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«Ha fallecido Edson Arantes do Nascimento, pero no Pelé; Pelé es inmortal». Estas palabras de Andrés Rueda, el presidente del Santos, condensan a la perfección lo que el astro brasileño, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, representaba para los suyos. El ... día después de la muerte de O Rei, no solo Sao Paulo y sus alrededores, sino todo Brasil lloró en silencio la pérdida de su icono, en un impás antes del velatorio que tendrá lugar el lunes y paralizará por completo el país.
El definitivo adiós será el martes, cuando una procesión portará el féretro por la ciudad costera de Santos, hasta el cementerio Necrópolis Memorial Ecuménico, donde será enterrado en una ceremonia privada con los familiares y allegados más directos. La ceremonia de investidura de Luiz Inácio Lula da Silva como presidente de Brasil, que se celebrará mañana, obliga a la espera. Mientras tanto, el cuerpo del mito permanecerá en la morgue del Hospital Israelita Albert Einstein, donde falleció tras casi un mes ingresado, después de agravarse seriamente su estado de salud ante la falta de respuesta al tratamiento contra el cáncer de colon que padecía.
Después, el féretro del astro brasileño permanecerá durante 24 horas en el estadio Vila Belmiro, el hogar del Santos que Pelé encumbró como el mejor equipo de Brasil y también del continente americano. Allí se velará al símbolo por excelencia del fútbol 'verdeamarelo', del 'jogo bonito', antes de emprender un cortejo fúnebre por las calles de la localidad que acogió e hizo inmenso al joven Pelé.
El recorrido pasará también por la casa de la madre del exfutbolista, que aún vive y tiene cien años. María Celeste Arantes alcanzó la centena el pasado 20 de noviembre, cuando su hijo la homenajeó en su cuenta de Instagram con dos fotos de época, en blanco y negro, y unas palabras: «Desde pequeño me enseñó el valor del amor y la paz. Tengo más de cien razones para estar agradecido por ser tu hijo. Les comparto estas fotos, con mucha emoción, para celebrar este día. Gracias por cada día a tu lado, mamá».
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Y es que O Rei estaba muy apegado a su madre y también a su padre, el exjugador João Ramos do Nascimento, conocido como Dondinho. La biografía de Pelé, siempre a medio camino entre la crónica y la leyenda que construye el mito, cuenta que tras el Maracanazo de Uruguay ante Brasil en el Mundial de 1950, el entonces niño de nueve años vio a su progenitor llorar. Impactado, le prometió que llevaría a la selección brasileña hasta la cima del fútbol, un sueño que lograría apenas ocho años después, siendo un adolescente, en la lejana y fría Suecia.
Pelé levantó al Brasil futbolístico de las cenizas de aquel impensable descalabro en Maracaná y lo llevó al estatus del que hoy goza, como la nación más laureada en la historia de los Mundiales, en la que cualquier persona de todo el mundo piensa inmediatamente cuando se habla del deporte del once contra once. Pelé vuelve ahora a unir al país después de otra decepción de la selección 'verdeamarela' en Qatar y, más allá del deporte, de un proceso electoral entre el progresista Lula da Silva y el ultraconservador Jair Bolsonaro que amenazó con resquebrajar definitivamente la convivencia en el gigante sudamericano.
«Tuve el privilegio que no tuvieron los jóvenes brasileños: vi jugar a Pelé, en vivo, en el Pacaembú y Morumbí. Jugar, no. Vi a Pelé dar un espectáculo porque cuando le llegaba el balón siempre hacía algo especial», recordó Lula da Silva, el vencedor de los últimos comicios, en sus redes sociales. «Con pesar, lamento el fallecimiento de un hombre que a través del fútbol llevó el nombre de Brasil al mundo. Convirtió el fútbol en arte y alegría. Que Dios consuele a tu familia y te acoja en su infinita misericordia», coincidió por una vez el derrotado en las urnas Bolsonaro, su gran rival político, que desde el ejercicio de la Presidencia de Brasil en funciones declaró tres días de luto.
Capaz de producir un consenso impensable en cualquier otro orden de la vida, no resulta extraño el enorme cariño que la figura de Pelé despierta entre los brasileños. Nadie duda en el país del 'jogo bonito' cuando se discute quién fue el mejor de la historia. «Nos proporcionó alegría incluso en nuestros momentos más tristes», dice emocionado Antonio da Paz, de 67 años, que a las puertas del hospital de Sao Paulo donde la leyenda falleció expresa con elocuencia su colosal dimensión en el imaginario popular.
A la espera de un velatorio digno de un jugador que era mucho más que eso, curiosos, admiradores y principalmente periodistas aguardaban en los alrededores del estadio Vila Belmiro. En una jornada nublada y lluviosa, acorde al sentimiento general, mientras trabajadores del Santos ultimaban los últimos detalles en la instalación en forma de carpa que acogerá el multitudinario acto de despedida, un mensaje proyectado en el marcador electrónico del estadio rezaba: 'Gracias, Pele'.
El recuerdo también llegó lejos de Sao Paulo. A 300 kilómetros de distancia, en su localidad natal, Três Corações, una multitud de personas se acercaron a la Casa Pelé, una reconstrucción del hogar donde el astro nació en 1940 y pasó sus felices días de infancia. Los visitantes rememoraron las hazañas del legendario exfutbolista en esta instalación que muestra sus orígenes humildes y fue construida en base a los recuerdos de su madre, con un retrato de boda de sus progenitores, una antigua radio, muebles de época y colchones de paja.
Del sencillo hogar a la monumentalidad de Río de Janeiro, donde el icónico Cristo Redentor se iluminó de verde y amarillo, los colores de la 'Canarinha' que tantas veces lució Pelé, el futbolista «inmortal» que vengó la terrible afrenta del Maracanazo.
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