Remontada épica del Barça ante el Celta

Con resaca del partido de Champions. Así comenzó el Barcelona su partido contra el Celta, como si fuera una prolongación del duelo europeo contra el Amberes en el que todo fue rodado. Xavi dispuso un once con novedades para dar descanso a jugadores como Balde o Gavi y su lugar lo ocuparon Marcos Alonso y Ferran Torres. Junto a ellos, los dos Joaos, ya fijos, y Gündogan, dispuesto a coger ritmo. Distintos nombres, pero misma idea, o eso creía el técnico del vigente campeón. Los azulgranas salieron dispuestos a madurar el choque, pero lo hicieron con una marcha menos que en compromisos anteriores y eso se empezó a notar a las primeras de cambio.

Y es que el Barça tenía la idea, pero la ejecutaba a cámara lenta. Los laterales se sumaban a la medular para generar superioridad, los extremos abrían el campo y la segunda fila trataba de aprovechar los espacios para llegar por sorpresa. Esa era la receta una vez más, pero no fructificó en el inicio por una circulación de balón más lenta de lo habitual y por el orden de un rival que conocía el método y había puesto trampas con las que cortocircuitar al nuevo Barça.

Ese planteamiento de Rafa Benítez, con cinco defensas y tres medios, se le atascó a los azulgranas y llevó el duelo a otro nivel cuando el equipo vigués aprovechó la primera que tuvo para poner patas arriba el choque. Los culés se lanzaron al contragolpe sin vigilar la retaguardia y De la Torre aprovechó el regalo para dejar a Larsen solo ante Ter Stegen y que el noruego inaugurara el marcador. Fue el primer golpe en una primera mitad aciaga para el Barça, en la que apenas creó ocasiones, en la que se marchó en desventaja y en la que además tuvo que decir adiós a Frenkie de Jong por problemas en el tobillo. Las cosas solo podían ir a mejor.

Y así fue. Xavi hizo borrón y cuenta nueva. Retiró a Marcos Alonso y Oriol Romeu para dar entrada a Lamine Yamal y Araujo y pasar a formar con un 3-5-2 con el que llevar a cabo un asedio a lo largo de toda la segunda mitad. Ferran Torres fue a parar al perfil izquierdo, el joven canterano al derecho y Joao Félix a ser un alma libre entre líneas. El nuevo dibujo espoleó a los culés en ataque, pero era un arma de doble filo. Las transiciones del Celta eran una amenaza constante y avisaron Iago Aspas y Mingueza ante el runrún de Montjuic, que cogía aire como el que se encamina a subir en la montaña rusa.

Ese vértigo iba a más y Xavi dobló la apuesta dando entrada a Balde por Christensen. A partir de ahí, la locura, los gritos, los saltos, la histeria. El cambio fue un órdago, un todo o nada que el Celta decidió ver. Los de Benítez firmaron el segundo gol por medio de Douvikas en un contragolpe letal y acto seguido el Barça se volcó con todo, incluido el empuje de un Lluis Companys que resonó como en los Juegos del 92. Joao Félix se sacó de la chistera un pase magistral que culminó de vaselina Lewandowski y acto seguido el polaco empató el choque tras un pase atrás de Cancelo. El estadio era una caldera que se iba a llevar por delante cualquier rival, incluido un Celta cada vez más pequeño. Fue ahí cuando Gavi puso un centro medido al área y apareció como una exhalación Cancelo, otra vez el portugués, para firmar una remontada exprés en solo ocho minutos de auténtica locura.