Secciones
Servicios
Destacamos
Genuino, sarcástico, cercano, expresivo, punzante y con ese acento guiri que siempre le adornó, Michael Robinson nos ha regalado un sinfín de anécdotas a lo largo de su carrera de futbolista y comentarista. En las duras y en las maduras. Inolvidable su reacción cuando en ... diciembre de 2018 le comunicaron que padecía un cáncer de piel incurable.
«Estoy jugando un partido y en estos instantes estoy perdiendo 2-0. Pero ojo, falta media hora y tengo a Messi quitándose el pantalón del chándal y va a entrar y jugar para mí. Esto lo voy a ganar seguro, porque Emiliano Calvo, mi oncólogo, es madridista, pero yo le he llamado Messi. Es el padre de la inmunoterapia, que está salvando vidas y, desde luego, va a salvar la mía». Ni en el peor de los momentos, Robinson perdió el optimismo: «Tengo una teoría, es algo filosófica: el cáncer, espero que más tarde que pronto, tiene una oportunidad: me puede matar una vez, pero no va a hacerlo todos los días».
Incluso cuando hace apenas una semana le dieron por muerto en las redes sociales, lo desminó con inusitada grandeza y su innata elegancia: «Sigo luchando. Muchas gracias a todos por vuestro interés y vuestras muestras de cariño. Veo que nunca caminaré solo, os escucho como en Anfield: 'You'll never walk alone'. Gracias de corazón y mucho ánimo en el confinamiento».
Robinson formó parte de un Liverpool legendario que ganó la Copa de Europa de 1984 a la Roma en el Olímpico de la capital italiana. Fue una final recordada por los bailes del portero Grobbelaar en la tanda de penaltis, pero hay otra intrahistoria descrita con maestría por Michael: «Lo que pasó es que pasamos aquella noche en Roma, y la Orejona es muy bonita y pesa y alguien tiene que cuidar de ella. Nos íbamos responsabilizado de la copa y cuando salimos del hotel le tocó al matrimonio Robinson. Estamos yendo a la sala de embarque y vi la marca que fumaba mi madre, cogí un cartón de tabaco y me fui al avión. Y cuando llegué al avión me dice Graeme Souness, el capitán: '¿Y la Copa?'. Y pegué el sprint más rápido que he pegado en mi vida. Imagina que llegas al aeropuerto de Liverpool y no hay nada que enseñarle a la peña...».
El Liverpool siempre fue un club con conciencia obrera y no podía permitir caprichos a los jugadores, ni siquiera al siempre elegante y coqueto Robinson: «En mi segundo entrenamiento, vi que la ropa del día anterior estaba igual de sucia. '¿Es que eres un pijo? La ropa sólo está limpia los lunes. Tú debes cuidarla', me dijo Moran, el segundo entrenador. Cuando ganamos la Copa de la Liga, mi primer título en el Liverpool, llené mi bota de champán. '¿Qué haces? ¿Con qué jugarás el próximo partido? Aquí jugamos para ganar y hemos cumplido», me advirtieron.
Michael Robinson fichó por Osasuna en invierno de la temporada 86-87, con el equipo en descenso. Y su aclimatación no fue muy rápida, algo confusa: «Busqué Osasuna en el mapa y no salía, yo pensaba que Osasuna era un lugar incluso entrenando con ellos. Sabía decir hola, adiós, cerveza... lo fundamental».
En un programa con Risto Mejide, Michael contó más anécdotas de su etapa en Osasuna: «Pedro Mari Zabalza me recibió, muy elegante, me dijo que era el director del hotel y me señaló con los dedos que a las once mañana a entrenar. A la mañana siguiente vino un compañero que sabía cinco palabras de inglés, me presentó a mis compañeros... y el preparador físico nos saca al campo. Y de repente veo al director del hotel en chándal y tocando el balón. Era también el entrenador del equipo».
«Volví de ese primer entrenamiento y me preguntó mi mujer que cómo lo veía», continuó Robinson en ese programa, con ese gracejo mitad británico, mitad andaluz, territorio que le ganó para siempre por su amor al Cádiz y su descanso en Marbella: «Descendemos seguro. Eso no lo salvaba ni Spiderman, no hacía falta que llegase un delantero del Liverpool. Y le dije ¿Qué tal Osasuna? y me respondió que 'Osasuna no existe, es el equipo de Pamplona'. Ah, ¡Hemingway!».
Julio Maldonado, 'Maldini', convivió con Robinson en Movistar Plus y recuerda que era una persona alegre ante la vida, capaz de animar a los demás incluso en sus peores momentos. Pero sufría con los viajes porque le obsesionaba perder el avión o el tren. «Lo pasaba muy mal hasta que no estábamos ya sentados, listos para partir», recuerda Maldini. Genial el mensaje que Michael le envió tras la reciente derrota en Champions de su Liverpool ante el Atlético, su paradójico partido final: «El último whatsapp que me contestó fue desde allí. Estoy que no sé que me pasa, estoy mal, hasta me parece que el Atlético ha ganado en Anfield». Horas después, asumió que el cáncer se había extendido en su cabeza. No había solución.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.