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Mayte Porro fue la pionera en el arbitraje femenino riojano. Abrió las puertas a las colegiadas que hoy dirigen partidos y se incluyen dentro del Comité Técnico de Árbitros. Veinte años de ilusión, sinsabores, lágrimas (aunque nunca dentro del campo) y, por supuesto, satisfacciones. A ... Porro se le repudiaba desde la grada sólo por ser mujer. La única en un mundo de hombres. En el año 2015 colgó el silbato, después de disfrutar también de la internacionalidad. Ajena ahora a lo que sucede en los campos riojanos, a Porro no le sorprende el último episodio de violencia verbal del pasado sábado, porque ella vivió muchos. «No sabía nada, pero llamaré a la chica para animarle», indica rápidamente.
Porro arbitró en unos años en los que los campos de tierra existían, en los que en las camisetas aún se cosían los números, en los que las alineaciones se numeraban del uno al once y en los que en las gradas se fumaba el tradicional Farias y se bebía café y pacharán o brandy para entrar en calor en las frías tardes de invierno.
«En aquellos años era muy complicado arbitrar para una mujer porque te veían como mujer y no como árbitro y te insultaban como a todos los compañeros. A nivel interno, en el Comité, el trato era bueno, aunque aún quedaba algún árbitro veterano que te veía de manera diferente, pero con los más jóvenes la relación era buena y yo he ido en muchas ocasiones de asistente en Segunda B porque me lo pedían», indica Porro, que sigue viviendo en Miranda de Ebro y ligada al mundo del fútbol, aunque con mayor relajación. En el año 2015 se quedó embarazada y ahí decidió dejar el mundo del arbitraje.
Para la excolegiada, «el camino se demuestra andando», si bien no olvida que siempre tuvo que demostrar que estaba en un campo de fútbol «por derecho propio». «Todo el mundo quiere hacer lo mejor posible su trabajo y yo siempre quería pitar bien. Me gustaba mucho, porque arbitrar tiene que gustarte; si no, no merece la pena. Yo jamás dije 'no' a un partido. Y eso que arbitrar me ha generado muchos disgustos, pero nunca he llorado en un terreno de juego», apunta Porro.
Veinte años son muchos. La mirandesa asegura que siempre se sintió protegida dentro del rectángulo de juego gracias al Reglamento. El problema residía, en la mayoría de las ocasiones, en la grada. «Dentro el campo, el jugador es más respetuoso, porque está a lo suyo y quiere ganar el partido. Cada uno busca su beneficio. La grada es diferente porque ya antes de salir al campo te negaban el beneficio de la duda. La mía fue una época en la que insultar estaba hasta bien visto. Mujeres en un mundo de hombres. Ahora bien, quien insulta, se insulta a sí mismo, se descalifica por sí solo. Jamás me giré a la grada. Me equivoqué muchas veces, pero siempre mantuve la educación. En el fondo, esa gente que insulta me da pena», indica.
Y de insultos va la historia. Siempre los hubo, los hay y los habrá, porque para muchos mal llamados aficionados, el campo de fútbol es el escenario ideal para desahogarse sin justificación alguna. «La mayoría de insultos eran machistas, porque no te insultaban como a los árbitros. Frases como 'vete a fregar' o 'no vales para nada' se escuchaban. Y también había insultos sexuales y persecutorios. Yo reflejaba todo eso en el acta del partido, pero nunca llegué a un juzgado. Recuerdo una vez que el padre de un jugador me esperó a la salida de un campo y lo incluí en el acta. De todas formas, queda la sensación de que no sirve para nada reflejarlo en el acta, porque luego no hay potestad para sancionar al espectador. He vivido momentos en los que los insultos llegaban de boca el presidente del club y son precisamente los clubes los que deben trabajar por evitar todo esto y dar un toque aquel aficionado que va al campo a insultar», relata.
Pero el espectador que insulta queda sin castigo. El gran problema es identificarlo. En la mayoría de los campos riojanos no hay Policía ni Guardia Civil. Así, erradicar este tipo de comportamientos es mucho más complicado. «Se habla mucho y se hace poco. El árbitro no puede enfrentarse a un espectador o a un directivo, pero como he dicho, los clubes pueden hacer mucho en este sentido. También está la Ley del Deporte, que puede sancionar al espectador», concluye.
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