El juicio a Luis Rubiales entra en su recta final tras la declaración este miércoles del resto de acusados, quienes han rechazado las acusaciones de que coaccionaron a Jennifer Hermoso o a su entorno para que cambiara su versión sobre el beso del expresidente de la Federación Española de Fútbol (FEF) tras la final del Mundial de 2023.
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El primero en comparecer ha sido Jorge Vilda. El entonces seleccionador absoluto del combinado femenino ha declarado que no presenció el beso de Rubiales al ser el penúltimo en la fila de la entrega de medallas, aunque después sí que escuchó «comentarios» al respecto. «Conozco a Hermoso desde hace muchos años. No noté que ella estuviera rara, pero es verdad que estaba muy pendiente del pronóstico de mi hija, que estaba ingresada en el hospital» por un ataque de apendicitis, explicó.
Vilda, madrileño de 43 años y actual entrenador de la selección femenina de Marruecos, sí precisó que en el autobús de camino al aeropuerto «había mucho jolgorio» por la celebración y que en ese momento fue Rubiales quien le comentó lo sucedido en la entrega de medallas. Ya en el avión de regreso a España, señaló que en las primeras horas «descansamos un poco» y entonces empezó a ver noticias sobre la «bola mediática» que se estaba creando en torno al beso.
El acusado, quien se enfrenta a un año y medio de prisión e inhabilitación por el mismo periodo para entrenar, admitió también en la penúltima sesión del juicio que escuchó conversaciones en las que estaban «Luis Rubiales, Rafael del Amo (directivo de la FEF), Chema Simón (jefe de gabinete del presidente), Pablo García Cuervo (jefe del departamento de comunicación), en ocasiones Javier Matallanas (departamento de prensa)... en las que se hablaba del impacto mediático que estaba teniendo el beso y de buscar un consenso, un comunicado, un video, pero nada especÍfico». «Daban vueltas sin saber qué hacer para pararlo», subrayó Vilda.
«Se estaba dando mucha más importancia a algo que había pasado y se estaba restando importancia a la celebración, por lo que prioricé los próximos acontecimientos deportivos como los Juegos Olímpicos, para no empañar un éxito deportivo», añadió ante el juez. «No presencié la presión que se estaba ejerciendo sobre ella», declaró para negar las presuntas coacciones.
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Sobre por qué no trató este asunto con la futbolista en el avión, Vilda confesó que «no vi oportuno hablar con Jenni», aunque reconoció que «después de haberla escuchado en el juicio igual le tendría que haber preguntado cómo estaba». «En ese momento no quería importunarla, estaba con sus compañeras, en su celebración, y no quería molestarla», ha justificado el acusado, que ha reconocido que no ha vuelto a hablar con Hermoso desde el Mundial de 2023. «Lo que todo el mundo veía y sentía era alegría, jolgorio, celebración...a nadie se le encendió una luz de alarma», explicó.
Además, Vilda ha tratado el asunto más sensible del escrito de acusación de la Fiscalía: los «cinco minutos» de conversación, especificó, con la familia de Jenni Hermoso en el avión y su petición para que grabara un vídeo con Rubiales en la escala de Doha. «Fui a hablar con su hermano, preocupado por ella, por lo que podía suponer la presión mediática y le pedí (a Rafael Hermoso) buscar una fórmula para normalizar la situación pensando en el futuro, en la celebración y en mi selección. Le dije de hacer algún tipo de comunicado», admitió.
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«En ningún caso me pidió Rubiales que hablara con él, fue una idea mía. Además el hermano tildó el beso de anecdótico y de algo sin importancia cuando charlamos. Es falso que yo le pidiera que hablara con ella. No le avisé de las consecuencias personales y profesionales para Jennifer (si no grababa el vídeo)», argumentó Vilda para neutralizar la versión incriminatoria del testigo de referencia en el juicio. «Allí (en el avión) era la importancia que se le daba, otras cosa es la bola mediática que se había formado en los medios de comunicación», zanjó.
Tras Vilda declaró Albert Luque, exdirector de la selección masculina de la federación. El exfutbolista catalán de 46 años sólo contestó a las preguntas de las defensas, a las que aseguró que Jennifer Hermoso y él eran «muy amigos desde hace años». Luque ha contado que no fue al Mundial de Australia y Nueva Zelanda, pero sí al viaje a Ibiza y quiso interesarse por ella, pero como no recibía sus mensajes se acercó al hotel para verme con ella y ésta no quiso. «Escribí a Jenni diciendo que estaba abajo por si quería hablar, pero me dijo que no quería hablar con nadie y que gracias por interesarme», señaló.
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En su lugar el acusado se citó con Ana Ecube, una amiga de la jugadora que viajó con ella a la isla y que ha testificado en la vista oral. «Yo al final estaba en medio de dos amigos, Jennifer Hermoso y Luis Rubiales. Me dijo que ella solo quería disfrutar del momento y me sentó mal que no me recibiera con la cantidad de favores que le ha hecho él en ocasiones anteriores», explicó. Luque sí reconoció que se dio cuenta de que «todo se estaba magnificando» y lamentó los «desafortunados» mensajes de móvil que le envió a Ecube reprochando la posición inmovilista de la futbolista. Uno de los indicios documentales más claros de las coacciones para la Fiscalía.
Por último compareció Rubén Rivera. El otro cargo de la FEF acusado de coaccionar a la jugadora o a su entorno solo contestó también a las defensas. Manifestó que no se enteró de la polémica «porque me puse a trabajar desde el avión» en la fiesta de la celebración hasta que una persona, «un patrocinador», le enseñó la imagen del beso por una fotografía viral entre Iker Casillas y Sara Carbonero, emulando esta polémica.
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Rivera aseguró que «nunca» recibió una llamada para desactivar la polémica del beso en Ibiza y al ser preguntado sobre su presencia allí explicó que él era el único representante de la federación y el organizador de la estancia. «Es alucinante que yo esté aquí porque alguien está diciendo que ese viaje lo pagó la federación, cuando no fue así. Mis funciones eran todas. En Ibiza yo era José Luis López Vázquez en la película 'Atraco a las tres': era admirador, amigo, esclavo, siervo...si querían bikinis, bikinis; si querían ostras, ostras», comentó el acusado con cierto tono de suficiencia.
«Que algo tan inocuo como pasar a alguien un teléfono esté aquí sentado (en el banquillo) es como un 'thriller'. No presioné a Jennifer para que hablara con la federación. Además, pruebas y datos matan el relato», incidió Rivera, al que el juez le requirió que se centrara. «No se traiga un rollo preparado porque las consecuencias pueden ser graves», le avisó.
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