A uno siempre le han llamado la atención los ricos. No sospechen en esta declaración un ápice de envidia y menos aún un propósito revolucionario. Hablo desde un punto de vista estrictamente antropológico, científico incluso, muy National Geographic. Resulta fascinante ver su comportamiento, sus comidas, ... sus rituales de apareamiento, sus costumbres cotidianas. Forman los millonarios una especie aparte, una curiosa evolución del homo sapiens que Darwin no alcanzó a ver.
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Cerca de nuestro hotel hay una bajera sin muchas pretensiones. Es un solar modesto, que lo mismo podría servir para una peluquería que para un taller mecánico. Sin embargo, han puesto una tienda de automóviles. He contado los que había en el escaparate. Siete: dos Bentley, un Rolls Royce, dos Lamborghini, un Porsche y un Mercedes todoterreno. Yo me quedo mirándolos como quien contempla platillos volantes, pensando, con una lamentable mentalidad de pobre, para qué demonios querrá alguien un Lamborghini en el desierto.
La respuesta puede estar en los estadios. En la vieja Europa las autoridades aparecen en los palcos casi mágicamente. Llegan ocultos en cochazos de cristales tintados, entran por el garaje, suben por ascensores privados y de pronto se materializan en los butacones. Aquí, en cambio, todo sucede a la vista. Hay en todos los campos una entrada VIP que se diría sacada de un cuentecito oriental, con sus bellas damas vestidas de gasas y velos, su paseíllo alfombrado, su puerta iluminada con bombillitas y hasta unas lámparas de atrezzo de las que parece a punto de brotar un genio. En ocasiones incluso ponen un piano y alguien lo toca. Llegan los jeques vestidos de jeques, se bajan de unos todoterrenos imponentes, blanquísimos, y entran al estadio haciendo fotos, con esa admirable soltura que dan los petrodólares. En el estadio Al Bayt incluso han construido una autopista exclusiva que se eleva sobre las cabezas de la plebe para ingresar directamente en el palco. Tienen que sentirse el emir y sus invitados como si llegaran al campo en alfombra mágica. Yo los vi subir una vez, en el partido inaugural, y me pareció un espectáculo hipnótico, fascinante.
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