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Inmerso todavía en una pelea por la Liga que tiene muy inclinada a su favor el Barça, el Real Madrid pone la mirada en la ... reconstrucción que debe acometer de cara a la próxima temporada. La derrota en la final de la Copa del Rey confirmó la sensación de fin de ciclo que venía extendiéndose desde hace meses en Chamartín, por más que la buena imagen que ofrecieron los blancos después de una primera media hora de partido insípida por su parte paliase un tanto el disgusto de sus aficionados y amortiguase el impacto de unas críticas que, de otro modo, habrían sido despiadadas.
Toca darle un profundo lavado de cara a un proyecto que ha nutrido las vitrinas con un puñado de títulos, pero que ha resultado fallido este curso por una concatenación de errores en los despachos, el tormento de las lesiones, la exagerada devoción de Carlo Ancelotti por el escalafón del vestuario y la abulia de unos cracks con la barriga llena. El fracaso tendrá como primera víctima al técnico, pero el alcance de la remodelación necesaria para recuperar el vigor perdido tendrá que ser mucho más profundo.
Aunque conservó en todo momento la ilusión por cumplir el año de contrato que le resta, Ancelotti se va haciendo a la idea de que sus días al frente del Real Madrid pueden estar agotándose, con la selección brasileña llamando de nuevo a las puertas del hombre de la ceja y Xabi Alonso como principal arma en la recámara de Florentino Pérez para reactivar la ilusión de la hinchada.
Si todo discurre como parece y se consuma el cambio de guardia en el banquillo, habrá que medir mucho los tiempos, condicionados por la disputa del Mundial de Clubes entre el 14 de junio y el 13 de julio, y sobre todo las formas, porque Carletto merece una despedida digna de la leyenda que ha labrado conquistando quince trofeos en sus dos etapas al frente del equipo de Chamartín, lo que le convierte en el entrenador más laureado del club más exitoso del mundo, nada más y nada menos.
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El italiano se ha ganado el corazón del madridismo no solo por los méritos contraídos sobre el césped, sino también por esa elegante manera de conducirse que le ha hecho acreedor de un respeto prácticamente universal. Figuras como la suya aportan sosiego y mesura en medio de una polarización muy dañina. El choque ante la Real Sociedad que acogerá el Santiago Bernabéu el 25 de mayo para poner el broche a la Liga puede ser el escenario perfecto para rendirle un homenaje que merece con creces porque sus aciertos han sido muchos más que sus errores.
Dicho lo cual, la victoria es el único salvoconducto posible en un club como el Real Madrid que debe mirar hacia adelante. Y eso pasa por fortalecer una plantilla que arrastra numerosas carencias. Comenzando por los laterales, donde Lucas Vázquez está de salida, ni Mendy ni Fran García convencen y Carvajal es una incógnita dada la gravedad de la lesión que sufrió en octubre del año pasado, siguiendo por el eje de la retaguardia, cogido con pinzas en vista de los problemas físicos de Rüdiger, la recuperación pendiente de Militao y la falta de horas de vuelo de Alaba, y terminando por el centro del campo, que pide a gritos un metrónomo.
A falta de firma, parece que llegará Trent Alexander-Arnold y hay otros nombres encima de la mesa como los de Dean Huijsen, William Saliba, Miguel Gutiérrez, Martín Zubimendi o Florian Wirtz. Estos dos últimos figuran a la cabeza de las preferencias de Xabi Alonso, cuyo aterrizaje en Chamartín podría estimular la llegada del mediocentro de la Real Sociedad, al que también corteja el Arsenal de Mikel Arteta, y ofrecer una baza de peso a los blancos para pugnar por el centrocampista del Bayer Leverkusen con Bayern de Múnich y Manchester City, si bien su elevada tasación, alrededor de 140 millones, supone un obstáculo formidable.
Pero, más allá de posibles refuerzos, el Real Madrid debe disminuir la enorme brecha que ha separado a titulares y suplentes con Ancelotti estimulando la meritocracia. No lo ha hecho el italiano, lo que ha provocado que sus pretorianos se acomodasen mientras la segunda unidad se frustraba. De ahí que Rodrygo haya podido pasarse tres meses siendo asiduo al once pese a haber marcado solo un gol en ese lapso de tiempo.
En este sentido, el Real Madrid tiene motivos para la esperanza. Los ofrece Endrick, quien pese a una sobreexcitación propia de la edad, ha demostrado una pegada fabulosa en las pocas oportunidades de las que ha dispuesto. Y también Arda Güler, que ante el Barça volvió a refrendar que puede ser un faro para el centro del campo. La misma parcela en la que se ha hecho fuerte Tchouaméni cuando muchos le daban por muerto en el Real Madrid, y que tiene en Valverde y en Bellingham a dos líderes fuera de toda duda. Porque la reconstrucción no significa echar abajo el edificio, sino reforzar sus pilares y reparar los daños allá donde los haya. Y dado que los blancos disponen de dos vigas maestras del calibre de Mbappé o Vinicius, todo es más fácil.
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