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Ángel López
San Sebastián
Viernes, 4 de octubre 2024, 14:43
Miedo, rabia, indignación e incredulidad. Los socios de la Real Sociedad ubicados en la parte inferior al sector donde colocaron a los ultras del Anderlecht no olvidarán lo sucedido en este partido de la Europa League en el que sufrieron una auténtica lluvia de objetos, ... trozos de metacrilato y de asiento. No entienden cómo se llegó a esa situación, cómo se permitió viajar, pasearse por la ciudad y acceder al estadio a esos radicales que se sabía que eran peligrosos y por qué se les sigue colocando en esa esquina del anillo superior tras lo sucedido con los hinchas del Benfica y sus bengalas. Estos son algunos testimonios de 'realzales' recogidos por El Diario Vasco que fueron víctimas de la brutalidad de unos salvajes con pasamontañas que pudieron ocasionar una tragedia en Donostia y en el Reale Arena.
Jose Mari Lasa Socio de la Real
«Nos libramos por los pelos de que sucediera una tragedia»
José Mari Lasa acudió con su hijo Martín, de siete años, y estuvo a punto de hacerlo con su mujer y su hija, que al final prefieron quedarse en su casa: «Tuvimos muchas dudas de cara a ir al partido porque las bengalas de los del Benfica nos cayeron a unos 15 metros el año pasado y el susto que se llevó el niño le duró varias semanas, no hacía más que llorar».
José Mari y Martín seguían con calma el partido ante el Anderlecht hasta que «oímos unos golpes y vimos a unos zumbados que estaban asomando y comenzaron a lanzar objetos». Por suerte, estos dos seguidores realistas estaban ubicados en una zona más centrada, pero fue imposible contener el temor del joven: «El niño empezó a llorar, a preguntar 'qué pasa' y a decir 'me quiero ir'. La gente empezó a correr e ir a la puerta. Yo intenté tranquilizarle, no quería que se fuese a casa con esa imagen como el día del Benfica. Así que llegamos al descanso, nos comimos el bocadillo e intentamos resetear. No sé si el niño querrá volver al fútbol, esta sensación de miedo es muy difícil quitarla».
Lasa entiende que la Real debe mantener una actitud proactiva y tomar cartas en el asunto para atajar esto cuando antes: «Llamé cuatro veces a la Real y nadie me hizo caso a raíz de lo de las bengalas. El presidente habló con alguno, pero tampoco se hizo nada o por lo menos las medidas no sirven. Podía haber pasado una tragedia, nos hemos librado por los pelos», dice José Mari Lasa. Él tiene en la cabeza una posible medida, pero que debe implementar la UEFA: «Tendrán que sancionar a los equipos quitándoles puntos para de verdad acabar con esto. ¿Qué me les da pagar 50.000 euros de multa? Si ganando ayer se embolsaron 10 veces más».
Peio Godoy Socio de la Real
«Los trozos de sillas y cristales llegaron a golpear a la gente en la cabeza»
Peio Godoy, socio de toda la vida de la Real, vio de muy cerca todo lo sucedido, desde uno de los palcos ubicados justo debajo de la zona de los ultras: «Menudos impresentables. Fue la hostia. Imagínate de cómo fue que ni me enteré de los dos goles que metieron, todos estábamos mirando para arriba». Así lo cuenta Peio: «A la gente le empezaron a caer trozos de sillas y cristales; yo tenía al lado un chaval de cinco años que no volvió a hablar en toda la noche, del miedo que tenía. ¿Cómo puede pasar esto en 2024? Yo me habría ido a casa en la primera parte. Me daba igual el partido».
Los allí presentes iban preparados para tener que soportar cualquier espectáculo bochornoso, pero no daban crédito a lo que comenzó a pasar: «Al principio pensaba que eran almohadillas lo que tiraban, pero empecé a ver trozos rotos de sillas y cristal. La gente de la Real tiró trozos de sillas al campo, algunos que acababan en punta, pero que pararan el partido y no lo pararon. Era muy peligroso». Esa inacción del árbitro y de los delegados de la UEFA indignó a todos: «Me parece gravísimo. Tuvieron que parar el partido los jugadores de la Real. Lo tenían que haber parado mucho antes. Igual que tienen que reubicar esa grada y poner a esa gente debajo. Algun día pasará algo muy grave, hubo trozos de silla que sí golpearon a la gente en la cabeza. No pasó nada porque no tuvo que pasar. Algún día pasará algo y nos lamentaremos. No es ninguna broma. Los ultras estaban escoltados como si fueran de fiesta al estadio».
Ane y Telmo Aficionados de la Real
«Ama, ¿los malos ganan porque hacen trampa?»
Ane estaba con su padre y su hijo Telmo de seis años disfrutando del partido cuando de repente empezaron ver a los aficionados de la grada familiar correr. «Al principio no entendíamos qué pasaba porque nosotros nos sentamos en el anillo inferior de la puerta 11. Miramos hacia arriba y vimos a dos ultras que habían pasado la valla de seguridad y empezaron a lanzar de todo. Todos nos pusimos a increparles, pero no paraban de tirar cosas. Hubo una pitada tremenda, la gente gritaba que entrara la Ertzaintza y echara a los ultras del campo. Mi hijo me preguntaba qué estaba pasando y qué quienes eran esos de negro. Mi padre y yo le contamos que los del equipo rival se habían enfadado porque la Real iba ganando y habían empezado a romper y tirar cosas. Y en mitad de todo el lío cogen y nos remontan. Pero es que ni vimos los goles porque estábamos pendientes de lo que pasaba por si teníamos que irnos del campo. Ya en el descanso, con los ánimos más calmados Telmo nos preguntó: '¿Los malos ganan porque hacen trampa?'. No supimos qué responderle, pero esta mañana me he levantado pensando en esa frase».
