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P. RÍOS
Jueves, 13 de agosto 2015, 02:00
La imagen de los jugadores del Barça en el césped del Dinamo Arena de Tiflis (Georgia) tras conquistar la quinta Supercopa de Europa en la historia del club azulgrana ya no fue la de un equipo eufórico. Pedro Rodríguez, el autor del 5-4, ... el héroe de la prórroga ante el Sevilla, deambulaba cabizbajo por el campo, sin apenas participar de la fiesta. Cuando el capitán, Iniesta, levantó el trofeo al cielo, el delantero canario incluso se despegó un metro de la piña, limitándose a aplaudir. Sólo, meditabundo. El gol sí lo celebró con rabia, pero luego se centró en digerir la decisión de Luis Enrique de no hacerle entrar en el campo hasta el inicio de la prórroga, el último cambio cuando apuntaba a titular por las paperas de Neymar.
En la cabeza le retumbaban las palabras de Roberto Fernández, el nuevo secretario técnico, quien minutos antes del partido había revelado que «Pedro me ha confirmado que se quiere ir». Nada nuevo, todo el mundo lo sabía, pero no con esa claridad verbal por parte del club. Y Pedro le replicó con dureza tras la final: «No sé por qué ese señor ha dicho eso, sólo he cruzado dos frases con él. No he dicho que me quiera ir, sólo quiero jugar más minutos». Se acerca más al Manchester United, pero no se sabe cuándo. Tampoco Adriano, en una situación parecida por el interés de la Roma, pero menos mediático, andaba muy contento.
No es que el ánimo de Pedro contagiara a sus compañeros, en la tímida celebración también influyeron las sensaciones futbolísticas. El Barça jugó muy bien durante 57 minutos (4-1), aunque ya en ese comienzo ofreció peligrosas dudas defensivas que con el bajón físico lógico en un 11 de agosto se tradujeron en un 4-4 en un abrir y cerrar de ojos. El fondo de armario quedó marcado: pésimo día para Mathieu y Bartra, que regalaron tres goles. Y el castigo fue una prórroga agónica que obigó a Messi y Alves, por ejemplo, a jugar 120 minutos oficiales cuando sólo llevaban 60 amistosos del Gamper en las piernas. El cansancio y el sufrimiento vivido invitó a ser cauto en la fiesta. Hay que mejorar muchas cosas.
Además, en la cabeza de todos estaba el Athletic, que este viernes obligará al Barça a otra paliza física en un partido de ida de la Supercopa de España que requiere la máxima exigencia y en el que difícilmente Luis Enrique podrá alinear a su once ideal, sin Neymar ni Alba, pero también con ausencias para evitar lesiones o sobrecargas. Iniesta, por ejemplo, acabó tocado. Se intuye un equipo inicial de supervivencia en San Mamés pensando en remontar el lunes en el Camp Nou.
Por si fuera poco, el avión regresó a Barcelona a las 7.15 horas de la mañana del miércoles y Luis Enrique decidió anular la sesión prevista para la tarde. Durante el vuelo se produjo la clásica fotografía de los cuatros capitanes (Iniesta, Messi, Busquets y Mascherano) con el trofeo, al lado de Luis Enrique y del presidente, Josep Maria Bartomeu, pero no hubo escenas de alegría ni recibimientos por parte de la afición.
Es un gran título, el 25 en la carrera de Iniesta y Messi en el club, que igualan el récord de Xavi, pero por ahora se ha celebrado poco. Quizás, si se gana también la Supercopa de España y el Mundial de Clubs, sea más valorado dentro de las seis copas de 2009, pero para ello el Barça tendrá que ser más sólido que ante el Sevilla. Aunque si Messi está como está, ahora bestial en los lanzamientos de faltas (dos goles y originó el quinto), tampoco importará mucho.
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