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Los inescrutables renglones del fútbol componen guiones extraordinarios. Así ocurrió en La Cartuja, cuando Pablo González Fuertes, el árbitro de VAR al que los madridistas ... acusaban de tenerles animadversión y de estar inhabilitado para estar en una final de Copa, alertó a Ricardo de Burgos Bengoetxea de que el penalti con el que había castigado a Asencio por un supuesto derribo a Raphinha no era lo que parecía y debía corregir. E instantes antes, no le avisó de que sí pudo haber infracción de Rüdiger sobre Ferran al no considerarlo un error manifiesto.
Ejemplos maravillosos para tapar bocas, creer en la honorabilidad del los jueces y dejarse de enmerdar la competición con teorías conspiranoicas. Y una noche en la que solo hubo esa intervención desde la sala VOR y el arbitraje en general fue magnífico, a la altura de una final maravillosa. Muy por encima los árbitros que algunos de los perdedores, con Rüdiger a la cabeza, que no supieron caer y arrojaron desde la zona del banquillo algún objeto el juez. Rüdiger, que llegó a arrojarle algún cubo de hielo al árbitro, y Lucas Vázquez, acabaron expulsados.
Si ya de por sí en España los árbitros sufren una presión enorme porque se les pone casi más en el foco que a los jugadores, no existen precedentes de lo ocurrido con ocasión de este clásico con la Copa en juego. En parte se lo buscaron ellos, pero seguro que el bilbaíno en el campo y el bilbaíno al frente del VAR, estaban más tensionados antes de que rodase el balón que quienes deberían ser siempre los verdaderos protagonistas.
La previa fue un esperpento. Extemporánea la confesión de los jueces, aunque en el fondo les asista la razón, y ridículo el Real Madrid, el equipo más grande pero con la forma de actuar de los más pequeños. Reclamar un cambio en la designación de los trencillas, apelar a la libertad de expresión de los tuyos pero no de los otros, y filtrar que quizá no te presentas al partido para luego desmentir rumores, resulta patético.
Mucho que pitar, demasiadas protestas, el teatro de siempre de algunos a la hora de exagerar algunas caídas, pero excelente la actuación del juez ya en el primer tiempo aunque acabó rodeado de jugadores blancos quejándose. De Burgos mostró personalidad, una actitud dialogante y acertó en todas las jugadas polémicas, sin necesidad de ser alertado desde la sala VOR. A instancias del líner, bien señalado un fuera de juego de Bellingham, que vio puerta pero su remate no subió al marcador, y también atinaron en la posición adelantada de Vini antes del penalti que se había señalado porque Iñigo Martínez se llevó por delante al brasileño. En el área contraria, el Barça pidió de forma tímida un penalti por mano de Valverde, tan clara como involuntaria y con el brazo proyectado hacia el suelo, y otra pena máxima por posible falta de Tchouaméni que, en caso de serlo, pareció fuera del área.
De Burgos trató de dejar jugar y conceder casi siempre la ley de la ventaja, aunque pronto Lucas Vázquez quiso marcar territorio con dos entradas alevosas sobre Raphinha. Tampoco amonestó a Ceballos por frenar en seco a Lamine, al que más tarde daría un manotazo en el ojo en una porfía por un balón que se marchó de banda. Se quejaban los culés por entender que las entradas de sus rivales merecían más castigo, pero la primera amarilla la vio Ancelotti por pedir una mano de forma airada. Los madridistas se reprocharon al árbitro que frenase una jugada por un fuera de juego muy justito de Vinicius, pero poca cosa. También fueron amonestados en ese primer tiempo de manera justa Tchoaméni, por llevarse por delante a Dani Olmo, y a Gerard Martín por frenar un contragolpe.
Los árbitros respondieron con grandeza también al duelo tras el descanso, cuando creció sobremanera el Madrid con los cambios, sobre todo con la entrada de Mbappé, y el pleito entró en ebullición. Otra vez, ni un error importante hasta esa acción final que precisió de revisión. Vio bien el vizcaíno el choque de trenes entre Bellingham e Iñigo, también el fuera de juego previo de Güler antes de una mano dudosa de Koundé a remate de Vini. Pese a las incesantes protestas de los merengues reclamando la roja, clara la amarilla a De Jong por derribar a Mbappé en la falta que preludió el empate de Kylian.
Se la jugó Modric con una plancha sobre Gavi, al que calmaron luego sus compañeros, pero la roja en un partido así sería demasiado. Bien arbitrado de nuevo. Rüdiger rozó el penalti ante Ferran a un minuto del final, con tiempo aún para otra jugada de lo más polémica. De Burgos indicó un penalti que pareció evidente de Asencio sobre Raphinha, pero corrigió a instancias de González Fuertes y mostró amarilla al brasileño por tirarse. Ya en el tiempo extra, bien visto el 'offside' de Ferran en su gol anulado y el fuera de juego antes de un penalti indicado sobre Mbappé que hubiera revisado el VAR porque no lo era. ¡Cállense y dejen trabajar a los jueces!
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