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258 días y 36 partidos después, el Real Madrid volvió a conocer el amargo sabor de la derrota en una aciaga noche en Lille. El tropiezo de los blancos, a los que les faltó intensidad, ideas y hambre frente a un rival que les ... superó en casi todos los parámetros del duelo, enciende las alarmas en torno a un equipo que no acaba de encontrar el fútbol que le llevó a reinar el pasado año en la Liga y en la Champions. Las inquietantes señales que venían detectándose desde que la campaña alzase el telón se vieron refrendadas con una pobre actuación en tierras francesas que expone las carencias que presenta el conjunto de Carlo Ancelotti en este deslucido inicio de temporada, especialmente la inconsistencia de un centro del campo que sufre a la hora de armar el juego.
La retirada de Toni Kroos pilló con el paso cambiado al Real Madrid, que venía diseñando en los últimos años una sala de máquinas pletórica de músculo pero a la que le falta un metrónomo que marque los tiempos. En ausencia del alemán, lo más parecido que tiene Carletto en plantilla es un Modric ya entrado en años que ve dosificada su participación mientras Tchouaméni, Camavinga, Valverde y Bellingham copan el protagonismo.
La idea del transalpino, al que no se le escapa la imposibilidad de que cualquiera de ellos emule la dirección cartesiana que caracterizaba los años en los que Kroos manejaba la batuta, pasa por verticalizar el juego, lo que a su vez debería servir para potenciar las cualidades de atacantes como Mbappé, Vinicius o Rodrygo que resultan letales a la carrera. Sin embargo, este Real Madrid naciente está incurriendo en un juego plano, lento y precipitado que suscita preocupación ante la falta de un plan alternativo. Sin viga maestra, no hay Real Madrid que se sostenga.
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Pese al gran inicio de temporada que ha protagonizado Valverde, hasta la fecha el mejor de su equipo de largo, y al despliegue que ofrece siempre Bellingham, menos brillante en ataque que el curso anterior pero que no regatea ni un solo esfuerzo a la hora de ofrecer soluciones a sus compañeros, el motor del Real Madrid no carbura.
En el foco está especialmente Tchouaméni, hasta ahora fallido sucesor de Casemiro que no ha logrado justificar los 80 millones de euros más 20 en variables que el Real Madrid pagó hace más de dos años al Mónaco para hacerse con sus servicios, pero también Camavinga, más vistoso que su compatriota pero que sigue incurriendo en pecados de juventud y fallos de concentración como el que le costó un penalti a su equipo el miércoles ante el Lille. El de Cabinda tiene un potencial innegable y el Real Madrid necesita que el '6' dé un paso al frente cuanto antes, pero la capacidad para batir líneas en conducción, que es su principal punto fuerte, coincide con el gran argumento a la hora de mover al equipo que ofrecen tanto Valverde como Bellingham.
Es difícil pensar que Ancelotti vaya a renunciar a esos cuatro medios en las citas de tronío porque tanta exuberancia física resulta una tentación muy seductora en un fútbol en el que prima cada vez más el músculo, pero solo Modric parece capaz de aportar la pausa tantas veces necesaria para desbrozar el camino frente a defensas cerradas. El croata fue el mejor futbolista de su equipo en el derbi disputado el pasado domingo en el Metropolitano, como resaltó el propio Ancelotti, y los problemas en la construcción que presentan los blancos pueden invitar a otorgar un papel creciente al balcánico en busca de esa pócima necesaria para que fluya el fútbol del Real Madrid. Pese a sus 39 años, ha sido titular en tres de los cuatro últimos partidos de Liga y el miércoles dirigió en Lille el arreón final encontrando espacios que hasta entonces ninguno de sus compañeros había atisbado.
Con todo, no conviene sacar todavía los tambores de guerra. Quienes apuntan ya los cañones contra Ancelotti deberían recordar que el italiano es el mismo que sufrió un rapapolvo mucho más severo el curso anterior por estas fechas y acabó ganándolo todo. Sabe aprender de sus errores y tiene una acreditada solvencia a la hora de sacarse conejos de la chistera. «Cuando perdimos el derbi el año pasado fue un golpe de atención fantástico y ojalá esta derrota también pueda ser un golpe de atención fantástico», dijo tras el resbalón en Lille, más preocupante por la imagen que por las consecuencias clasificatorias para un equipo que compite con las elevadas expectativas que despierta una plantilla deslumbrante.
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