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P. Ríos
Barcelona
Jueves, 24 de octubre 2019, 16:19
Pocas veces hay tanta unanimidad dentro y fuera del vestuario del Barça en el análisis negativo tras una victoria. El resultadismo suele imponerse cuando se gana, pero esta vez no ha ocurrido así y la crítica ha coincidido con la autocrítica. El equipo azulgrana es ... líder del Grupo F de la Liga de Campeones con 7 puntos de 9 posibles, pero en Praga no mejoró la pobre imagen ofrecida ante Borussia Dortmund (0-0 gracias a un penalti parado por Ter Stegen a Reus) e Inter (2-1 con remontada milagrosa en la segunda parte a base de individualidades).
Es más, teniendo en cuenta la entidad del rival, el Slavia, el campeón checo, la empeoró. Ante un equipo que sólo tiene físico, disciplina y orgullo, que no es poco, el conjunto de Ernesto Valverde acabó encerrado en su área, despejando balones sin sentido, resistiendo como una escuadra menor el acoso local en busca del empate.
El 1-2 no calmó a nadie. Ni a los jugadores, que revivieron sensaciones como las de Liverpool en la semifinal de la última Liga de Campeones, aplastados por la intensidad del rival, aunque en esta ocasión sin calidad en el Slavia para plasmar en el marcador su superioridad en el cuerpo a cuerpo.
Es cierto que las ocasiones del Barça fueron muy claras, pero Luis Suárez, hasta en tres ocasiones en el mano a mano con el portero, Messi o De Jong no acertaron y dieron vida al Slavia que encadenó llegadas y obligó a Ter Stegen a protagonizar otra soberbia actuación.
El propio portero alemán puso voz al malestar de sus compañeros por un bajo rendimiento que fuera de casa en Europa se repite con demasiada frecuencia: «No hemos estado al nivel que requiere esta competición y es necesario que en el vestuario hablemos de algunas cosas». Los datos de la UEFA son inequívocos. El Barça fue el equipo de los 32 que compiten en esta fase de grupos que menos ha corrido en esta jornada, unos 100 kilómetros sumando los de todos los jugadores, 17 menos que el Slavia.
Eso en cuanto a la cantidad, pero se podría hablar también de la velocidad y de la potencia en los choques para ganar los balones divididos. Y eso no significa que la actitud no fuese buena. Incluso hay que valorar que el equipo supo sufrir con humildad. Simplemente es la evidencia de que se trata de una mezcla peligrosa de jugadores entrados en años con otros que no tienen un perfil físico.
La buena imagen ofrecida en Eibar en Liga no ha tenido continuidad y todos los barcelonistas llegan a la misma conclusión. Se puede seguir ganando por la calidad de la plantilla y por el hecho de tener a Messi, el mejor del mundo, pero llegará otro pulso a cara y cruz como los de Roma y Liverpool, cuando los rivales no tienen nada que reservarse y pueden ir con todo a por una remontada, y volverá a pasar porque no hay respuesta física ante esas situaciones ni un patrón de juego posicional trabajado para dormir un partido loco.
Pocas veces una victoria ha creado tantas dudas en un Barça que quizás ahora sí ve con buenos ojos que se haya aplazado el Clásico del sábado al 18 de diciembre. El nuevo líder de la Liga no estaba tan bien como parecía. Europa le ha puesto en su sitio.
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