y semanas después, en un encuentro contra Nicaragua, celebrado a puerta vacía en Teherán, casi todos los jugadores que formaron el once titular decidieron no cantar el himno. Casi todos.
Resulta difícil saber hasta qué punto la selección iraní apoya de manera unánime las protestas. Algunos internacionales, como el delantero del Bayer Leverkusen Sardar Azmoun, han manifestado en varias ocasiones sus críticas por la represión, pese a las muy probables represalias. Otros futbolistas, como los jugadores del Persépolis Vahid Amiri y Mehdi Torabi, parecen más temerosos o más respetuosos con los ayatolás, aunque Amiri envió hace unos días sus «condolencias» a las familias de las víctimas.
Muchos de los jóvenes que protestan miran con recelo a la selección porque unos días antes de viajar a Qatar, el pasado 11 de noviembre, técnicos y futbolistas acudieron a rendir pleitesía al presidente del país, Ebrahim Raisi, que posó tan ufano con la camiseta número 12.
Aunque Queiroz se empeñe en distinguir quirúrgicamente fútbol y política, a ambos los une una línea muy evidente. Las mujeres iraníes no pudieron asistir a un partido de la liga local hasta hace apenas tres meses. Tuvieron que entrar por una puerta especial y ocuparon un sitio separado de los hombres. En septiembre de 2019, una joven de 29 años, Sahar Khodayari, se inmoló delante del tribunal que la juzgaba por entrar al estadio ilegalmente, disfrazada de hombre.
En su partido frente a Gales, este viernes a las 11 de la mañana en el estadio Ahmad bin Alí, todos los focos apuntarán al once titular de la selección de Irán mientras por los altavoces suena el himno. No se trata de una vieja canción persa. Lo compusieron en 1990 tras la muerte del ayatolá Jomeini. Es una melodía corta cuyos últimos versos dicen: «Imperecedera, continúa, eterna/ la República Islámica de Irán»»
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