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Ignacio Tylko
Miércoles, 8 de abril 2015, 00:15
En un trepidante duelo de doble cara e interpretación, ya que el Rayo dominó a sus anchas el primer tiempo y el Real Madrid se recompuso y completó una segunda parte notable, el grande venció por necesidad, calidad, jerarquía y pegada. Su intención fue extraordinaria ... y su atrevimiento máximo, pero los franjirrojos no supieron golpear al rival cuando le tuvieron contra las cuerdas. Les faltó colmillo y luego acusaron su enorme esfuerzo y el poderío de todo un campeón de Europa que le vio las orejas al lobo. Los goles de Cristiano, que ya suma 300 con el Real Madrid, y James, sellaron un sufrido triunfo que mantiene viva la Liga.
Frente a un rival que llegaba pletórico tras sus nueve goles a un deprimente Granada, Paco Jémez demostró que no va de farol. Con su grupo virtualmente salvado y aún con anhelos de poder jugar incluso competición europea el curso próximo, el técnico insistió en que le tenía «toneladas» de respeto al Real Madrid pero «ni un gramo de miedo». Y subrayó que, por encima del resultado, su única obsesión era jugar mejor que el campeón de Europa. A fe que lo demostró.
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Ciertamente, el humilde pero orgulloso equipo franjirrojo pasó por encima del equipo de Carlo Ancelotti en un primer tiempo en el que los merengues naufragaron en todas sus líneas. La mejor noticia para ellos fue que se marcharon al descanso con el empate inicial y un desgaste físico mucho mayor del enemigo. Desde Iker Casillas, que salvó varios remates de gol pero ofreció una sensación de inseguridad preocupante en las salidas y pases con el pie, hasta un desorientado Cristiano Ronaldo, todos los madridistas fueron entonces una sombra de sí mismos. Les falló la aptitud y la actitud. No podían pero tampoco daban la sensación de mucho querer. Todo lo contrario
Mientras los de Carletto buscaban constantes pelotazos a la espalda de la zaga adversaria, los rayistas trataban siempre de sacarla jugada desde atrás. Además, los locales se imponían en todos los balones divididos por su mayor ímpetu. Hubo una jugada en el primer tiempo muy gráfica de lo que sucedía. Katuta se llevó un balón entre cuatro rivales que reclamaban que el balón había salido. El viejo Trashorras y Fatau se imponían en el eje del medio a un grupo desnortado. Bale trataba de ejercer como centrocampista pero el galés no se hallaba. Kroos deambulaba por Vallecas en una de sus peores actuaciones y Modric y James, con graves lesiones recientes, evidenciaban que aún no están en plenitud. La zaga blanca sufría ante la velocidad, profundidad e insistencia de los vallecanos. Sobre todo Carvajal era un juguete en manos del joven Embarba.
Daba gusto ver a la defensa del Rayo tirando la línea hasta el centro del campo, a los medios tocando y a los extremos percutiendo una y otra vez. Asumía un riesgo enorme porque el más mínimo desajuste permitiría un mano a mano de un atacante blanco contra Cobeño, sustituto de última hora de Cristian Álvarez, que sufrió un problema muscular durante el calentamiento. Acertó el asistente al indicar un fuera de juego de Bale en una jugada que acabó en gol. El soberbio pase había sido de Modric.
Arenga
Debió haber una buena arenga de Ancelotti en el descanso porque su ejército salió de otra forma tras el descanso. Entendieron los jugadores que la Liga se les escapaba y salieron dispuestos a presionar mucho más arriba, a gobernar la zona de creación y a encerrar a un Rayo que siempre ofrece facilidades en defensa. Disparos de Marcelo y de James rondaron el gol. El duelo se endureció y llegó la polémica. Se internó Cristiano, cayó tras una entrada de Amaya y el árbitro zanjó la jugada con amarilla al portugués. Cabe interpretar que no fue penalti porque el luso se resbaló antes, pero en ningún caso era tarjeta para CR7.
El Rayo ya era incapaz de tenerla y sufría el aluvión de un adversario al fin encendido y chisposo. El gol del Madrid era sólo cuestión de tiempo, de esperar a una enorme internada de Carvajal, con asistencia incluida a Cristiano, que hizo un gesto de robar, robar, en el festejo. Jémez se comía a sus jugadores. Les abroncaba pero no podían más. Estaban exhaustos. Quitó a Bueno, que pasó sin pena ni gloria ante el club donde se formó, y posibilitó el debú del venezolano Miku. Para reforzar su centro del campo, Ancelotti recurrió a Isco en lugar de Benzema. Y poco después James selló la sufrida victoria que mantiene vivo al Madrid. Modric terminó tieso.
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