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Tras más de una hora y media de charla y preguntas, Vicente del Bosque se escudaba en su condición «salmantina, castellana y seca» para poner fin a una charla en la que se mostró como un hombre cercano y cálido, en contra de su propio ... calificativo. Invitado por la Asociación Riojana de la Empresa Familiar, el exseleccionador nacional y exentrenador del Real Madrid, acudió a Bodegas Franco Españolas para ofrecer una charla bajo el título 'Gestión de los éxitos y fracasos en los equipos de alto rendimiento: el papel del líder'.
Llano desde un principio, Del Bosque fue contundente. «Si la cosa sale mal, el inductor ha sido Santi Vivanco; si sale bien, Santi ha sido el promotor», resumía entre risas. Y dejó claro que el fútbol iba a ser su hilo conductor para extraer conocimientos de cara al mundo empresarial. «Tanto en el fútbol como en la empresa, el buen ambiente es tan necesario como lo táctico», discurrió.
«Yo creo en un liderazgo amable, afable, respetuoso y emocional. Y el que no crea lo mismo, allá él», decía el campeón del Mundial 2010 y de la Eurocopa 2012. «No hay que estar ni todo el día con el látigo ni ser muy persuasivo», aseguraba ante los cerca de 150 invitados por la Asociación Riojana de la Empresa Familiar.
vicente del bosque
Vicente del Bosque recurrió como ejemplo a su vida para tratar uno de los temas que más le preocupan: los valores. «Estuve 36 años en un club, el Real Madrid, ocho en la selección y diez meses en Turquía. En el Madrid aprendí valores que también he transmitido. Allí empecé de botones y salí como director de banco», bromeaba.
Pero no fue por voluntad propia. En ocasiones, las circunstancias mandan. «Yo he sido entrenador profesional de casualidad, fue una decisión que yo no quería. Yo creía que, después de 17 años, iba a ser técnico formativo toda la vida. Me vi inmerso en un mundo profesional, en un primer equipo al que no quería ni ver entrenar», recordaba. «Me llevaba muy bien con los entrenadores pero no quería que me vieran dentro del vestuario. Yo me dedicaba a educar a los jugadores de la cantera, pero de pronto me vi en una situación que no deseaba», comentaba.
Afortunadamente para el fútbol español y para la generación de Casillas, Xavi, Piqué, Xabi Alonso, Busquets, Sergio Ramos... Vicente del Bosque empezó a transitar un sendero de trabajo de élite que acabó en innumerables éxitos.
En ese tiempo, ha aprendido a liderar con estrellas («unos buenos chicos, gilipuertas ha habido muy pocos», resumía) y a tomar una actitud inteligente: «Prefiero que parezca que ellos son los que mandan, pero al final se haga lo que tú quieras». Así, desgranó una serie de consignas: «Hay que mantener la disciplina y que todos conozcan las reglas; hay que resolver los conflictos; hay que motivar al grupo y liderarlo y, sobre todo, hay que mover al equipo por tu ejemplo, no por impresionar».
Palabras válidas para un vestuario, pero también para una empresa o para cualquier faceta de la vida porque siempre una actitud recta es el mejor camino hacia los objetivos. Y, cómo no, la sempiterna fortuna porque, «si no se obtienen los resultados, todo se complica». Así, Del Bosque fue sincero. «Si no hubiéramos ganado la Copa del Mundo, yo no estaría aquí. Con los mismos gestos y actitudes, sin la victoria, nadie sería igual», se sinceraba. Menos mal que en Sudáfrica y Ucrania, Vicente del Bosque se ganó ese derecho. El resto de méritos los demostró ayer en Logroño. Todo un caballero el marqués de Del Bosque, que se ganó una larga salva de aplausos tras su discurso humanista después de desgranar cómo quería él a los futbolistas, es decir, a los trabajadores o compañeros: «Que se emocionen con su trabajo, que sean inspiradores y que sean generosos». Amén.
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