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Viendo el último partido de la selección contra Suiza he llegado a una conclusión teórica sobre la que estoy dudando de si escribir un tratado. El fútbol y las películas de terror obedecen a las mismas leyes. Lo importante en los dos ámbitos es que ... el espectador se lleve sobresaltos, tenga momentos de calma, vuelva a sentir un gran estrés y sufra como una bestia hasta el último momento. Después, el desenlace, que suele ser positivo y tranquilizador. Ver sufrir a los protagonistas también tiene su punto; en deportes con menos suspense, por ejemplo el ciclismo, con contemplar a los corredores pasando las mil y una ya nos sentimos contentos. Pero naturalmente, falta la incertidumbre del fútbol, la posibilidad de un gol inesperado, de una maniobra postrera. ¡Y vaya película de terror que nos proporcionaron los españoles y los suizos el pasado viernes!, digna de la mejor adaptación cinematográfica de Stephen King. Penalti va, penalti viene, nuestros corazones estaban más encogidos que una pasa. Y durante el partido, nada parecía seguro. Casi todos los jugadores de ambos equipos tenían la misma pinta gracias al corte de pelo «en maceta», que tanto triunfa entre los deportistas. Sin embargo, en las filas de los suizos había presencias inquietantes. Por ejemplo el portero, Yann Sommer, que parecía pararlo todo y no inmutarse por nada. Ya podía hacer paradas oportunas y espectaculares, que ni siquiera las celebraba con una sonrisa, lo cual resulta escamente y mina la moral del contrario. Él hubiera sido el frío asesino en el trhiller. Y luego contaban con Shaqiri, una fuerza de la naturaleza, con un físico más propio del rugby que del fútbol y unos rugidos al aire que inspiraban pavor. Este hubiera sido el ogro arrea-mamporros en la peli.

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larioja Sufrimiento sin cuento