Opinión

La afición que espera sentada, la Eurocopa llega casi de tapadillo

Se trata de una situación que vuelve a remitirnos al tiempo anterior al ciclo triunfal de la selección entre 2008-2012

Jon Agiriano

Miércoles, 12 de junio 2024, 00:42

Quedan apenas dos días para que comience la Eurocopa 2024 y la verdad es que no podemos hablar de una cuenta atrás apasionante; al menos en lo que se refiere a la selección española. Más bien sucede lo contrario. El torneo llega casi de tapadillo, ... sin ninguna vibración especial ni fanfarria alguna. Ni hay grandes expectativas con la selección, ni deja de haberlas. Un poco desenchufado del fútbol tras las grandes emociones vividas con su equipo, el aficionado español, sencillamente, espera sentado a que el combinado de Luis de Lafuente le conecte a la electricidad. Si lo hace, la Eurocopa puede ser una experiencia muy interesante. Si no consigue, el torneo pasará de largo y, tras la inevitable gresca mediática por la oportunidad perdida, quedará en el olvido.

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Se trata de una situación que vuelve a remitirnos al tiempo anterior al ciclo triunfal de la selección entre 2008-2012. Recordemos aquella época. La Roja no existía como tal -nadie la llamaba así-, los cuartos de final eran una frontera insuperable en todas las grandes citas y España, eterna aspirante frustrada, estaba siempre lejos de los títulos. Por supuesto, no soñaba con hacer historia y mucho menos con ser una referencia mundial por su estilo de juego. La afición estaba ahí, sin más, desconfiada y mustia. No tiraba del equipo. En realidad, espera que éste tirase de ella, que es justo lo que ocurrió en aquel lustro inolvidable.

Han pasado doce años desde el 4-0 a Italia en el estadio olímpico de Kiev, una sinfonía que quedó para la posteridad. No ha vuelto a escucharse aquella música tan bella y es lógico que se eche de menos y que esa nostalgia provoque frustración e invite a buscar culpables. Sin embargo, bien mirado, nada de lo que ha ocurrido con la selección desde 2012 ha sido extraño. La decadencia y desaparición de los equipos legendarios es inevitablemente dura y dolorosa. Si parecieron irrepetibles es porque lo eran. A nivel de selecciones, el ejemplo canónico sería el famoso Brasil del 70. El equipo de Pelé tocó el cielo en México, pero la canarinha tardó dos décadas en volver a ser campeona del mundo y el debate sobre su estilo, la división entre partidarios del jogo bonito y del jogo acorazado, todavía sigue abierto.

El caso de España no ha sido muy diferente. Y es que el proceso casi siempre es el mismo. Primero llega la pérdida paulatina e inevitable de futbolistas excepcionales y luego las dificultades para mantener el estilo que esos mismos futbolistas habían hecho posible. El problema es que esa manera de jugar, bella y exitosa, que a la selección española no sólo le dio grandes triunfos sino una personalidad arrebatadora, de una influencia enorme en el fútbol moderno, se convierte en una religión. Y las religiones, inevitablemente, acaban creando dogmas y dogmáticos.

España se hundió en Brasil 2014 y llevó su estilo a la caricatura en los dos últimos mundiales de Rusia 2018 y Catar 2022. Cayó en octavos en la Euro 2016 y en las semifinales en 2020, su mejor actuación de los últimos tiempos. Esta serie de decepciones han rebajado la popularidad de la selección y han provocado este ambiente soso del que hablábamos al comienzo de este artículo. En ese sentido, Luis de la Fuente tiene ante sí un reto mayúsculo: volver a encender la llama de una pasión casi consumida.

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No es fácil. Ni siquiera la victoria en la pasada Liga de Naciones reavivó ese fuego. Fue, sin más, una alegría, no la celebración del inicio de una nueva época. Aunque con el técnico de Haro España ha superado por fin la discusión sobre su estilo, manteniendo su esencia pero disolviendo sus dogmas más absurdos, ahora la duda está en el nivel real de los jugadores. No tanto en su talento, que no se discute, sino en su consistencia. ¿Hay equipo para volver a ganar un gran título? Difícil saberlo. La selección es un enigma. Solo por despejar esta incógnita merece la pena seguir sus evoluciones a partir de este sábado ante Croacia.

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