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MARTA HERMOSILLA
Lunes, 31 de octubre 2022, 20:58
Sara Ortega acaba de inscribir su nombre en un lugar guardado solo para unos pocos elegidos. Los que como ella, nacen con el don innato de dar patadas, de las buenas, al balón. Si bien la joven riojana llegó a este mundo con estrella, sus años de dedicación y esfuerzo dentro de los campos de la comunidad pueden justificar la gesta conseguida el domingo en Mumbai al proclamarse campeona del Mundo con la selección española Sub'17.
Hay que remontarse al año 2005 para conocer todos los detalles de una jugadora que ya ha hecho historia. Nació en Logroño dentro de una familia en la que el fútbol ha sido religión. Con abuelo, padre y tíos futbolistas, Sara Ortega empezó a ocupar las gradas cuando aún no se tenía en pie. Con sus primeros pasos, llegaron sus primeros toques a la pelota demostrando que su destino estaba intrínsecamente ligado a este deporte. «Todos en casa veíamos como Sara iba a despuntar. Se le daba muy bien desde muy pequeña», rememora su tío, Rubén Ruiz, el exjugador del Logroñés y actual delegado de la UD Logroñés.
Comenzó su etapa escolar dentro de Jesuitas siendo una fija de los partidos que se resolvían en los recreos. Entró, junto a muchos de sus compañeros de clase, al Balsamaiso llamando la atención de los que se acercaban a ver los encuentros. Joel de Juan, que por aquel entonces entrenaba a niños en el Loyola, fue uno de ellos. «La vi jugando y me sorprendió la calidad y templanza de Sara. Hablé con sus padres para que se viniera con nosotros al equipo y pudimos entrenarla un par de años hasta que pasó al Comillas con el fútbol 8», explica.
Y fue en ese club, en el Comillas, donde Sara Ortega asentó las bases de la jugadora que es a día de hoy. Con apenas 8 años, pero con un enorme bagaje sobre sus pequeñas piernas, la riojana se vistió la elástica azulona justo al resto de sus compañeros, todo chicos, hasta su reciente fichaje por el Athletic. Junto a los hermanos Pavía, Javi y Félix, aprendió todo lo necesario para despuntar sobre el verde. «Era una niña tímida pero daba gusto entrenarla. Siempre estaba atenta, competía como la mejor y nunca escuché una queja salir de su boca. Tenía la cabeza muy amueblada», asegura Javi Pavía.
Todas esas cualidades llamaron la atención del equipo de Bilbao, que requirió de sus servicios hace tres años. La Rioja es un buen caladero. Buscando dar una progresión a su trayectoria, Sara Ortega cogió sus maletas para trasladarse a un club en el que ya aparece en las convocatorias del primer equipo pese a mantener su ficha del filial y estar en edad juvenil. Tal es su calidad que la riojana se convirtió, hace unos meses, en la primera jugadora de esta década que debutaba a la temprana edad de 16 años con el conjunto rojiblanco. «Ella estaba muy decidida de irse al Athletic, algo que ya nos enorgulleció en su momento. Luego llegó a la selección, siendo subcampeona de Europa, y ahora el Mundial. Ha logrado algo increíble», comenta emocionado su tío.
Ahora, los que la conocen, tanto dentro como fuera de los terrenos de juego, solo tienen palabras de admiración al verla levantar la copa del Mundo ya que, pese a no ser la capitana, Sara se hizo un hueco entre sus compañeras para alzar el trofeo. «En eso se parece a mi hermana», asegura entre risas Rubén Ruiz.
La joven jugadora riojana ya está de vuelta en España con una medalla oro colgando de su cuello demostrando que su leyenda acaba de empezar a escribirse.
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