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Ignacio Tylko
Sábado, 20 de diciembre 2014, 15:05
Sergio Ramos emergió en la semifinal continental ante el Bayern de Múnich, rescató después al Real Madrid y le aupó hacia la décima Copa de Europa ante el Atlético, y también fue el protagonista decisivo en el primer Mundialito de clubes logrado este sábado por ... el club más laureado del planeta. El camero llegaba al exigente duelo de Marrakech tocado en la parte posterior del muslo izquierdo, pero habló con Carlo Ancelotti y se alistó para la batalla. Asumía un serio riesgo de lesionarse pero el central no quería perderse una de esas citas globales que engrandecen el palmarés, prestigian, elevan la autoestima, mejoran los contratos y generan pingües beneficios.
Si ante los del Cholo Simeone selló el empate con un brutal testarazo en el descuento que despejó el horizonte lisboeta para los madridistas y hundió a los colchoneros, esta vez descerrajó a San Lorenzo cerca del descanso, en un momento clave. Otra vez al cabecear un saque de esquina, lanzado con precisión de cirujano por Toni Kroos. Midió el tiempo y la distancia, se elevó y superó en el salto al colombiano Yepes, un central colombiano de nada menos que 38 años y curtido en mil guerrillas en Argentina, Francia e Italia. El sevillano aprovechó la inercia, corrió por detrás de la portería de Torrico y lo celebró a lo Raúl, mostrando con sus pulgares su nombre y apellido serigrafiados en la camiseta de héroe.
Ramos, que antes se las había tenido tiesas con varios jugadores sudamericanos y ya jugaba condicionado por una amarilla que bien pudo haber evitado, desequilibró con su cabeza privilegiada una final hasta entonces muy cerrada, repleta de interrupciones y jugada al ritmo que quería el rudo equipo conducido por el enjuto Edgardo Bauza, de 56 años pero aparentemente mucho mayor por las profundas arrugas de su afilado rostro.A base de faltas, brazos sueltos en los saltos, pataditas y protestas, habían logrado los cuervos frenar las acometidas del multimillonario rival y sacar de quicio a Cristiano Ronaldo. Al portugués no le llegaban balones y por eso no paraba de quejarse y de protestar incluso a Bale.
Carvajal y Marcelo no percutían por los laterales como en citas más rutinarias, James, que acababa de superar una lesión en un gemelo, no se encontraba, y el Real Madrid sufría una inmensidad para conectar con la BBC. Sin espacios, sin continuidad, sin ritmo y con tantos cuerpos y piernas por delante, las estrellas merengues padecían. El choque degeneraba en faltas y protestas continuas, aunque el dominio siempre era blanco y a Iker Casillas ni se le aproximaban los cuervos. El gol dio tranquilidad al campeón de Europa. Y apenas cambió el guión del Ciclón, que se defendía con uñas y dientes pero con el balón en su poder era una calamidad y mostraba signos de impotencia.
Pepe, insólito
Antes del celebrado gol de Ramos, el primer tiempo dejó una jugada insólita y de lo más curiosa, ya que Pepe sacó de banda mal y cabeceó su propia pifia. Y después de ese tanto decisivo se produjo la lesión de Marcelo, que cayó solo y pidió el cambio antes del descanso. Oportunidad para Coentrao, un tipo que suele pasarse lesionado buena parte de las temporadas pero está listo para las citas decisivas, en las que casi siempre cumple.
La segunda mitad fue mucho más calmada porque si el cabezazo de Ramos ya tuvo un efecto balsámico para el Real Madrid y depresivo para San Lorenzo, el tempranero tanto de Gareth Bale, otro especialista en finales, disparó las buenas sensaciones de los españoles y destrozó a los argentinos, ya sin capacidad de respuesta más allá de alguna patada a destiempo. El gol del galés fue más bien un churro, aunque el mérito fue el pase genial de Isco. Bale tiró mal pero a Torrico se le coló el balón por debajo del cuerpo. La victoria del favorito ya era indiscutible. Por si acaso, Kroos tocaba con buen criterio, Isco conducía y Ancelotti recurría a Arbeloa porque Carvajal estaba amonestado y picado con Barrientos. Hubo un centro-chut de Bale frenado por el travesaño y un penalti no señalado por un agarrón de Benzema, a quien rompieron la camiseta.
El Madrid celebró a lo grande el título que faltaba en sus repletas vitrinas, donde sí relucían ya tres Copas Intercontinentales, y San Lorenzo rumió su derrota. Sólo un milagro podría evitar este final. Ni las plegarias de Jorge Mario Bergoglio, el carismático papa Francisco que es confeso hincha de los cuervos, cambiarían el devenir de la final. Los blancos cierran 2014 con cuatro títulos: Champions, Copa del Rey, Supercopa de Europa y Mundialito de Clubes
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