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El Real Madrid clausura un año sobresaliente en el que casi todo fueron buenas noticias para la institución que encabeza Florentino Pérez. Al robusto músculo económico que sigue exhibiendo el club de Chamartín, en contraposición con las estrecheces que acucian a varios de sus rivales ... históricos, vino a sumarse el renovado esplendor deportivo de una escuadra que agrandó sus vitrinas con cuatro nuevos trofeos: la Supercopa de España y la de Europa, la Liga y la Champions resultante de una cadena de remontadas que asombraron al orbe y engrandecieron la leyenda de un equipo indomable.
El 28 de mayo, en París, un gol de Vinicius a pase de Valverde y la superlativa actuación de un Courtois infranqueable pese al asedio del Liverpool pusieron el broche de oro a una epopeya que permanecerá en la memoria durante décadas. Porque la Decimocuarta, alzada en el Stade de France por Marcelo, fue la culminación de un épico periplo en el que el Real Madrid desafió las leyes de la lógica.
Acogotada por un PSG que fue superior en 150 minutos de una eliminatoria de octavos morbosa como pocas, intimidada por un Chelsea que renació de sus cenizas en la vuelta de cuartos de final para situar a los blancos a un paso del cadalso cuando en Chamartín ya daban por descontado el pase a semifinales y, sobre todo, colocada al borde de la extremaunción por un Manchester City descollante de pólvora y clase, la tropa de Carlo Ancelotti se revolvió una y otra vez contra su destino, dando ejemplo de resiliencia.
La personalidad de un grupo de veteranos con muchísima mili a sus espaldas, el desparpajo de una camada de jóvenes plagados de talento a la que no le tembló el pulso cuando le tocó citarse con la historia, la docta guía de un viejo zorro de los banquillos que supo adaptarse a los nuevos tiempos que imperan en el fútbol y el embrujo del Santiago Bernabéu, capaz de convertir el albor de una remontada en el epicentro de un seísmo de proporciones bíblicas, conformaron la pócima de una 'orejona' mágica que reafirmó al Real Madrid como referente en el Viejo Continente.
Una balsa de aceite
Apenas doce meses antes de esa final en Saint-Denis, la 'casa blanca' sufría las convulsiones derivadas de la traumática salida de Zinedine Zidane. Florentino Pérez acudió entonces a un consumado apagafuegos como Carlo Ancelotti. Y Carletto aplicó sus toneladas de experiencia para terminar convirtiendo la temporada 2021-2022 del Real Madrid en una balsa de aceite.
El italiano llegó con un mandato claro: asentar como vigas maestras del engranaje al puñado de promesas por las que venía apostando la directiva en los últimos años dentro de la estrategia trazada para luchar contra los clubes-estado. Dio carrete a Vinicius, Rodrygo o Valverde, cuyo crecimiento fue exponencial a la vera del técnico. Les aportó confianza, les transmitió sabios consejos y les asignó retos, individuales y colectivos, que superaron con creces. Al mismo tiempo, respetaba los galones de un grupo de pretorianos que tenía al triángulo de las Bermudas conformado por Casemiro, Modric y Kroos como eje. En definitiva, afianzó la transición entre dos generaciones de estrellas como clave del éxito.
Con Vinicius como espoleta, la figura de Benzema se agigantó aún más. El delantero lionés firmó un primer semestre de 2022 espectacular que se vio recompensado además con el Balón de Oro que recibió en octubre, cuando ya estaba en marcha un nuevo curso marcado por la disputa del Mundial de Qatar, parteaguas a nivel de clubes de una campaña en la que el camaleónico equipo de Ancelotti mantiene las señas de identidad, tras incrementar en verano su poderío físico con las incorporaciones de Rüdiger y Tchouaméni.
Primero de grupo en la Champions, el sorteo de octavos acordó un reto de altura para el Real Madrid con el Liverpool en octavos. En la Liga, los blancos libran un pulso a cara de perro con el Barça, renacido a partir de las palancas de Laporta. El futuro, lleno de minas, está por escribir y el fútbol es pródigo en ejemplos de conjuntos pletóricos que se desmoronaron de la noche a la mañana -fe de ello puede dar el propio Ancelotti, que vio cómo el Valencia segaba a vuelta de Navidades la racha de 22 victorias consecutivas que cosechó su Real Madrid en la campaña 2014-15 e iniciaba una caída que desembocó en el despido del preparador al término de aquel curso-, pero los merengues tienen motivos para comerse el turrón felices tras un año de bonanza.
Dice el proverbio que no hay felicidad completa. El encargado de impedir que en la 'casa blanca' alcanzasen este año el súmmum de la dicha fue Kylian Mbappé. El Real Madrid tenía todo listo para presentar a bombo y plantillo a quien desde hace años estaba llamado a ser el nuevo buque insignia de los blancos. Desde que se produjese el flechazo en 2017 con la explosión del diamante de Bondy en el Mónaco, los arrumacos entre ambas partes fueron constantes. Se prodigaron muestras de cariño, intercambiaron palabras seductoras, esbozaron el acuerdo prematrimonial y llevaron a cabo la pertinente pedida de mano. Pero, a un paso del altar, y tras casi un lustro de cortejo, el hechizo se rompió de modo abrupto. El amor abrió entonces paso al odio.
Florentino Pérez consideró una traición la decisión de Mbappé de renovar su contrato con el PSG. El presidente del Real Madrid nunca había apostado tan fuerte por un futbolista. Hasta tal punto llegaba su convicción en que el ferviente deseo del astro de vestir la elástica blanca vencería las presiones políticas que estaba recibiendo para seguir en París y le haría declinar la mareante oferta catarí que dejó de lado las prevenciones de otros tiempos y no consideró necesario redactar un preacuerdo que impidiese al galo echarse atrás a última hora, como en su día sí hizo con Luis Figo.
Una vez consumada la infidelidad en puertas de la final de la Champions frente al Liverpool, el Real Madrid comenzó a vociferar a través de su entorno mediático que su interés por Mbappé era asunto cerrado y que planificaría el futuro sin tener en cuenta al crack francés. La herida aún sangra, pero es posible que el culebrón no haya escrito aún su último capítulo. El Mundial de Qatar ha revalorizado aún más al atacante francés, que en 2024 podría abandonar el PSG como agente libre sin cumplir el tercer año opcional que acordó con la entidad que encabeza Nasser Al-Khelaïfi. Para entonces tendrá 25 años y quizás ambas partes opten por darse una segunda oportunidad. Cosas más raras se han visto en la industria del fútbol.
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