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P. ríos
Domingo, 31 de enero 2016, 17:42
Líder en solitario con tres puntos de ventaja, un partido menos y el goal average favorable con el Atlético. En semifinales de la Copa del Rey, eliminatoria en la que se enfrentará al Valencia en los próximos días. Y en octavos de final de la ... Liga de Campeones, donde el rival será el Arsenal. El Barça acaba el temible mes de enero con números casi inmejorables (sólo un empate sin goles ante el Espanyol en Cornellà impidió el pleno de puntos y de victorias) y en disposición de competir otra vez por el triplete como claro favorito. Sin embargo, la crítica con el momento azulgrana es feroz porque los tres últimos partidos han sido muy pobres futbolísticamente, resueltos con ráfagas de inspiración y la pegada del tridente.
La opinión general, no sólo del siempre exigente entorno culé, es que el equipo de Luis Enrique está jugando con fuego y pronto se quemará si no vuelve a controlar los partidos. Le pasó en Málaga, cuando ganó 1-2 en la Liga tras una primera parte horrorosa en la que concedió muchas ocasiones. Se repitió la historia en la vuelta de los cuartos de final de la Copa en el Camp Nou, que asistió asustado a la presión del Athletic que no fructificó en el marcador por la mala puntería de sus jugadores en la primera parte antes del 3-1 final.
Y, si ese día se podían justificar las dificultades por las rotaciones, el sábado ante el Atlético, con el once de gala, el Barça fue inferior durante muchos minutos y desesperó por su lentitud jugando contra nueve. Le bastaron, eso sí, diez minutos geniales, jugando once contra once todavía, para remontar y ganar 2-1 con goles de Messi y Luis Suárez.
La explicación puede deberse a la exigencia de un mes de enero salvaje, con dos eliminatorias coperas ante Espanyol y Athletic que obligaron al Barça a dar lo mejor de sí mismo para seguir en la competición. Y, ciertamente, tanto en los dos derbis como en la ida de cuartos en San Mamés, hace apenas diez días, el equipo de Luis Enrique sí jugó a un gran nivel, con intensidad y claridad de ideas. No se puede, por lo tanto, hablar de una crisis que venga de muy lejos.
Problemas en la salida
En lo que sí han coincidido Málaga, Athletic y Atlético es en presionar con mucha intensidad (el equipo colchonero traspasó el límite y la transformó en agresividad con la consecuencia de dos expulsiones) la salida de balón del Barça desde su propio área. Eso no es nuevo, era un problema antiguo que Luis Enrique resolvió con un fútbol más directo en ocasiones. Pero esa variante requiere precisión en el pase largo y velocidad en los receptores.
El desajuste es evidente porque Messi, que sigue siendo decisivo a cualquier ritmo que juegue, quiere el balón al pie, lo que permite el repliegue del rival. Y jugadores como Busquets e Iniesta, quizás afectados por las anginas y la fiebre que sufrieron entre semana, han experimentado un bajón tras maravillar en el primer tramo de la temporada.
«Aquí están acostumbrados a ganar 4-0 y cuando no pasa, todo es malo», lamenta Luis Enrique, convencido de que «hay que mejorar siempre, pero yo estoy encantado». Sus jugadores sí son más autocríticos, como Mascherano, quien tras el 2-1 al Atlético reconoció que «no ha sido nuestro mejor partido, nos han ganado los duelos individuales y lo hemos pasado mal. Por eso ganar estos partidos es tan importante».
El Barça, a diferencia de Atlético y Madrid, seguirá compitiendo cada tres días, un hecho que puede aumentar ese cansancio físico y psicológico manifiesto, con el riesgo de algún tropiezo que vuelva a igualar la Liga. El cuerpo técnico y los servicios médicos trabajan para que la pretemporada comercial y competitiva, con dos Supercopas, y el Mundial de Clubes de diciembre, no pasen factura.
«La Liga sigue estando muy viva», afirmó Claudio Bravo, protagonista con una parada clave a Griezmann con 2-1 en el marcador. El chileno, como sus compañeros, sabe que jugando como en los tres últimos partidos la ruleta de la fortuna no siempre te va a favorecer.
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