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Cuando el Sevilla ganó su primera Europa League en 2006, a José Luis Mendilibar le acababan de echar del Athletic tras dirigir al equipo bilbaíno durante solo nueve jornadas. El Zorro de Zaldibar llegó al Athletic después de deslumbrar en el Eibar, donde fue mentor ... de David Silva, antes de hacer soñar con cotas mayores al Lanzarote en Segunda B.
Fue su primera excursión fuera del País Vasco, en el césped artificial de los majoreros, donde conoció en una eliminatoria de Copa del Rey a Monchi, director deportivo de un Sevilla que visitó tierras canarias hace dos décadas con el malogrado José Antonio Reyes y Joaquín Caparrós al frente. Más de 1.600 kilómetros separan Arrecife -donde el técnico vizcaíno dio el paso definitivo para ser entrenador profesional- de la capital hispalense, a la que llegó hace poco más de dos meses para hacerse cargo de un equipo en ruinas y al que ha convertido en campeón de la Europa League.
«Con tanto piropo me siento gilipollas, Veinte años en Primera y parece que no me conocía nadie», decía hace días Mendi, como le llaman sus allegados, en una de las muchas entrevistas en las que demuestra ser un tipo normal, sin estruendos, y en las que divulga el odio eterno al fútbol moderno. «Soy antientrenador moderno. No voy con la tableta debajo del brazo, ni estoy ante el ordenador todo el día.», le dijo a Vicente del Bosque en una charla en Ipurua durante su segunda etapa como entrenador del equipo armero. Antes de esta aventura en la comarca del Bajo Deva, su figura estuvo asociada a Valladolid, Osasuna y Levante, donde solo duró ocho partidos.
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El fútbol es una trituradora de técnicos y Mendilibar, ejemplo del deporte de calle, el sencillo y sin los postureos actuales, no tiene aún su renovación garantizada pese a ganársela a pulso. Que a día de hoy se debata sobre su continuidad es una ofensa a la lógica y al fútbol.
Mendilibar resucitó a un conjunto andaluz que iba dando tumbos en Primera, coqueteando con la Segunda División a manos de Jorge Sampaoli, quien dejó, eso sí, al equipo con el caramelo de enfrentarse al Manchester United en los cuartos de final de la Liga Europa. «No me ha tocado en la tómbola estar aquí. Hay una trayectoria», afirmó el propio Mendilibar en la sala de prensa de Old Trafford.
Otro club hubiera pensado solo en la salvación y hubiera aparcado todo lo demás, reconocía recientemente el técnico vasco, que en su última etapa en la máxima categoría del fútbol español había dirigido al Alavés, donde no le fueron nada bien las cosas en el banquillo de Mendizorroza.
«No estoy engorilado con lo que estamos haciendo. En cuanto pierda dos partidos me van a dar hostias por todos los lados», admitía recientemente un técnico que sabe que la paciencia se ha convertido en una virtud cada vez más difícil de encontrar en el fútbol profesional.
Los de Nervión escaparon con fuerza de la zona de descenso y se abrazaron a su competición fetiche. Nadie quiere a la Europa League como la quiere el Sevilla. Se deshicieron de los Diablos Rojos en una eliminatoria épica, con Rashford y todo, se cargaron a la Juventus en una noche inolvidable en el Sánchez Pizjuán, y han acabado con la leyenda de José Mourinho en las finales europeas. Mendilibar es la prueba de que, a veces, solo se necesita una gran oportunidad.
El efecto Mendilibar como salvador radica en la gestión del grupo para darle el equilibrio perdido a un equipo y una afición que no vivía una unión así desde los tiempos de Unai Emery o Juande Ramos, que entró en la élite del fútbol continental en apenas quince meses en los que conquistó cinco títulos: Dos UEFAS, Supercopa de Europa, Copa del Rey y Supercopa de España.
«No he vuelto loco a nadie. Sobre todo destaco la sencillez, que es una cosa clave en fútbol. A los jugadores no les pido raíces cuadradas, sino sumas y restas», expuso en su momento el vizcaíno, artífice de la mutación de un equipo que iba camino directo del matadero a principios de marzo.
Un técnico pasional como gusta en Nervión que ya no parece tanto de transición. El vestuario está con él y espera que se quede, aunque en la directiva todavía son reacios a pronunciarse con claridad sobre su continuidad. «Vamos a hablar de fútbol», decía Mendilibar con un mensaje tan claro como el que traslada a sus futbolistas para explotar sus cualidades cuando le preguntaron sobre el 'caso Vinicius'. Porque al hombre sin supersticiones, de polo y pantalón de chándal, no le gusta el ruido ni el caos. Centrado solo en el deporte al que se dedica, su victoria es la de lo simple, con sus éxitos y sus desengaños.
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