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Domingo, 3 de julio 2016, 18:49
Los «buts» de Griezmann son los goles de Antonio («but» en francés es gol). Así es como le bautizaba el otro día un encendido locutor, emocionado con el doblete del delantero contra Irlanda para alcanzar los cuartos. Sufría Francia y el ariete salvaba del ... chasco al país, ídolo incuestionable y al que se entrega hoy Deschamps para despertar del sueño a la encantadora Islandia (21 horas, Tele5 y ABC.es).
«Grizzy» tiene ya galones de superestrella, renovado recientemente por el Atlético hasta 2021 para alegría colchonera. No es comparable, ni mucho menos, pero la continuidad del atacante supone una especie de título para la gente del Manzanares, pues solo con el compromiso de los mejores se garantiza el seguir con la cantinela del partido a partido.
En Francia, en el aluvión de anuncios que se cuelan entre los partidos y las tertulias de después (mucho más moderadas y sin gritos), abundan las marcas que tienen algún tipo de vínculo con la selección bleu. Sale Deschamps, algún otro futbolista y, al final, reservados esos últimos segundos por norma a las figuras, suele ser Griezmann quien da valor a la marca. En París se le adora, es el precio de ser tan bueno.
Terminó el año con 32 goles en el Atlético y la tortura de la Champions, fastidiado porque otra vez estuvo ahí. Con Francia, después de partidos angustiosos y salvados por los pelos, asume los galones que de momento no tienen ni Pogba ni ningún otro. Decisivo en muchas de las tardes de esta Eurocopa. Y, cuando cumple con su obligación, que es la de hacer goles, le sale, sin forzar, un «¡vamos!» de manual, como si fuera Arantxa Sánchez Vicario o Rafa Nadal. El héroe de Francia piensa en español, pues también se dirige a los árbitros y lanza insultos al viento en un perfecto castellano.
Cuentan que está obsesionado con el torneo, que desea celebrar algo con su país. Se fue a los 13 años a San Sebastián y aquí está con su gente, cerca de los suyos, en conversación frecuente con su familia y con su hermana Maud, que le dio un susto de locos, ya que estaba en la sala Bataclan en aquella noche de mil demonios mientras él jugaba al fútbol en Saint-Denis. Alain, el padre, llamaba a la chica sin obtener respuesta. Una hora angustiosa, la peor de su vida.
Hay un Griezmann más maduro y responsable ahora que se ha estrenado en la paternidad (antes de la final de la Champions). Es creyente (lleva un rosario y el Cristo del Corcovado en su piel) y testarudo, pues se empeñó en gustar a Simeone después de unos primeros meses sin acierto y al final ha conseguido ser uno de los mejores delanteros del planeta. Francia sabe que el futuro depende de él.
Le han compuesto una canción, un diario regala caretas con su rostro y hace unos días se ganó el corazón de la gente al regalarle un balón a Hugo, el hijo del gendarme francés asesinado en la puerta de su casa el pasado 13 de junio por un yihadista (también mató a la madrastra). Contra la euforia de Islandia, Francia reclama más goles de Antonio.
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