Ignacio Tylko
Martes, 15 de diciembre 2015, 09:05
Siesta, falta de energía, desidia, pasotismo, frialdad y hasta un «atentado a la historia del Real Madrid», según escribe el periodista Tomás Roncero, reconocido hincha merengue, en su contracrónica del duelo disputado por el equipo merengue en Villarreal. Capaz de pasar de la nada a ... un dominio abrumador, aunque con falta de pegada, el equipo de Rafa Benítez evidenció en Villarreal lo efímero de la mejoría de que presumió tras las victorias ante Shakhtar, Eibar, Getafe y Malmoe la de Cádiz no cuenta por el episodio de la alineación indebida del ruso Denis Cheryshev, tras la debacle frente al Barça y el posterior refrendo público al técnico por parte del presidente, Florentino Pérez.
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Benítez mostró su decepción por lo ocurrido durante el primer tiempo en El Madrigal, pero no halló los porqués, al menos en su comparecencia pública. «Es difícil encontrar una explicación a lo sucedido. Es en este tipo de partidos es donde hay que demostrar que vamos a por la Liga», se lamentó tras el partido el entrenador merengue, visiblemente afectado por la imagen y la derrota que les dejó a cinco puntos de Barça y Atlético.
Insistió en que su equipo es el que más tira a puerta cuando se le recordó que, a estas alturas, ha anotado 23 goles menos y ya suma nueve puntos menos que con Carlo Ancelotti, a quien echan de menos los jugadores. Así lo han confesado en recientes entrevistas Cristiano Ronaldo y Toni Kroos, sorprendente suplente ante los amarillos. «Benítez se ha cargado a Kroos», subrayó Bernd Schuster, comentarista en Onda Cero.
Ha que remontarse precisamente siete años, hasta la campaña 2008-09, iniciada por el técnico alemán hasta que Juande Ramos le sustituyó tras la 14ª jornada, para ver un Real Madrid tan pobre. Entonces cosechó cinco derrotas y dos empates en 15 jornadas y ahora tres derrotas y tres igualadas. El equipo de Benítez se ha dejado 15 puntos, un tercio de los disputados, y ha sido incapaz de imponerse al Atlético, Barcelona, Sevilla o Villarreal.
Los números, a los que antes se agarraba el entrenador madrileño para avalar su trabajo, ya no le acompañan. Ya son cuatro partidos de Liga (27%) los que su Madrid se ha quedado sin marcar: ante Sporting, Málaga, Barcelona y Villarreal. Si se añaden la cita de Champions en feudo del PSG y los choques de pretemporada ante Valerenga, Bayern de Múnich, Milan y Roma, se concluye que este equipo ya no es tan letal. Si al principio de curso Keylor Navas era el salvador y su entrenador presumía de no encajar goles, resulta que ahora llevan 13 goles en contra, los mismos que en la pasada campaña.
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Si se compara con los registros de un entrenador debutante en el banquillo merengue, hay que remontarse hasta la 98-99 para encontrar una situación similar. El alemán Jupp Heynckes fue destituido meses antes pese a conquistar la séptima ante la Juventus en Ámsterdam, con un gol de Pedja Mijatovic, y el holandés Guus Hiddink, su sustituto, sumó apenas 22 puntos en un inicio paupérrimo. Sería reemplazado por el galés Jon Toshack en febrero.
Desconectados
La actual plantilla no cree en Benítez y da la impresión de que el técnico, con un cuarto de siglo de experiencia en la élite pero sin haber dirigido hasta ahora a tantas entrellas, no se atreve a poner al equipo que quisiera. El Madrid tiene un problema de actitud en muchos partidos, pero también de capacidad para crear fútbol. A estas alturas, no se sabe bien ni su sistema, ni su filosofía.
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¿A qué juega el Madrid?, esa es la pregunta del millón. «No sé lo que pasa pero no entramos enchufados, ni con determinación a los partidos. Debemos de hablar», explica Pepe.
«No sé si es regalar pero salimos a verlas venir en Villarreal. No estuvimos a la altura del escudo, ni de la entidfad que representamos», insistió Sergio Ramos. «Hay que analizarlo todo tranquilamente porque es difícil de explicar», apostilló el croata, Luka Modric. Para Marcelo, que acabó el duelo acalambrado, la clave es «dialogar con calma para ver dónde están los fallos».
Sintomático que Bale tuviese que jugar de lateral tras entrar Jesé, en los últimos minutos, y se mostrase reticente a aceptar esa demarcación. Tanto que el galés subía y el canario era el que le guardaba la espalda.
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