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CRISTIAN REINO
Martes, 19 de enero 2016, 21:54
Un buen Barça, muy serio y muy competitivo, derrotó 1-2 al Athletic en la ida de los cuartos de Copa y amarró un resultado favorable en un choque con sabor copero clásico, con el que encarrila el pase a semifinales, que deberá corroborar en ... la vuelta en el Camp Nou.
Los blaugranas fueron mejores que unos voluntariosos rojiblancos, porque supieron aprovechar sus momentos y porque cuando les tocó exigirse en defensa, se pusieron el mono de trabajo y fueron capaces de adaptarse a las circunstancias, aunque acabaron sufriendo con un gol de Aduriz en el 89 y una parada de Ter Stegen en el 90, que evitó el empate.
Cuando el guión pedía baile de salón, congelaban la pelota, tocaban, abrían el campo y oxigenaban la salida de la pelota; cuando el libreto reclamaba apretar los dientes, Piqué y Busquets cazaban los centros al área, Mascherano se multiplicaba en las ayudas y Aduriz y Williams no podían imponer sus centímetros. Buena parte del mérito del encuentro tan completo de los azulgrana (el único fallo fue en el 89, en la salida de balón que acabó en tanto rojiblanco) fue atribuible a Luis Enrique. El técnico blaugrana tenía ausencias importantes, pero demostró que sabe mover sus peones.
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Las bajas de Messi y Suárez las suplió con Munir y Arda. Al joven canterano lo incrustó en el centro de la delantera (su puesto), mientras que al turco lo pegó a la banda para asociarse en la derecha con Rakitic. Turan, por supuesto, no es un extremo puro y permutaba su posición de manera continua, con tendencia a caer al centro del campo, lo que reforzaba la medular azulgrana. Para reemplazar a Jordi Alba, Luis Enrique apostó por su jugador comodín, Sergi Roberto, al que no dudó, y con acierto, en emparejarlo con Williams. Tenía a Adriano o Bartra, pero se la jugó con el de Reus y dio en el clavo.
Valverde, por su parte, recuperaba a Aduriz, baja en el choque liguero, por lo que con el donostiarra y el internacional sub-21 a su equipo le tocaba salir a por todas desde el arranque. El técnico vizcaíno adelantó las líneas, buscó al rival en su campo, para ahogarle en la salida, y metió una presión asfixiante, que impedía a los blaugranas salir jugando como les gusta. Apretaba además San Mamés. Otrora rey de Copas, el Athletic se siente destronado en su competición fetiche y trataba de reivindicar como legítima su dinastía.
Sus ataques eran más por oleadas. Cuando se incorporaban los centrocampitsas y subían los laterales generaba peligro. No elaboraba demasiado, pero tampoco le hacía falta. La presión bilbaína estaba funcionando muy bien, porque los azulgrana no conseguían salir de manera trabada desde su campo. Hasta que Arda se sacó un conejo de la chistera. Recogió en el centro del campo, a la altura de los banquillos, entre tres lanzó sobre la carrera de Rakitic, quien desde el carril del siete se la puso a Munir, que entraba entre los centrales y remataba la primera.
Sergi Roberto e Iniesta, sin presión
Cuarto de hora de juego y el Barça conseguía, con calidad, neutralizar la salida fogosa de los vizcaínos, que en su campo juegan a golpe de estado de ánimo. Cuando la hinchada aprieta, o viceversa, el equipo se viene arriba. El tanto de Munir hizo mucho daño al cuadro local, aunque nada que ver con el segundo, en el 24, que ya les dejó medio groguis. Fue parecido al primer gol, pero desde el otro lado y con distintos protagonistas. Sergi Roberto e Iniesta se deshicieron de la presión, el lateral asistió a Neymar, quien ante salida en falso de Herrerín, batió a puerta vacía.
Tras la reanudación, Valverde movió el banquillo y se la jugó con todo. Salió Muniain y los rojiblancos insistieron en la presión. El Barça intentaba dormir el partido, pero no lo conseguía. Merino y San José reforzaron el centro del campo, los locales incrementaron la agresividad y los visitantes ya no se sentían tan cómodos. Hasta que llegó el arreón final del Athletic, marca de la casa en el último cuarto de hora. Cuando los rojiblancos se tiran a tumba abierta no necesitan mucho fútbol para generar peligro.
Les basta morder, provocar saques de esquina e ir a por los defensas contrarios. Hasta el 80, el Barça prácticamente no había tenido problemas en defensa. Ter Stegen sacó una mano y a partir de ahí los bibaínos se fueron arriba porque ya no tenían nada que perder. Alves erró en la salida del balón -el único fallo de su equipo en todo el choque- y Aduriz, siempre con la caña no perdonó. Al minuto siguiente, en el 90, Ter Stegen volvió a lucirse y evitó el empate. Ya no hubo tiempo para más.
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