Avanza la Eurocopa y, cerrados ya los octavos, tras 44 partidos disputados, hay algunas reflexiones que merecen la pena sobre lo que está ocurriendo con España y con algunas otras selecciones y personajes.
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Lamine y Nico. La verdad es que tienen su gracia los descubrimientos ... de la pólvora a los que asistimos cada cierto tiempo en el fútbol. El último, propiciado por la explosión de Nico Williams y Lamine Yamal, es el regreso de los extremos como gran factor desequilibrante. Leíamos ayer que con estos dos chavales España ha rescatado un recurso pasado de moda poco menos que desde los tiempos de Garrincha. No es fácil creerlo, la verdad. Si los grandes extremos desequilibrantes no han proliferado en algunos momentos habrá sido porque no los había de la calidad suficiente, no porque los entrenadores, salvo algunos cegatos, los desterrasen por principio, como si recelaran de los futbolistas con las medias manchadas de cal. No. Sospecho que en esto no hay modas que valgan. Cuanto aparece un Vinicius, un Mbappé, un Saka, un Diaby, un Garnacho, un Doku, un Dembelé, un Lamine o un Nico, los técnicos lo celebran como el viejo buscador de oro que descubre una pepita del tamaño de un puño. Esto ha sido una constante, pero es que en el fútbol actual abrir espacios es más imprescindible que nunca.
España como excepción. No hay ninguna selección tan reconocible en esta Eurocopa como la española. Y no es de extrañar porque, en realidad, es casi la única que ha consolidado un estilo propio y lo ha mantenido desde hace años. Con las variantes lógicas, por supuesto, corrigiendo errores -el famoso tiqui-taca lento y bostezante- y adaptándose a los tiempos y a las características de los jugadores, pero con unas señas de identidad intocables. Lo destacó la semana pasada Spalletti. Así las cosas, no es extraño que España, a diferencia de las demás selecciones, se lance a degüello en los partidos desde el principio. No tiene nada que pensar. Sencillamente, se tiene que poner a jugar e intentar que su fútbol fluya de la mejor manera posible. Suiza, antes con Petkovic y ahora con Murat Yakin, es la única que puede presumir de algo parecido. Por cierto, no es ninguna casualidad que el mejor fútbol lo practiquen los equipos que disponen de los dos mejores centros de Europa y puede que del mundo, Rodri y Xhaka.
Cristiano Ronaldo. Empieza a dar lástima observar al capitán portugués, al que la misma ambición desmesurada que le sirvió para convertirse en el extraordinario jugador que ha sido, ahora, a sus 39 años, le está confundiendo gravemente. Da pena su obsesión abrasadora por seguir pensando que es el que fue. Resulta angustiosa esa mirada suya, desesperada, fáustica, propia de quien estaría dispuesto a firmar en este mismo instante un pacto con el diablo por la eterna juventud. Sus gestos cuando falla ocasiones o pierde balones, sus lloros tras fallar el penalti en la prórroga ante Eslovenia, su manera de pedir perdón cuando lo marcó en la tanda... Cristiano siempre ha sido un futbolista desequilibrante, uno de los más grandes que ha habido, pero ahora empieza a serlo para su propia selección, un equipo que sigue jugando para él porque su sola presencia parece que le obliga a ello. Roberto Martínez, por supuesto, opina justo lo contrario. Es el primer fan de Cristiano y parece que protegerlo y cuidarlo precisamente en esta hora de la decadencia es para él una obligación moral que asume como si fuera un honor.
Southgate y Deschamps. Son los dos seleccionadores más criticados de la Eurocopa y con razón. La coincidencia entre los aficionados es total: con los jugadores que tienen no se puede jugar peor de lo que lo hacen Inglaterra y Francia. Si la tarea de un entrenador es construir un colectivo brillante sacando lo mejor de cada una de sus individualidades, Southgate y Deschamps hacen justo lo contrario: sumirlos en la mediocridad, en una grisura general. El francés se agarra al clavo del resultadismo y está en su derecho. Ahora bien, tampoco debería exagerar. En los doce años que lleva dirigiendo a Francia su único título fue el Mundial de Rusia. ¿Qué también perdió las finales de la Euro 2016 y del Mundial de Catar? Cierto. Pero un resultadista no puede contar las derrotas, oiga. En fin, que lo que ha conseguido Deschamps es crear una selección competitiva, pero es que con los jugadores de los que dispone no hacerlo es imposible. Bueno, no. Puede darse el caso. Ahí tenemos precisamente el de Southgate, autor del más difícil todavía. Lleva ocho años en el cargo y su equipo, con la mejor generación de la historia de Inglaterra, ni juega un pimiento ni ha ganado nada. Que en el país cuya Liga ha concentrado en lo que va de siglo a algunos de los mejores entrenadores del mundo Southgate se mantenga en su cargo se me antoja una fantochada nacionalista tipo Brexit por parte de la FA.
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