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Ladislao Kubala, Luis Suárez y el técnico Helenio Herrera, tres leyendas que tras la muerte del gallego han dejado un vacío irreparable, protagonizaron de forma directa o indirecta una historia insólita que acabó con una 'butifarra' histórica del coruñés a la afición culé en el ... Camp Nou.
Aunque se llevaban ocho años, eran amigos y actuaban en diferente demarcación, ocurrió que el centrocampista gallego nunca llegó a ser un ídolo de una hinchada culé que, en cambio, sí idolatraba al delantero de origen húngaro.
Mucho contribuyó a ello que desde el club catalán se trasladase una incompatibilidad y rivalidad falsa entre László y Luisito de la que supo sacar provecho el mago HH para romper con el Barça y llevarse luego a Suárez al mejor Inter de siempre.
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Ignacio Tylko
Tras la fatídica final de la Copa de Europa disputada en Berna en 1961, en la que los azulgranas remataron hasta cinco veces a los postes cuadrados del Benfica para terminar perdiendo (3-2), el Barça entró en crisis. A su delicada situación financiera se sumaron los problemas deportivos, institucionales y de una afición dividida, que se decantaba por el veterano Kubala en lugar de por el joven Suárez en medio de una pugna artificial. El caso es que Luisito emigró al Inter por 25 millones de pesetas, récord en 1961, más un amistoso tasado en cinco millones más.
Con el discurrir del tiempo, la historia dejó un gesto que explica por sí solo el desencuentro entre el magnífico y fino centrocampista gallego y la siempre exigente afición blaugrana. Ocurrió que Suárez, ya como jugador del Inter, donde alzó dos Copas de Europa entre otros galardones, regresó al Camp Nou junto con Helenio Herrera de entrenador durante un amistoso de tronío que abría el curso 65-66.
Expectación máxima, campo lleno, preludio de un trofeo Joan Gamper creado al año siguiente bajo la presidencia de Enrique Llaudet. El feudo azulgrana, dividido entre 'kubalistas' y 'suaristas'. Harto de ser abucheado, Luisito se retiró del campo haciendo un monumental corte de mangas a la hinchada culé.
El protagonista lo explicó así en unas declaraciones recogidas por El País en 2017. «Mientras jugué allí, ya iba mentalizado cada día de que me pitarían, porque la tomaron conmigo. Pero esta vez no me lo esperaba, y ¡zas!. Hice un corte de mangas y me fui. Me equivoqué, pero es que me pilló blandito, sin esperármelo», narró, con su habitual gracejo.
Con Suárez al frente de las maniobras, el Barça le ganó dos títulos de Liga al gran Real Madrid, pero resulta que en su estadio le silbaban. Paradojas del fútbol, y de la vida, consustanciales a la idiosincrasia del socio azulgrana.
«Me vieron como el niño bonito de Helenio Herrera, y ya que quitaba a Kubala fuera, lo pagaban conmigo en casa. Y como yo arriesgaba en jugadas difíciles, si la perdía la pitada per tremenda. Pero si acertaba, apenas me aplaudían», se lamentó siempre el Balón de Oro. Así de sencillo y a la vez de incomprensible. Luisito, genio y figura hasta la sepultura.
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