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En Sevilla, la afición principal de los béticos esta semana es acudir al trabajo, al bar o a dar un paseo por la calle, buscando de reojo a algún conocido o amigo que profesa la religión contraria, es decir, que es del Sevilla. Por el ... contrario, a algunos sevillistas se les ve escurriendo el bulto y tomando itinerarios alternativos para no ser vistos y tener que soportar las bromas. Algún que otro seguidor del equipo blanco ha dejado de coger el teléfono y los whatsapps satíricos no muestran el doble 'tick' azul desde hace días. Los memes, 'stickers' y mensajes burlescos son legión. En uno de ellos, Matías Prats pregunta «¿Tienes todavía los 15 puntos del carné?». Y, acto seguido, contesta: «Pues dáselos al Sevilla». En otro, un personaje de Barrio Sésamo explica la diferencia entre «arriba» y «abajo» con la situación que los dos equipos ocupan en la tabla clasificatoria.
Ni los más viejos del lugar recuerdan que Betis y Sevilla llegaran a un derbi tan distanciados no solo en la clasificación liguera, sino también en cuanto a las sensaciones y el clima que reina en cada club. El Betis, en puestos de Champions con 23 puntos, vive en euforia. El estadio se llena y cada partido en casa es una fiesta. Por el contrario, el Sevilla es antepenúltimo, con 10 puntos. El efecto Sampaoli se ha esfumado y la afición ya carga contra Monchi, que hasta ahora resultaba intocable. Cada partido es un nuevo funeral.
La afición vive los días previos al derbi con estados de ánimo opuestos. En cada lugar del universo futbolístico se experimentan los derbis de diferente manera. En ocasiones, la rivalidad deriva de desencuentros en la religión, la política, la economía o el estatus social. En Glasgow, los católicos se hacen del Celtic y los protestantes del Rangers. El Beitar de Jerusulén luce en su escudo la menorá, el candelabro judío, y sus hinchas se asocian al espectro más conservador. En 2018 el club anunció que añadiría la palabra 'Trump' a su nombre, en homenaje a quien había reconocido a Jerusalén como eterna capital de Israel. Son de alto riesgo los partidos contra el Hapoel Tel Aviv, el equipo de los trabajadores, que luce la hoz y el martillo en su escudo rojo.
Betis y Sevilla también simbolizaron durante mucho tiempo algo parecido a la lucha de clases. Hace un siglo, las crónicas firmadas por quien se hacía llamar 'Triquitraque' hablaban del «plebeyo Real Betis Balompié» y la «aristocrática Sociedad Sevilla F.C.». Las diferencias de clase se han limado en las últimas décadas, pero los de Nervión han seguido demostrando su poderío. En las últimas 19 temporadas, el Sevilla ha alcanzado puestos europeos en 18 ocasiones, mientras que el club del 'manque pierda' ha acostumbrado a que los suyos no hagan depender la alegría de los triunfos.
Sin embargo, los dos últimos años barruntaban un cambio que ha cuajado esta temporada: las tornas se han vuelto. Y ello ha dado pie a los béticos para vengarse de la manera que la cultura andaluza preceptúa en estos casos: con dardos ingeniosos. Es una costumbre antigua. A principios del siglo XVII, el vallisoletano Suárez de Figueroa aseguraba que los sevillanos eran de verbo fácil e imaginativo. Y antes aún, en el XVI, Diego Pérez de Mesa decía que lo que más gustaba a los andaluces eran las «cosas de mucho ingenio».
El oro de las Indias en la abigarrada Sevilla del Siglo de Oro atrajo a pícaros de todo pelaje. El esfuerzo y el trabajo no constituían herramientas para el ascenso social en una sociedad jerárquica. Así que, como se muestra en 'Guzmán de Alfarache' y otras obras, el ingenio y la agudeza eran los principales recursos para burlar al poder y las normas que siempre favorecían a los mismos. Aún hoy es lo que más se valora al sur de Despeñaperros. Si Joaquín sabe burlar la vigilancia del defensa con un regate, el aficionado bético tiene el deber de burlarse de su rival cuando la ocasión lo permite.
Claro que el destino es caprichoso y cualquier detalle puede desequilibrar la balanza en un derbi. Y entonces, si el Betis pierde el domingo, los que ahora chancean a sus adversarios tendrán que esconderse como cucarachas, si no quieren encarnar al día siguiente al burlador burlado. Por si acaso, me alegro de no tener clases el lunes. Aunque me daré un paseo por el campus si la suerte acompaña.
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