Iñigo G. Aficionado de la Real
«Tenía que haber parado el partido, es violencia pura en las gradas»
Iñigo G. también sufrió lo sucedido desde muy cerca, en la parte de abajo: «En los momentos previos ya comenzaron a 'motivar' a los de la Real cantando el 'Que viva España' y ahí empezaron a cabrear a muchos, que respondieron con insultos. Rompieron el metacrilato, comenzaron a sacar el dedo, uno se puso de pie y todos los de mi zona se giraron para el ver el espectáculo. Veíamos incrédulos que hacían lo que querían y que iban a más. Y que los guardias de seguridad sólo miraban, alguno parecía pedir refuerzos por el walkie talkie», comienza a relatar.
Hasta allí llegó un delegado de la UEFA, que, lejos de hallar una solución, pudo agravar las cosas: «Los de esa esa zona querían pasar la valla y salir de allí, porque estaban cayendo trozos de sillas y metacrilato y nadie hacía nada. El delegado de la UEFA no les dejaba y algunos padres estaban ya histéricos. Era la sensación que teníamos. ¿Dónde está la Ertzaintza para meterse ahí, sacarlos de allí y poner fundamento?».
Iñigo lamenta que «la espera se nos hizo muy larga» y está convencido de que «había que haber parado el partido». Y lo explica: «Se hace ipso facto con los temas de racismo con Vinícius y no con esto, que es violencia pura en las gradas. No tiene sentido».
Este socio también se acuerda de los más jóvenes cuando repara en estos tristes episodios: «El espectáculo fue penoso, es un mal ejemplo para los niños. Para ver esto, es mejor que no vayan. No se puede disfrutar de un espectáculo cuando estás más pendiente de que no te caiga nada de arriba».
Olaia y Iune Seguidoras de la Real
«Mi hija Iune lo pasó muy mal; en casa seguía con miedo»
Olaia ya tuvo que sufrir en primera persona junto a su hija Iune los incidentes del pasado mes de noviembre con el lanzamiento de bengalas de los radicales del Benfica y de nuevo fue víctima de lo sucedido con los del Anderlecht: «Sigo sin entender cómo está esa grada de los ultras encima de la Grada Familiar», exclama, incrédula.
Creía esta aficionada que no se podían repetir los mismos hechos, pero ya desde el principio del partido ante los belgas comenzó a intuir que se mascaba algo: «Se escuchaba cómo daban golpes para reventar el muro de metacrilato con algo de metal; era increíble cómo se escuchaba».
La UEFA no quería proyectar una mala imagen de cara al exterior y la realización del encuentro por televisión apenas ofreció planos de lo que estaba sucediendo: «Yo grabé unos vídeos para mandárselos a mi madre, que estaba viéndolo por la tele, para explicarle qué estaba pasando y para decirle que a nosotras no nos había pasado nada».
Olaia se ubica en esa Grada familiar con su hija Iune, de nueve años: «Nos pasan cosas año a año. Iune lo pasó muy mal, sufrió y en casa seguía con miedo. De hecho, se ha levantado de la cama gritando: '¿Siguen tirando banquetas?'. Está con mucha ansiedad».
Si cualquier adulto es presa de la incomprensión cuando es testigo de estos hechos, los niños tampoco lo pueden entender, aparte de ser más impresionables: «Mi hija me preguntó a qué venimos, si al fútbol o qué. Le dije que se supone que sí, que a ver fútbol; pero no sabes ni qué decirle. La niña me decía: 'Vámonos'. Pero yo me preguntaba por qué me tengo que ir yo. Que paren el partido, les echen y luego se reanude. ¿No lo hicieron en el partido del Real Madrid con el Atlético? Pues que hagan lo mismo. Es lo mismo que ha dicho Oyarzabal».
Hubo momentos de mucha tensión, como la huida de los 'realzales' que estaban justo debajo de los ultras: «La gente de esa grada saltaba hacia nosotros para protegerse. No sabían qué hacer. Hay chicos a los que no dejaron pasar, otros saltaron la valla con niños y otros directamente se fueron del estadio».
Los realistas se sintieron muy desprotegidos asimismo. Así lo explica Olaia: «Había allí un responsable de seguridad y le dijimos que a ver si no iban a hacer nada. Nos respondió que no podían hacer nada, que eran muchos y la podían liar. Pero a nosotras ya nos cachearon. De hecho, antes del partido contra el Madrid, nos hicieron abrir la pancarta que tenía la niña para pedir una camiseta, para que no hubiera un insulto racista a Vinícius. Yo vi cómo entraban 10 ó 15 ertzainas al descanso; en el segundo tiempo no pasó nada porque la Ertzaintza se puso delante de la cristalera».
Los aficionados también se indignaron cuando vieron a los seguidores del Anderlecht acudir adonde estaba su afición para agradecerles su apoyo. Lógicamente, hubo seguidores que afearon ese gesto, igual que jugadores como Oyarzabal, Barrene y Odriozola: «Y encima que vayan a saludarles. Yo vi a un jugador de ellos encarado a la grada haciendo el gesto con las manos en las orejas como diciendo que les dijeran más cosas».
Iune, niña de nueve años, ha recibido asimismo insultos porque también es aficionada del Betis: «Ha conocido el fútbol tóxico y a estos partidos europeos va a tener que dejar de ir. No se puede venir a Anoeta a sufrir. Y a pesar de todo, de momento quiere seguir viniendo».
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