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Juan Carlos Barrena
Lunes, 15 de julio 2024, 12:43
«Hemos vivido la fantástica fiesta del fútbol en el corazón de Europa que todos deseábamos. Nuestro país ha sabido presentarse como buen anfitrión». Con estas palabras la ministra alemana de Interior, la socialdemócrata Nancy Faeser, hacía este lunes su resumen de la Eurocopa y ... expresaba su satisfacción por un desarrollo del torneo sin sobresaltos, con escasos incidentes puntuales y con incontestable ganador. «España ha ganado merecidamente el título», afirmó la ministra germana.
Frente al triste mundial de Catar, prácticamente sin visitantes extranjeros y con estadios semillenos de trabajadores extranjeros acarreados en autobús, el europeo de Alemania ha sido una fiesta, dentro y fuera de los estadios. Además del público que abarrotó el estadio olímpico berlinés, casi 120.000 personas se congregaron ante las pantallas gigantes junto a la Puerta de Brandeburgo para disfrutar de la final, que tuvo una cuota de mercado televisivo en Alemania del 67,4%. Y eso que no jugaba el equipo nacional.
«Ha tenido un desarrollo muy pacífico, la gente se ha divertido y tenía ganas de disfrutar unida, sin importar la nacionalidad. Se han agotado las entradas de todos los partidos y en las 'Fan Zonen' se reunieron durante la Eurocopa más de seis millones de personas. Todo esto es muy positivo. La Eurocopa de 2024 ha sido un éxito total», afirmaba a su vez Philipp Lahm, antiguo internacional alemán, campeón mundial en 2014 y director del torneo, a la hora de hacer balance. «El nivel ha sido bueno y las presuntas pequeñas naciones se han mostrado combativas», señala Lahm en declaraciones hoy al tabloide Bild.
Aunque no se repitió el llamado «cuento de verano» de 2006, cuando Alemania fue anfitriona del mundial y el país recuperó su orgullo nacional, el desarrollo del campeonato es visito positivamente por políticos, medios y afición en este país. También porque la selección nacional, pese a ser eliminada por España en cuartos de final, vuelve a ver la luz y resulta un conjunto prometedor tras los años de oscuridad futbolística en la última etapa de Joachim Löw y la nefasta interinidad de Hansi Flick como seleccionadores nacionales.
«Los aficionados perdonan una temprana eliminación si como equipo se muestra una auténtica unidad. Se ha recuperado el vínculo con los hinchas», afirma Lahm, que elogia la labor del nuevo mister germano, Julian Nagelsmann. «En los últimos tres meses se ha presentado una selección nacional con la que es posible identificarse», añadió el director de la Eurocopa, mientras la ministra de Interior subrayaba que «la confianza y unidad que han mostrado nuestros muchachos son alentadoras para el futuro del fútbol alemán».
Entre las escasas críticas a los organizadores, el pésimo funcionamiento de los ferrocarriles germanos Deutsche Bahn. Sus obsoletas infraestructuras, falta de material y escasez de personal hicieron que muchos aficionados llegaran tarde a los estadios o sufrieran retrasos apreciables en sus viajes por el país. Tras la cancelación a última hora de su viaje en tren de Wolfsburg a Dortmund para la semifinal ante Inglaterra por una avería, la selección de los Países Bajos tuvo que fletar un avión a última hora para llegar a tiempo a su compromiso futbolístico y suspender la rueda de prensa previa al partido.
Y el torneo también tuvo sus polémicas políticas. La selección ucraniana denunció permanentemente la invasión de su país por Rusia, los hinchas georgianos entonaron canciones en las que maldecían a Putin por intentar arrastrar su nación a la órbita del Kremlin y neonazis austríacos desplegaron una pancarta con el lema ultraderechista «Defend Europa». Y el defensa turco Merih Demiral fue sancionado con dos partidos por mostrar el «saludo del lobo», un gesto que identifica a la organización ultranacionalista «Lobos Grises», que propugna acabar con minorías como la kurda o armenia y los fieles cristianos o judíos.
En Alemania se armó un debate de órdago a cuenta de una encuesta en la que el 21% de los participantes afirmaba desear más jugadores blancos en el once nacional. «Espero no volver a leer nunca más sobre una encuesta de mierda como esa», dijo Nagelsmann a la hora de comentarla, mientras sus pupilos la calificaban de «absolutamente racista». Y el internacional francés Kylian Mbappé contribuyó probablemente de manera decisiva a la derrota de la ultraderecha de Marie Le Pen en las elecciones legislativas galas al advertir a toda la población de origen migrante de su país de las consecuencias de un triunfo de la Agrupación Nacional: «no podemos dejar el país en manos de esa gente».
Pese a todo, de la Eurocopa 2024 predominarán los buenos recuerdos. Como las marchas a los estadios protagonizadas por miles escoceses tras bandas de gaiteros tras agotar las existencias de cerveza en sus ciudades sede o las de los hinchas de los Países Bajos formando un mar de camisetas naranjas tras un autobús de dos pisos del mismo color y entonando una canción que obligaba a parar para dar pasos al unísono a izquierda y derecha. Es como si hubiesen prolongado un mes el festival de Eurovisión con las calles de las ciudades alemanas como escenario.
Los holandeses cantando su «naar links, naar rechts» y los ingleses emulando a Bruce Springsteen a grito pelado con su «Dancing in the Dark». Pese a estar en franca minoría, nuestros vecinos lusos entonaron en Dortmund sin parar su «De Portugal eu sou» ante 60.000 aficionados turcos y los alemanes corearon en la calle y los estadios la versión germana del éxito de David Bowie «Major Tom», motivados y acompañados con frecuencia por André Schnura, un joven saxofonista que se ha hecho famoso en todo el país de la noche a la mañana. Tanto como los dos taxistas y hermanos indios de Hamburgo, Lovely y Monty, que se ganaron las simpatías de la afición alemana nada más comenzar la Eurocopa con un himno a lo «Bollywood».
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