Cumplo en Qatar mi segundo Mundial como enviado especial con idéntico resultado que el primero. España, eliminada en octavos. A diferencia de Rusia, donde desde el principio ya se vio que aquello no chutaba, esta vez tenía otro pálpito. Imaginen qué ojo tengo, que ... diría Luis Enrique. En realidad, era una sensación marcada por lo que ya se vivió en la pasada Eurocopa. Por eso intuía un resultado similar. Había buen rollo en el equipo y un convencimiento absoluto en la idea del entrenador más allá de las críticas. Ni siquiera la derrota ante Japón rebajó mi ánimo. Lo anoté como un simple tropiezo en el épico camino que yo vislumbraba hasta, al menos, las semifinales. Mi optimismo llegaba hasta ahí.
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En el Education City taché mi sexto y último estadio de la lista (me quedo sin conocer Al Janoub y el Ahmed Bin Ali). No es el más pintón, pero sí uno de los más cómodos. Y la afición marroquí lo convirtió en una olla a presión en donde no se paró de animar ni un solo segundo.
Enfrascado en la tensión del partido, con varias versiones a medio hacer en un documento de texto, se pierde perspectiva. Hay demasiadas ideas sobrevolando la cabeza y poco tiempo para pensar. La derrota nos dejó un poco sonados a todos. El ambiente de funeral de la zona de prensa contrastaba con el jolgorio que llegaba del exterior del estadio.
Esperando a Luis Enrique en la sala de conferencias pude ordenar un poco la mente y sacar mis conclusiones. Entendí la defensa que hizo de los jugadores, pero no la de su propio planteamiento del partido. No vale de nada decir que España no mereció la derrota ni que Bono estuvo soberbio en los penaltis. La cuestión es si se debía haber llegado a ellos. Francia, Brasil o Portugal no han tenido ese dilema. Su fútbol ha sido superior. Para España ha sido un mal campeonato y punto. Como en el resto de derrotas recientes no ha habido la más mínima autocrítica, y eso da que pensar. El primer paso para solucionar un problema es admitir que lo tienes.
El Mundial se acaba para la selección, pero no para mí. Ahora empieza otro distinto. Cambia el foco. Toca seguir más de cerca a las ocho selecciones que aún permanecen en pie y centrarse en sus historias y en sus personajes. Valdrá la pena.
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