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CRISTIAN REINO
Jueves, 8 de enero 2015, 00:13
Igual que la música amansa a las fieras, los goles calman a las gradas. Sobre todo a las que han vivido una semana de fuerte crispación, más propia de otros tiempos, cuando en el siglo pasado, en Can Barça mandaban los Nuñez, Gaspar o Reyna, ... cuyas gestiones llenaban de pañuelos blancos el Camp Nou casi todos los domingos.
Ocurrió este jueves en la ida de octavos de Copa, entre el Barça y el Elche. El partido era malo de solemnidad, como dice el clásico, y entre el aburrimiento, el frío y el horario (¿alguien piensa en los niños?), el partido se dirigía irremediablemente hacia donde no querían ni Luis Enrique ni Josep Maria Bartomeu: a que la grada empezara a hablar y sacara a relucir el mal rollo que hay entre la hinchada. A falta de espectáculo, la gente tomó la palabra y el primer plebiscito entre Luis Enrique y Messi, presuntamente enfrentados desde hace semanas, lo ganó el argentino.
El fondo sur, el más animoso, se arrancó coreando el nombre del técnico asturiano y seguidamente buena parte del resto del estadio respondió con pitos, seguidos de gritos de Messi, Messi. El partido era tan malo que se ponía peligroso para el Barça porque después de una semana de alto voltaje, con guerra cruzada entre la estrella y el entrenador, destitución del secretario técnico y renuncia de su ayudante/mito del barcelonismo y convocatoria de elecciones por parte del presidente, lo que que menos necesitaba el club era que el público corroborara que el barcelonismo está dividido, como en sus peores tiempos. No solo entre laportistas y rosellistas, sino también entre partidarios de Messi o de Luis Enrique, lo que deja el proyecto muy tocado.
Por ello, el 1-0, cuando pasada la media hora, empezaba el baile de cánticos y también de pitos, porque el juego era desalentador, el gol de Neymar fue un bálsamo para la paz social, al menos para la de esta semana. Fue tras una gran triangulación entre Messi, Sergi Roberto y Suárez, que remató Neymar para hacer el primero y cambiar el tercio en la grada, en el momento oportuno. Justo cuando los palcos comenzaban a echar humo y el personal se empezaba a despistar, el brasileño abrió la lata y reclamó la atención a la hinchada, para que se dejara de referendos, luchas dialécticas absurdas e inútiles y centrara sus esfuerzos en animar al equipo.
El gol del brasileño encendió además la bombilla a sus compañeros, que disfrutaron de un final de la primera parte muy inspirado. El segundo del Barça, obra de Luis Suárez, llegó poco después del tanto de Neymar. El charrúa recibió de espaldas, se giró sobre sí mismo, se deshizo del defensor y cruzó ante la salida de Tyton. Golazo de Luis Suárez, al que se le nota que necesita tantos y actuaciones de tronío para coger más confianza. Sus registros de momento no son propios del precio que pagó el Barça por él -80 millones- pero al menos pone el esfuerzo que se le pide y se le ve con la actitud apropiada. Seguro que va a más, porque es un jugador de primer nivel, pero no está teniendo el arranque blaugrana que soñaba. Poco después, cerca del descanso, Neymar fue derribado y el colegiado marcó penalti. Messi hizo el tercero y en su celebración tuvo un gesto poco elegante: lanzó un beso a la grada que animó a Luis Enrique que sonó a desafío.
En 10 minutos, el Barça fue capaz de calmar a la grada, que registró la peor entrada de la temporada (un cuarto del aforo), y de liquidar la eliminatoria. Tras la reanudación, el encuentro regresó al tono plano y gris de los inicios de la primera y solo los chispazos de las estrellas azulgranas consiguieron mantener despiertos a los escasos 27.000 espectadores o a los televidentes en sus casas. Messi, que regresaba a la titularidad después de su polémica suplencia en Anoeta, que abrió la caja de los truenos en el vestuario, se empleó en labores de asistente ante el Elche, desde donde firmó un pase genial, que permitió a Alba, rompiendo desde atrás para hacer el cuarto.
Cinco minutos después, en el 59, Neymar logró su segundo tanto, un golazo, el quinto de su equipo, que deja la eliminatoria, salvo accidente, vista para sentencia. El Barça buscaba una goleada que pudiera rebajar la tensión que se ha vivido esta semana en el club y en parte lo logró, a pesar de que el clima social no es el idóneo. La manita sobre el Elche actuará de breve ducha fría para bajar la temperatura. Pero solo de momento, porque el Atlético de Madrid visita el Camp Nou el domingo y si los hombres de Luis Enrique no son capaces de derrotar a los colchoneros, la crisis que se ha instalado en Can Barça y que durará hasta las elecciones de final de tenporada, salvo que el equipo pegue un gran cambio, puede ir a más. En cuanto al Elche, no disparó ni una vez sobre Ter Stegen y con eso está todo dicho.
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