Luka Modric celebra el gol que le dio el triunfo al Real Madrid sobre el Sevilla. EP
Análisis

Modric pelea contra un destino que parece escrito

El croata apela a su gen competitivo para aplazar el último baile, pero su situación en el Real Madrid rezuma aires de despedida

Óscar Bellot

Madrid

Lunes, 26 de febrero 2024, 16:31

A Luka Modric le bastaron siete minutos sobre el césped del Santiago Bernabéu para resolver un ulceroso partido del Real Madrid ante el Sevilla. El antológico gol del croata permitió que el conjunto de Carlo Ancelotti se anotase tres valiosos puntos frente al ... rocoso equipo de Quique Sánchez Flores y mantuviese a raya a sus perseguidores en la lucha por un campeonato que cada vez se va tiñendo más de blanco. Jaleado por sus compañeros, el '10' se subió inmediatamente a la valla para celebrarlo con la afición, dejando para la posteridad una imagen icónica propia de las grandes noches. Lo fue la del domingo por el marco pero, sobre todo, por el protagonista. Un genio incombustible que está dispuesto a pelear hasta el final contra un destino que, sin embargo, parece escrito.

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Cada vez que Modric salta al rectángulo de juego, a su infinita legión de seguidores le asalta la misma sensación que alberga cualquier melómano que asiste a la gira de despedida de su cantante predilecto. Como aquellos, los devotos de este viejo rockero de Zadar tienden la vista con nostalgia al pasado, a la vez que anticipan un futuro jalonado por un hondo sentimiento de orfandad. Tal vez lo mejor esté por llegar, pero nada será, en cualquier caso, como fue.

La vida de Modric ha sido un permanente ejercicio de resistencia. Aprendió a jugar al fútbol en medio del espeluznante sonido de las bombas que acribillaban su patria y diezmaban su familia. A los ocho años sufrió el rechazo del club en el que soñaba con ingresar puesto que los responsables del Hadjuk le consideraban demasiado enjuto, menudo y falto de talento para merecer formar parte de su academia. Y hubo de sufrir un par de cesiones por parte del Dinamo de Zagreb hasta que, al fin, logró abrirse paso. Consiguió asentarse luego en el Tottenham, pero pocos veían en él a un superclase. Cuando llegó al Real Madrid, hubo quien se atrevió a predecir que sería el peor fichaje de la historia. Su respuesta a tantas suspicacias siempre fue la misma: trabajo, trabajo y más trabajo. Hasta que todos acabaron rindiéndose a la evidencia: sus 1,72 metros de estatura cobijaban a un futbolista inmenso.

En un mundo que abraza con alborozo lo nuevo y desecha con la misma alegría lo tantas veces repetido, Modric representa una gloriosa anomalía, puesto que cuando el aficionado le ve calzarse las botas se siente feliz de vivir atrapado en el tiempo. Baste comparar el gol que marcó el domingo ante el Sevilla con aquel otro que selló más de una década atrás en Old Trafford y con el que empezó a labrar su leyenda en el Real Madrid para acreditar la sana longevidad de un astro que desafía convencionalismos.

Un papel incómodo

Con 38 años y 169 días, Modric se convirtió ante el Sevilla en el segundo goleador más veterano del Real Madrid en Liga, superado solo por Ferenc Puskas. El cañonero húngaro certificó su último tanto con los blancos en el torneo de la regularidad con 38 años y 233 días, lo que deja a Modric con la opción de rebasarle esta misma temporada. Su exquisito toque se antoja eterno, pero los nuevos tiempos corren en su contra.

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El centrocampista de Zadar ha disputado 1.476 minutos en lo que va de curso, lo que le sitúa como el decimoquinto futbolista en el ranking de su equipo. Ha participado en 29 partidos, pero solo ha sido titular en 16 encuentros. Y se ha quedado fuera del once inicial en la mayoría de las citas de tronío. Ancelotti sigue considerándole un valioso activo, pero su rol ha cambiado. Y Modric no esconde el disgusto.

La semana pasada trascendió que Carletto le ha ofrecido un puesto dentro de su cuerpo técnico, pero el balcánico no parece estar por la labor. Siente que le queda cuerda para rato. Hay quien dice que se ve con fuerzas incluso para disputar el Mundial de 2026, al que llegaría frisando los 41 años. Lograr tamaña hazaña vistiendo la camiseta del Real Madrid resulta una quimera. De ahí que su salida de la 'casa blanca' en verano parezca cantada. Si es así, el club deberá servirle una despedida a la altura de lo que es, una leyenda con mayúsculas. Hasta entonces, todavía hay tiempo para deleitarse con el ejemplo que ofrece un competidor infatigable. Conviene paladear cada sorbo de ese delicioso brebaje. Por si acaso.

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