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Rodrigo Errasti Mendiguren
Miércoles, 13 de abril 2016, 09:36
El Atlético está decidido a completar sus vitrinas con una 'orejona' que rozó pero se le escurrió entre los dedos por dos veces con cuarenta años de diferencia. Tiene una determinación absoluta en forzar una tercera cita, esa en la que exorcice todos sus demonios. ... Esa fe rojiblanca se llevó por delante al campeón de Europa, que lleva semanas dando sensación de haberse colapsado física, moral y futbolísticamente. Su tridente es romo y ya no pincha, suma tres derrotas en un abril triste, que le sacado de Europa y le ha condenado por mantener una Liga que tenía casi ganada. Podrá aferrarse a que en la última jugada le pudieron pitar un penalti con el que hubiera forzado una prórroga que no mereció. Fue inferior a la legión de rivales que tuvo enfrente, los once del campo y los de las gradas.
La afición madrileña creyó en la remontada desde el primer momento. Aferrada al 'Juntos hacia la victoria' y el Nunca dejes de creer', y con cuatro canteranos en el once, derrochaba ese optimismo vital que acompaña a la etapa del Cholo, completamente alejado de la angustia que vivió el club al principio de este siglo. Dicen que el pesimista muere dos veces, por eso el todo el que lucía colores rojiblancos rememoraba la eliminatoria de 2014, cuando de la mano del Tata Martino el Barça se despeñó en abril cuando aspiraba a todos unas semanas antes.
El de Luis Enrique parecía otra cosa, la pasada campaña conquistó el triplete y hasta marzo prolongó una racha de 39 encuentros sin perder que quebró el eterno rival de ambos cuando menos se esperaba pero tras Villarreal ya no es el mismo. Todo ello, con el mejor árbitro de Europa en el césped hacía pensar que el duelo sería el mejor de los cuartos de final de la Champions y su ganador será claro favorito a levantar la 'orejona' en Milán.
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El Atlético tenía claro el plan (jugar con el reloj, esperar el fallo rival, aprovechar sus armas por alto) y el objetivo final: el 1-0. Por eso salió a presionar arriba en los primeros minutos, como en 2014, y Gabi hizo el primer remate peligroso cuando aún no se había pasado el furor y las gargantas rugían tras el himno de la Champions. Carrasco, una pesadilla para Alba, y Griezmann comprobaron que Ter Stegen tiene manos además de buenos pies. Enfrente el Barcelona optó por calmar a la fiera sólo manteniendo la pelota. La idea era sólo contemporizar, y evitar así las carreras locales porque la posesión era estéril, no era eficaz para sumar pases y se perdía en intentonas demasiado individuales sin pisar área rival.
La clase de Saúl
Parecía aplicado en defensa, tanto que hasta Messi hizo 30 metros hacia atrás para evitar un contragolpe del gamo Carrasco, que fue una pesadilla aunque le faltó acierto para redondear su noche. El crack argentino apenas intervenía en la banda y optó por irse al centro, pero con el mismo poco éxito ya que colapsaba por dentro.
En el equipo rival siguieron buscando abrir el campo, especialmente Alba cometía errores, y un centro al área de Saúl, con el exterior demostrando su clase, lo embocó de modo soberbio de cabeza Griezmann. El plan de Cholo para el 1-0 quedó completado, pero faltaba lo más difícil para ejecutarlo: que Oblak no encajase. Antes del descanso le probó desde lejos Neymar, pero le esperaba lo peor en la segunda. En los anteriores tres duelos entre ambos en la campaña siempre se había adelantado el Atlético, pero habían remontado los azulgranas.
Aunque pueda parecer inaudito a estos niveles, la ansiedad pareció agobiar al campeón, que concedía una ocasión en cada error. Saúl, en plena progresión, estrelló en el larguero su opción para el 2-0. Fue de cabeza, otra de sus virtudes. Estaba grogy el Barça, con el tridente desconectado. La solución parecía modificar algo, aportar un centrocampista más y quizá arriesgar pasando a defensa de tres.
Lo primero que hizo antes de mover el banquillo fue colocar a Piqué por momentos de '9' y situar a los laterales muy abiertos. Eso era dejar un abismo a la espalda de los centrales, casi 30 metros y una contra podía ser clave. La tuvo Griezmann pero llegó fundido para el mano a mano ante Ter Stegen. La última media hora se completó sin Rakitic y Alves, horrible, por otros dos 'jugones' más: Sergi Roberto y Arda, que pagó el estado de nervios de la que fue su afición.
Parecía acorralado el Atlético, pero realmente es un equipo que parece disfrutar el discurrir de esos minutos interminables que harían temblar a cualquier otro más si está Luis Suárez delante, que aún negado con el gol genera un incendio de expulsión a la mínima pelota dividida. Ese vértigo del gol rival, la emoción del gol propio en un contragolpe mantenía enchufado al Atlético y a su afición, que cantó al Cholo consciente de que con el argentino el club ha regresado a una status europeo que parecía quimérico hace un lustro. Y sucedió lo segundo, cuando Iniestacometió penalti como paso previo a que Griezmann certificase su gran noche y la fiesta atlética desde los once metros.
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