Daniel Panero
Lunes, 1 de enero 2024, 16:06
Luis Enrique ha vivido un año difícil de olvidar. El técnico asturiano abandonó la selección española después de no pasar de octavos de final en el Mundial de Catar y se embarcó, meses después, en un proyecto faraónico que puede marcar, para bien o para ... mal, el rumbo de su carrera como entrenador. El Paris Saint-Germain de Lucho lidera la Ligue 1, como casi siempre, pero ha dejado muchas dudas en la fase de grupos de la Champions y vive pendiente de una eclosión que no termina de llegar.
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«A muchos les haría ilusión vernos muertos, pero estamos vivos y coleando. Estoy contento porque hemos demostrado ser competitivos y porque no tengo ninguna duda de que seremos mejores en febrero», afirmó Luis Enrique minutos después de lograr el pase a octavos de final de la Liga de Campeones. Así, desafiante, despidió ante la plana europea un 2023 en el que sobrevivió a muchos cambios y en el que, mes a mes, se fue convirtiendo en uno de los nombres propios del planeta futbolero.
Y es que empezó el año con la resaca presente del Mundial de Catar. Allí se pudo ver al Luis Enrique más Luis Enrique, alguien capaz de no dejar indiferente a nadie. Transmitió sus desventuras a través de Twitch, condujo a los suyos a la siguiente fase yendo de más a menos y cayó ante Marruecos en octavos de final en un partido infame, uno de los más aburridos que se recuerdan en la fase final de un Mundial. Aquella decepción le hizo decir adiós a una etapa de cinco años interrumpidos en la selección y ponerse en el escaparate en el Viejo Continente, donde todavía se recordaba el triplete conseguido con el Barcelona en la temporada 2014-2015.
Tras varios meses en los que el teléfono no paró de sonar, Luis Enrique puso rumbo a París y se hizo con uno de los banquillos más calientes del fútbol europeo. Allí esperaba un Paris Saint-Germain de entreguerras en el que Messi ya tenía listo el billete de salida, en el que Neymar deshojaba la margarita para irse a Arabia Saudí y en el que, una vez más, Mbappé era el dueño de todas las portadas por su enésima posible salida del club. Las dos primeras cosas ocurrieron, la tercera no, y así empezó un proyecto en el que tocaba reconstruir el equipo con jugadores más terrenales como Marco Asensio, Kang-in Lee, Manuel Ugarte, Dembélé, Kolo Muani, Lucas Hernández o Gonçalo Ramos. Hasta once caras nuevas llegaron a un conjunto que además debía adaptarse a las exigencias de un entrenador con unas ideas inamovibles. «La mentalidad de juego ofensivo es innegociable, los jugadores van a disfrutar», dijo Lucho en su presentación.
Ese disfrute todavía es una cuenta pendiente para Luis Enrique. Su PSG aún sigue cogiendo velocidad y, por el camino, va sobreviviendo a las metas que se le ponen por delante. Su idea de juego la pagó cara el equipo en un inicio de temporada nefasto en el que tardó cinco jornadas en ganar un partido y en el que saltaron todas las alarmas habidas y por haber. Ese bache lo sorteó como pudo y su superioridad en Francia y el talento de Mbappé, autor de 18 goles en el campeonato doméstico, le han llevado a ser líder de la Ligue 1 con cinco puntos de ventaja sobre el Niza a finales de año.
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Ese liderato sigue sin ser suficiente. El PSG vive por y para la Champions, y es ahí donde más se le han visto las costuras a un proyecto que sigue sin despegar. Los parisinos pasaron a octavos de final en la sexta jornada, como segundos y gracias a la diferencia de goles sobre el Milan. Ese bagaje, pobre, es el que tiene ahora ocupado a un Luis Enrique que sigue buscando mejoras para que su equipo esté entre los mejores y que entra en 2024 con una presión muy distinta de aquella con la que inició 2023. De estar en paro y con la resaca mundialista reciente, ha pasado a estar tremendamente ocupado y con muchos frentes abiertos. El PSG es una montaña rusa y a muy pocos entrenadores les gusta más la adrenalina que al asturiano.
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