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El Sevilla de Sampaoli ha naufragado en sus tres últimos partidos ligueros. Después de confirmar, en su primer encuentro, aquello de «a entrenador nuevo, victoria segura», el argentino no es capaz de sacar al equipo de los puestos de descenso. En sus cuatro partidos de ... Liga solo ha sumado otros tantos puntos. En el mismo número de partidos, previos a su destitución, Lopetegui ganó uno y empató dos. Así que Sampaoli no ha transformado nada: el Sevilla ni juega, ni gana, ni ilusiona.
La experiencia demuestra que, si existen notables carencias en un equipo, es difícil que un técnico las supla. Aunque la figura del entrenador ha ido cobrando notoriedad en los últimos años, lo relevante sigue siendo la plantilla. Si los jugadores son buenos, el equipo triunfa. Si no, ya puede venir el mismísimo Alex Ferguson, que el equipo no levanta cabeza.
Cierto es que algunas cuestiones pueden mejorarse con el tiempo. Así, Sampaoli confía en recuperar las pésimas condiciones físicas de algunos jugadores. Pero los aficionados del Sevilla no deberían albergar demasiadas expectativas: estudios realizados en distintas ligas europeas concluyen que la sustitución de un entrenador con malos resultados incide positivamente en el corto plazo, y muy particularmente en el primer encuentro, pero no siempre más allá.
El triunfo en el debut del nuevo míster se explica por una cuestión emocional: los que no contaban para el entrenador cesado se partirán la cara para demostrar que merecían estar en el once inicial. Los que sí jugaban, intentarán probar que su bajo rendimiento era culpa del míster destituido. Así que, durante uno o dos partidos, el equipo mejora. Pero después, es frecuente que el equipo vuelva a la dinámica negativa.
De hecho, las estadísticas enseñan que, a medio y largo plazo, los equipos que sustituyen más veces al entrenador son los que acaban descendiendo. Un estudio, llevado a cabo en la Premier, concluyó que los equipos que cesaron a su técnico, tras una mala racha, acabaron ganando menos partidos que los que le mantuvieron.
La teoría parece confirmarse en el otro club de la liga que ha destituido a su técnico. Jorge Almirón volvía al Elche después de que Francisco Rodríguez firmara un pésimo arranque liguero. Ciertamente, el equipo ilicitano se muestra más competitivo, sus jugadores irradian una mayor implicación y están más acertados de cara al gol. Sin embargo, el Elche no gana y sigue siendo colista. En el Getafe-Elche de este lunes ganó quien apostó por mantener al técnico.
De los tres equipos colistas del campeonato, el Cádiz es el que últimamente puede hacer gala de los mejores resultados. De los últimos siete encuentros disputados, ha ganado dos, ha empatado cuatro y solo ha caído ante el Rayo Vallecano. El equipo de Sergio González no solo perdió en las primeras cinco jornadas, sino que recibía goleadas. Pero el club confió en él. El Cádiz fue cogiendo confianza y ahora es muy difícil arañarle un punto. Ni Villarreal, ni Betis, ni Atlético de Madrid han conseguido doblegarle en el mes de octubre.
El ser humano actúa impulsivamente según prácticas, cuyo éxito no está verificado: cuando las cosas se tuercen, el cambio de entrenador es lo más fácil. Como no es posible incriminar al equipo entero, el técnico cumple la función de 'chivo expiatorio'. El término se remonta a los antiguos judíos. Durante una extraña ceremonia, un sacerdote escogía entre dos machos cabríos. Una vez seleccionado uno, colocaba sus manos sobre ese animal y confesaba los pecados del pueblo. Las debilidades, culpas y errores eran transferidos simbólicamente al ejemplar caprino. Al cabrón -el macho de la cabra- se le mandaba a paseo en el desierto, y los hombres quedaban así liberados de sus faltas.
En muchos casos -como ocurre en el Sevilla- la responsabilidad es en gran medida del director deportivo y de la presidencia. Estos son los más interesados en señalar a su particular chivo para apaciguar los ánimos de la hinchada cabreada. Pero la alegría suele durar poco, justo hasta que el personal se da cuenta de que, cuando las cosas van mal, suelen ser múltiples los problemas y estos no se solucionan con un solo cambio. El recambio no sirve más que para ocultar los errores y a los múltiples responsables. Como la vida misma. Ya lo dice el refrán: «Más vale malo conocido…».
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