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Javier Bragado
Domingo, 22 de febrero 2015, 00:34
No podía imaginar Cristiano Ronaldo peor día que el que vivió durante 45 minutos en el Martínez Valero. Después de tres jornadas sin marcar en Liga, en Elche vivió un calvario por su falta de puntería que se agudizó por su crispación y egoísmo. Lo ... más cerca que estuvo de celebrar un gol en la primera mitad fue un remate desde fuera del área que tocó ligeramente en un defensa y tropezó con el poste. Pero desde ese momento, el minuto 5 de partido, su acierto se desvió de manera proporcional al aumento de su enfado. Desde fuera del área, con una volea con la zurda desde dentro o con un cabeceo en el punto de penalti, todas sus oportunidades se marcharon lejos de la portería o a las inmediaciones del sobrio Tyton. Pero lo más grave ocurrió en el minuto 14 porque Bale le sirvió un pase perfecto y sin guardameta que no acertó a rematar porque confió más en el despeje de su marcador que en su propia suerte. Cinco remates y cinco decepciones para el Cristiano menos clarividente le mandaron al diván del psicoanalista, al lugar al que debía afrontar sus bloqueos mentales y físicos.
Sin embargo, el partido del Real Madrid no quedó deslucido con la sesión de errores de Ronaldo. Desde el pitido inicial el conjunto de Carlo Ancelotti se afanó por correr, jugar rápido y presionar a sus rivales. Frente a ellos, el Elche respondió con gallardía al tutear al líder de la Liga desde sus posibilidades. Los de Fran Escribá defendieron y apoyaron a sus compañeros con generosidad y se aplicaron para evitar cometer cualquier error de los que condenan al pequeño contra el grande. Además, acertaron de pleno al lanzar su línea de fuego para provocar el fuera de juego y evitaron que los veloces atacantes de Ancelotti pudieran lanzar a puerta.
Asumido el mal día, Cristiano cambió de planes y la fórmula resultó satisfactoria. Probablemente fue Ancelotti quien sentó al treintañero en el vestuario y empleó sus dotes de psicólogo. El portugués abandonó su egoísmo en la caseta y por unos momentos eligió que brillaran otros. Probablemente para su sorpresa, el cambio de mente funcionó rápido. En una rápida entrada por la banda izquierda eligió centrar en lugar de disparar y todos sus errores se trasladaron a la orilla contraria: Lombán despejó, el balón rebotó en Tyton y la pelota cayó en la pierna izquierda de Benzema para que sólo tuviera que empujar el balón a la red. Al décimo disparo a portería el Madrid triunfó y Cristiano se liberó.
Desde entonces, la vida de los de Ancelotti mejoró, pero particularmente para Ronaldo. El Elche, que hasta entonces había dedicado gran parte de su esfuerzo a las tareas de protección, se vio en la situación de adelantar sus líneas y ofrecer demasiado campo a los veloces y talentosos arietes a los que se enfrentaba. Además, la asistencia de CR7 acabó con su propia maldición. Con ventaja en el partido y la confianza de haber sido decisivo en el duelo, el portugués se relajó y emanó las habituales sensaciones. De hecho, poco tardó en desplegar sus excelentes dotes para el cabezazo para aprovechar un centro desde la izquierda de Isco. Conseguido el gol que rompía su racha de sequía, el de Madeira se dedicó a sus carreras, sus lanzamientos de falta y sus contragolpes con menos tiempo para la queja propia y ajena. Junto a él, el iluminado fue Isco, quien surtió de toques brillantes al partido cuando el balón cayó en sus inmediaciones. Con semejante panorama el Elche sólo pudo dedicarse a seguir con la mirada a sus rivales porque sólo dispararon en una ocasión a la portería del centenario Casillas -cumplió su partido 500 en Liga- y en un balón envenenado de Albacar que desvió al larguero cuando todo el mundo miraba al vestuario..
El triunfo del Real Madrid sirvió al líder de la Liga para aumentar su ventaja sobre el Barcelona hasta los cuatro puntos, para que Cristiano recuperara algo de su ánimo y para celebrar el partido número 100 de Ancelotti en la Primera División.
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