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Robert Basic
Domingo, 7 de abril 2024
En junio de 2013, después de ocho años lejos de Bilbao, Ernesto Valverde volvió a sentarse en el banquillo de San Mamés. «Las segundas partes nunca fueron buenas... salvo la de 'El Padrino'», dijo con su ironía habitual mientras estaba siendo presentado en Ibaigane. No ... podía estar más equivocado al que ya muchos consideran como a uno de los mejores entrenadores en la historia del Athletic. Hizo un gran trabajo entre 2003 y 2005, incluido aquel memorable 1-7 al Standard de Lieja, y la secuela de su trayecto vital rojiblanco superó las dos campañas iniciales en La Catedral. Metió al equipo a Europa con la precisión de un relojero suizo, jugó la Champions, una final de Copa, batió el récord de puntos del club (70) y levantó una Supercopa tras arrollar al Barcelona. Fueron precisamente los culés los que le sacaron de su casa en 2017, de nuevo en la carretera, pero hubo un tercer reencuentro saldado ahora con la conquista copera. Es el triunfo de un hombre discreto, la joya de la corona de su carrera.
Valverde regresó al Athletic hace dos años de la mano del actual presidente Jon Uriarte y del entonces candidato Ricardo Barkala. Ambas planchas consensuaron la vuelta del hombre que había dejado el club por segunda vez en 2017. Tras un par de temporadas y media en el conjunto blaugrana, con el que ganó dos Ligas, una Copa y una Supercopa de España, el Barça le destituyó en enero de 2020 cuando iba líder. Estuvo un tiempo alejado de los banquillos y al final se comprometió con dos de las tres planchas que pugnaban por la planta noble de Ibaigane. Ganó el empresario bilbaíno y Txingurri emprendió su tercera etapa como entrenador rojiblanco (2003-2005, 2013-2017 y 2022-). Después del pasado curso, discreto y sin cumplir el objetivo de Europa, el técnico acaba de suturar una brecha de 40 años de espera para poner la vigesimoquinta Copa en las vitrinas de San Mamés. Es algo que le convierte en eterno y hasta inmortal.
Hace siete años, Txingurri bromeó en Lezama con una frase que le dijo un «amigo inglés» cuando se enteró de que se convertiría en el entrenador con más partidos en la historia del Athletic. «Vas a ser una 'fucking legend'», soltó entre risas. Ha llovido desde entonces. Tanto que ya acumula 389 encuentros en el banquillo de San Mamés –183 victorias, 86 empates y 120 derrotas–, y se iría por encima de los 400 en el transcurso de la próxima temporada. Porque, salvo sorpresa mayúscula, renovará. La lógica impone un nuevo proyecto en común con cuatro competiciones: Liga, Europa, Copa y Supercopa. La calma con la que trabaja, la libertad que tiene en Lezama y su trayectoria avalan la continuidad de un hombre alejado de polémicas, escándalos y ruido que contaminan el mundo del fútbol, en el que él solo piensa en su vestuario y el juego.
Hubo una época en la que Valverde quiso probarse en otras realidades, comer en mesas de los mejores del mundo, como la del Barcelona. Allí todo es mastodóntico, complicado, polémico, urgente, escandaloso, trágico y exagerado, hasta los personajes que van con traje y corbata. A pesar de una presión insoportable, la alargada sombra de Messi –el club era del argentino– y el apetito insaciable de la entidad culé, sumida de un tiempo a esta parte en una ruina económica y una profunda inestabilidad institucional, Txingurri hizo un buen trabajo y ganó títulos, pero tuvo dos resbalones en la Champions (Liverpool y Roma) que pesaron más que todos los éxitos juntos. Se marchó con elegancia y sin reproches, discreto como es él, seducido por una posibilidad que no llegó a materializarse: entrenar en Inglaterra, en la Premier. Desconectó lo justo del fútbol, desempolvó su cámara de fotos, viajó, leyó y regresó al Athletic, con el que acaba de ganarse la inmortalidad rojiblanca.
Porque Txingurri había ganado tres ligas y dos copas griegas con el Olympiacos, además de los cuatro títulos levantados como técnico blaugrana y la Supercopa rojiblanca de 2015. Pero el éxito de La Cartuja le convierte en eterno. Es algo que no habían logrado generaciones de futbolistas de la talla de Garitano, Urzaiz, Guerrero, Etxeberria y Aduriz, entre otros; entrenadores como Jupp Heynckes, Luis Fernández, Joaquín Caparrós, Marcelo Bielsa, Marcelino; presidentes como Lertxundi, Arrate, Uria, Lamikiz, Urquijo, Macua, Urrutia, Elizegi. Valverde perdió la final del Camp Nou en 2015 y tragó bilis aquella noche amarga y triste, pero nueve años más tarde entró en el libro de historia rojiblanco.
Lo ha hecho con un equipo plagado de jóvenes, de productos de Lezama, algunos debutantes en la élite como Prados, Imanol, Egiluz, Unai Gómez, Jauregizar. También con veteranos como De Marcos, Muniain, Raúl García... Todos ellos han contribuido al éxito de un equipo que por fin ha encontrado lo que buscaba durante décadas, una Copa que saca brillo a un modelo único que resiste al fútbol moderno. Desde hoy y hasta el fin de los días, Valverde será recordado como el hombre que ganó la 25º y que terminó con 40 años de sequía. Es la guinda de una tarta en la que en febrero se encendieron 60 velas. Solo él sabe si en el momento de soplarlas deseó lo que ocurrió anoche en Sevilla: levantar el título y hacer historia.
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