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La temporada de clubes acabó en mitad de la tempestad sobre el VAR. Intervenciones cuestionadas, excesivamente prolongadas en el tiempo, criterios difusos sobre las manos en las áreas, confusión entre jugadores, entrenadores y aficionados... Hasta teorías de la conspiración en favor de uno u ... otro. Un auténtico huracán. Cuántas veces se dijo aquello de «este no es el VAR del Mundial». Y es que fue en aquella cita de Rusia en 2018 cuando el videoarbitraje escenificó su puesta de largo en un gran evento, con un funcionamiento prácticamente modélico y una aceptación más que satisfactoria.
Luego, el árbitro asistente de vídeo llegó a las grandes ligas y aunque la primera campaña fue correcta, la valoración general sobre el VAR ha ido bajando puntos de forma alarmante hasta casi dar la razón a aquellos que pronosticaban que la introducción de la tecnología en el ancestral fútbol iba a suponer el final del juego tal y como se conocía hasta entonces.
Ha sido necesario otro gran torneo de selecciones para reflotar el videoarbitraje, pues más allá de alguna situación puntual, su intervención en esta Eurocopa está siendo tan correcta que casi parece que no esté. De sospechoso habitual ha pasado a testigo casi invisible y ya se sabe que cuando del arbitraje se habla poco es que la cosa ha ido bien. Apenas una intervención cada tres partidos en la fase de grupos, menos faltas, menos amonestaciones y más tiempo efectivo de juego, uno de los aspectos que más suspicacias suscitaba a la hora de implantarlo.
Tal y como desveló Roberto Rosetti, presidente de la Comisión Arbitral de la UEFA, el tiempo medio de intervención en la Eurocopa está siendo de apenas cien segundos, una mejora sustancial respecto a los 120 de la Liga de Campeones y los 125 de la Liga, según los propios datos que el Comité Técnico de Árbitros (CTA) facilitó a la conclusión del campeonato liguero. Esta demora en cada actuación es uno de los objetivos de mejora fundamentales del arbitraje español, tal y como ha reconocido en varias ocasiones Carlos Velasco Carballo, presidente del CTA. Y es que más allá de que existan menos intervenciones, algo que también depende en muchos casos del propio juego, la diligencia a la hora de solventar estas acciones condiciona la sensación de efectividad y atenúa la polémica.
Las manos en las áreas, que tanto dieron que hablar en el tramo final de la campaña y que regresan ahora al clásico criterio de la intencionalidad a la hora de juzgarlas, según anunció Internacional Board (IFAB), el organismo encargado de la normativa arbitral para el fútbol de todo el mundo, apenas han tenido trascendencia en la Eurocopa. Sí ha habido otras jugadas comprometidas bien solventadas por el VAR, como la temeraria entrada del sueco Danielson sobre el ucraniano Besedin, una acción de juego brusco grave que el italiano Orsato solventó con una amarilla y que el videoarbitraje arregló con una recomendación de roja directa que era de libro.
Esa acción constituye un ejemplo práctico de lo que el protocolo de actuación del VAR establece, pues la sensación en este torneo es que se ha limitado su actuación a las jugadas flagrantes, evitando cualquier intervención en otras que se consideran de pura interpretación del árbitro de campo. Así ocurrió por ejemplo en el dudoso penalti que el esloveno Vincic señaló en el Bélgica-Italia de cuartos por un leve contacto de Di Lorenzo sobre el eléctrico Doku. Demasiado castigo para la intensidad de la acción, pero discutible en cualquier caso. Así lo entendieron desde el VAR, que en la Eurocopa se limita a solventar lo evidente, pasando casi inadvertido y evitando así las iras del aficionado.
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