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Las polémicas permiten expresar amplias opiniones teóricas, pero en España parecen haber dado paso a los reproches tras el segundo partido de la selección. El reproche es mucho más mísero y cicatero, pero su principal característica es que explota como un fuego artificial ... lanzando chispas en todas direcciones. Después de repasar la prensa veo reproches de todo tipo. Los técnicos son los más aburridos: que si la banda, que si el fallo del penalti… cosas evidentes para decirlas a toro pasado. Me llaman más la atención los reproches variopintos y subjetivos. Por ejemplo, que Rodri haya vuelto a comentar lo fatal que está el césped sevillano ha ofendido a la afición y la ha convertido en un témpano, con lo que los jugadores no se sienten respaldados. Otro: que Luis Enrique cambie a Gerard Moreno inmediatamente después de que este desperdiciara el penalti es una decisión fea y poco elegante que repercute en la fina sensibilidad del todos los jugadores. Otro: va Morata y, como si el horno estuviera para bollos, declara tras el partido que no le importa lo que diga la gente (hasta aquí parece un bolero) porque opinar es fácil en este país (aquí ya empieza la reivindicación política). Naturalmente, la afición se mosquea y el apoyo a los muchachos es menor, lo cual de cara al partido con Eslovaquia será letal. Reproches y reproches sin cuento, y me dejo los más coloridos, aunque los he leído también. A saber, que nuestro entrenador parecía un reponedor de supermercado con su polo verde comparado con Paulo Sousa, mucho más elegante con aquel chaleco que portaba (personalmente creo que parecía un cantante de tangos, o de fados, dada su nacionalidad).
Debería ahora romper una lanza por los nuestros, pero en el caso de que los eliminaran, eso me dejaría en muy mal lugar, así que me uno a la diáspora de reproches con los míos propios. El primero es para los comentaristas de televisión: de entre los polacos, sólo se sabían el nombre de Lewandowski , y eso que casi todos acababan en ski. El último para el seleccionador. Ha declarado: «Nadie dijo que fuera a ser fácil». Una flagrante incorrección. Se dice en realidad: «Nadie dijo que iba a ser fácil», o mejor: «Nadie dijo que fuera fácil». Estoy convencida que semejante descuido con el lenguaje dejará a los jugadores hechos trizas emocionalmente, y así ¿quién demonio va a ganar?
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