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CRISTIAN REINO
Sábado, 2 de enero 2016, 00:10
Espanyol y Barça firmaron este sábado un derbi clásico, con más mordiente que fútbol, más nervios que acierto y más juego subterráneo y presión que destellos de calidad, en el que no se movió el marcador. Los locales celebraron el empate a cero como una ... victoria, no tanto por el punto en sí, que les deja en la parte media de la tabla, como por el hecho de haber conseguido frenar a sus vecinos y eternos enemigos, a quien miran siempre a una larga distancia en la tabla clasificatoria. Y es que no hay nada más complicado en lo futbolístico que ser espanyolista en Cataluña, siempre a la sombra del Barça, más aún en los últimos tiempos de excelencia azulgrana.
Posiblemente el cuadro visitante hizo más méritos, por ocasiones, que los pericos para llevarse la victoria, pero los palos también juegan y al final las tablas fueron más o menos justas, porque el Espanyol le puso más intensidad, se dejó el alma en el césped del Cornellà-El Prat, y el Barça se limitó a encomendarse a su tridente, que no siempre puede sacarle las castañas del fuego. Messi lanzó un golpe franco perfecto, que besó la cruceta, y Suárez, tras hacerlo todo y regatear al defensa y al portero, no supo culminar y estrelló el remate a la cepa del poste.
Fueron las dos mejores ocasiones, una en cada parte, de un choque que arrancó con una alta presión por parte del equipo blanquiazul. «Quiero un equipo intenso y agresivo, pero que tenga el balón», dijo Galca hace quince días en la rueda de prensa de su presentación como máximo responsable del banquillo periquito, en sustitución de Sergio González. Frente al Barça, su equipo cumplió la mitad de su ideario. Salió fuerte, al choque, buscando los límites del reglamanto, pero la pelota, si es que fue de alguien, fue más de los hombres de Luis Enrique. Galca pobló su centro del campo, con Jordán, Diop y Hernán Pérez como hombres de presa, con el apoyo de Burgui, mientras que Marco Asensio tenía libertad de movimientos y Caicedo bailaba solo en ataque, sin dejar de mirar atrás.
Luis Enrique puso sobre el tapete a su once de gala, consciente de que el rival le iba a esperar de uñas y con todas las ganas del mundo. Galca sorprendió con una presión adelantada, muy fuerte, y una defensa ferréa, sin contemplaciones, especialmente sobre Neymar y Messi, propiciada en parte por una cierta permisividad de González González, que hizo un arbitraje a la inglesa, en el que el contacto físico estuvo más que permitido. El Espanyol tejió una red en el centro del campo e impidió que el juego azulgrana fuera fluido. El partido exigió virilidad, el Barça entró en la trampa y se perdió en el laberinto. Sólo Iniesta pudo romper la maraña, Neymar lo intentó, pero estuvo bien sujetado, y Messi rozó el tanto en el minuto 35. La primera mitad no dio más de sí, salvo el baile de tarjetas.
Tras la reanudación el Espanyol dio un paso atrás, temeroso por el esfuerzo físico que había hecho en los primeros minutos, aunque el repliegue fue una invitación al Barça a estirarse para tener más espacios a la contra. Los de Luis Enrique trataron de controlar más el tempo del partido y Luis Suárez tras una gran jugada en el 50 estuvo cerca de cobrar ventaja. Pero el choque iba por otros derroteros. Era el día del juego bronco, de los empujones, de marcar territorio, de enseñar los tacos, de sacar pecho, de protestar al colegiado y de dejarse llevar por el bullicio del público. Luis Enrique, a pesar del empate, sólo hizo un cambio, el de Sergi Roberto por Rakitic, en lo que debe interpretarse como un nuevo gesto hacia la directiva para que le fiche algún jugador en el mercado de invierno. El asturiano, en cualquier caso, podrá contar ya, tras la sanción de la FIFA, con Aleix Vidal y Arda Turan, lo que le ofrece nuevas combinaciones.
El derbi barcelonés (que se repetirá en Copa) tuvo un aroma clásico, como los de Sarrià, donde se gestó el latiguillo que usan los barcelonistas para mofarse de los pericos, cuando les dicen que se juegan media temporada en el choque de la ciudad. El duelo puede comprometer al Barça, que ya perdió dos puntos frente al Deportivo antes de proclamarse campeón del mundo en Yokohama. No en vano, en los últimos cuatro partidos ligueros, el equipo culé solo ha ganado uno (Betis) y ha cosechado tres empates (Valencia, Deportivo y Espanyol).
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