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Bicicletas de carretera, a miles. Pero también de montaña y muchas, muchísimas eléctricas. Sobre ellas, ciclistas con los gemelos bien marcados, estilizados en sus ajustados maillots. Pero también los había anchos y fuertes, luciendo con orgullo sus barriguitas cerveceras. También muchas fueron las familias que decidieron subir andando o dándole al pedal y vivir en primera persona un evento único. La afición, instalada en los puntos más calientes, brindaba sus aplausos, sobre todo a los más pequeños, que no mostraban agonía en los 8,6 kilómetros de ascensión. Todavía faltaban horas para que Primoz Roglic pasara por allí como el correcaminos persiguiendo al coyote, pero la etapa ya se vivía con muy buen rollo que fue contagiando a los que llegaban exhaustos.
Buen humor como aquellos chavales enfundados con los colores del BH Coloma Team que subieron y bajaron las cuestas más complicadas de la ascensión una y otra vez, incluso haciendo un caballito al 15%. También estaban los del Osga, los de Sendero, La Solera, los Soletes, los Caracoles... y numerosísimas peñas de amigos que se fueron apostando al costado de la carretera.
Bocata en mano, el público se fue animando a medida que la afición llenaba el monte riojano y se iba impregnando de la etapa, pese a la escasa conexión del lugar. Las primeras noticias llegaban desde Haro, donde un perro que se había escapado de su dueño estuvo a punto de tumbar al pelotón. El can, posiblemente excitado por el ruido de las bicicletas y la velocidad del rodado, se metió en medio de la marcha de los ciclistas y solo la suerte y la pericia de los profesionales evitaron que el incidente no fuera más que una anécdota.
Mientras tanto, los ciclistas aficionados y los senderistas (la subida a Moncalvillo se había clausurado el día anterior para los vehículos) seguían escalando por las laderas del monte. Nadie se quería perder el golpe en la mesa de Roglic. Una sentencia que pocos –o nadie– ponían en duda.
Y llegó el momento: las informaciones detallaban que Roglic ya había dado caza a los escapados y que subía en solitario desde los primeros kilómetros de Moncalvillo. Aparecieron los helicópteros y drones por el cielo riojano y una larga fila de coches (jueces, patrocinadores, equipos) y motos hicieron de prólogo del paso del ciclista esloveno, vitoreado de ambos costados. Quedaban dos kilómetros y medio y Roglic ya había dejado atrás a Enric Mas y Ben O'Connor. La afición disfrutó como pocas veces del paso de los gallos de la carrera y de los quince minutos posteriores que tardó el pelotón en cerrar la jornada. El esfuerzo había valido la pena.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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