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Pablo Lodeiro
Miércoles, 19 de junio 2024, 01:02
Que Kylian Mbappé se rompiese la nariz en el debut de Francia en la Eurocopa, pírrica victoria contra Austria (0-1) el lunes, y que su baja pueda prolongarse durante varios partidos, no fue ni de lejos la gran noticia del día ... en lo que se refiere al nuevo astro del Real Madrid. Con el prominente órgano fuera de lugar, sangrando Kylian sobre el verde del Merkur Spiel Arena de Düsseldorf, retumbaban las palabras que había pronunciado el día anterior al esperado duelo. «Los extremos están a las puertas del poder». Podría ser una cita de un gran político o de un reconocido historiador, pero fue el futbolista el que decidió tomar el micro para zambullirse de lleno en la campaña política en la que está sumido el país galo.
Los próximos 30 de junio y 7 de julio, aún con el torneo futbolístico en disputa, se batirán en duelo por la presidencia de la República el partido 'Renacimiento', liderado por el hasta ahora presidente Emmanuel Macron, y la 'Agrupación Nacional', de extrema derecha, con un discurso claramente antiinmigrante y dirigida por Marine Le Pen, que viene de arrasar en las últimas votaciones para el parlamento Europeo. Crucial batalla que definirá el futuro del país y en la que el equipo nacional se ha convertido en un arma electoral más. Mbappé ha sido el más claro, y su papel de líder del equipo ha revolucionado el escenario, pero otros de sus compañeros como Ousmane Dembélé, Olivier Giroud y Marcus Thuram también han utilizado el altavoz que les proporciona el fútbol para oponerse a Le Pen.
No han gustado las declaraciones de los atletas a la agrupación política, que incluso ha llegado a asegurar de la mano de su vicepresidente, Sébastien Chenu, que no acepta «que personas tan alejadas de la realidad den lecciones al resto de franceses». Pero el núcleo duro del equipo piensa que en este caso está totalmente justificado el utilizar el deporte como megáfono, pues son muchos de ellos los niños que en su día no consiguieron una integración idílica, víctimas de un discurso que lleva arraigado en Francia mucho tiempo.
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Siempre se ha mirado con lupa al combinado galo, desde dentro y desde fuera, ya que en su historia reciente el grupo ha estado integrado por muchos futbolistas de origen inmigrante o que directamente ni siquiera habían nacido en Francia. Se han hecho avances y si antes les costaba cantar 'La marsellesa' en la previa de los grandes duelos, ahora todos se sienten franceses y entonan las estrofas revolucionarias como el más grande los patriotas.
Pero el fútbol es un reflejo de la sociedad y si en los últimos años la nación gala ha visto cómo ha aumentado el número de ciudadanos de origen extranjero, su combinado nacional no ha sido una excepción. De sus 25 integrantes en la actual Eurocopa, solo tres de ellos han nacido fuera de Francia. Son el portero Brince Samba, originario de la República Democrática del Congo; el centrocampista Eduardo Camavinga, que nació en un campo de refugiados de Mejide, Angola, cuando sus padres huían de la guerra del Congo; y Marcus Thuram, hijo del mítico Lilian y que vino al mundo en Italia cuando su padre jugaba en la Juventus. Pero, en total, son 21 los que tienen sangre extranjera por sus venas y 15 las nacionalidades diferentes a las que representan.
El guardameta Mike Maignan es de la Guayana francesa, que es territorio del país en ultramar, y su madre es de Haití; su homónimo Alphonse Areola es el fruto de un matrimonio de origen filipino. En la defensa está Ibrahima Konaté, cuyos padres son de Mali, mientras que Dayot Upamecano (Guinea-Bissau), Theo Hernández (España), Jules Koundé (Benín), Ferland Mendy (Senegal) y William Saliba (Líbano y Camerún) también cuentan con orígenes fuera de las fronteras galas.
En el centro del campo, Antoine Griezmann tiene sangre portuguesa, Youssouf Fofana maliense, Warren Zaïre-Emery es de Martinica (también territorio francés), N'Golo Kanté de Mali y Aurélien Tchouaméni de padres cameruneses.
Por último, su gran astro, Mbappé, es de padre camerunés y madre argelina. El progenitor de Ousmane Dembélé es de Mali y su madre posee sangre de Senegal como de Mauritania. Randal Kolo-Muani tiene sus orígenes en el Congo, mientras que Kingley Coman sitúa sus raíces en la isla caribeña de Guadalupe y Bradley Barcola, en Togo (de hecho, su hermano juega con la selección africana).
Eso nos deja con solo cuatro futbolistas de la selección nacidos en Francia y con ancestros franceses. Son los defensas Benjamin Pavard y Jonathan Clauss, el centrocampista Adrien Rabiot y el delantero Olivier Giroud. Un número reducido en comparación con otros combinados continentales pero que refleja qué es Francia ahora mismo. Un país que en su día tuvo un extenso imperio colonial, que falló como tantos otros a la hora de la integración y que cuenta con una selección que muestra su realidad al resto del mundo.
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