Fútbol

Qué bien sabe: la victoria vivida en Holanda

Hace 10 años: Cuando fuimos los mejores ·

De cómo ganar una final del Mundial en territorio enemigo. Ver a nuestra selección proclamarse campeona es emocionante en todos los lados; pero en Amsterdam, más

Iñaki García

Logroño

Sábado, 11 de julio 2020, 00:32

Y más cuando Holanda ayer sí que se vistió totalmente de naranja. Si el día anterior costaba ver a gente con la camiseta de la selección puesta, ayer ocurría todo lo contrario. Niños, ancianos, señoras, caballeros, en bicicletas, en coches? Los «oranjes» se dejaban notar ... por todos los rincones de Amsterdam. Y no sólo en el momento del partido.

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Desde primera hora de la mañana, el centro de Amsterdam ya cogió un tono totalmente anaranjado. Mareas de personas con las camisetas de Robben, Sneijder y compañía se movían por la ciudad en busca de matar el tiempo hasta que el árbitro decretara el principio del encuentro.

En medio de tanto holandés, aún se podían ver varios grupos de españoles que, con camisetas rojas y banderas en la mano, trataban de ganar la partida al resto de la ciudad. Un reto que no resultaba para nada sencillo, ya que en sólo 24 horas la ciudad había dado un cambio totalmente radical.

No faltaron, por desgracia para los oídos, las vuvuzelas, tampoco las bocinas de los coches sonando a tope ni los cánticos holandeses que, de vez en cuando, eran respondidos con fuerza y ganas con otros de «Yo soy español, español, español». Éramos una amplia minoría pero algo nos teníamos que hacer notar.

A la hora del encuentro, teníamos que tomar una decisión. Habíamos estado tanteando durante el día lugares en los que verlo acompañados de españoles. Teníamos que decidirnos por uno. Pues bien, elegimos el peor: Rembrandtplein.

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En teoría, ahí iba a haber compatriotas y una pantalla gigante donde seguir lo que hacían los de Del Bosque. Era cierto, pero en donde estaban los españoles apenas había sitio para sentarse y la pantalla gigante no funcionó. Algo curioso.

Porque todo el rato aparecía un mensaje, en holandés, que después nos enteramos que quería decir que la pantalla no se iba a poder encender. Pese a eso, cientos de holandeses permanecían delante de ella y nosotros con ellos hasta que, una vez iniciado el partido, tuvimos que buscar otra ubicación. Pero, ¿por qué no se han levantado antes?, me preguntó un amigo. Una cuestión de la que nunca sabremos su respuesta.

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La primera parte la seguimos a través de una pantalla pequeña situada dentro de un kebab. Nosotros, junto a otros muchos aficionados, desde la calle tratábamos de enterarnos de lo que ocurría.

En la segunda, decidimos cambiar de zona y, por suerte, encontramos un restaurante italiano en el que seguir, en pantalla gigante, el transcurso de lo que restaba de duelo. Las cosas mejoraban y los nervios aumentaban conforme los minutos pasaban.

Durante la prórroga no quedaban ya uñas. Todas las ocasiones, tanto españolas como holandesas, hacían saltar a la gente. Y con el gol de Iniesta, cuando ya no quedaban casi ni dedos, llegó la locura, el éxtasis para más de una decena de españoles que estábamos en el restaurante, mientras que los holandeses se iban conscientes de que poco tenían que hacer ya.

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Los puntos rojos nos habíamos comido al universo naranja. Gracias Iniesta por hacer realidad un sueño.

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