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Jon Rivas
Viernes, 16 de agosto 2024, 10:39
Después del fiasco de Barcelona, con la contrarreloj por equipos de hora tardía que se convirtió en nocturna a causa de la tormenta, los organizadores de la Vuelta a España no han querido caer en el mismo error y han programado el sábado una primera ... etapa en la que el último corredor llegará a la meta a las 19:30 h., en Lisboa, una buena hora para poder aprovechar la luz del día y no la de las farolas. Será, además, una carrera corta de 12 kilómetros a título individual, que puede comenzar a definir, o tal vez no, los primeros indicios de lo que puede suceder a lo largo de las 21 jornadas que comienzan en la capital de Portugal, atraviesan cuatro distritos del país luso y, después, veinte provincias de nueve comunidades autónomas antes de llegar a Madrid. 3.301,4 kilómetros de recorrido, solo una etapa llana, cinco onduladas, otras cinco de media montaña, ocho de montaña y dos cronos para concretar quién se vestirá de rojo en la capital de España.
176 corredores, 22 equipos y un puñado de favoritos, con el estadounidense Sepp Kuss con el propósito de defender su victoria de 2023, que tiene a su favor llegar con confianza después de ganar la Vuelta a Burgos, y no cargar encima la mochila del Giro o el Tour, aunque con el hándicap de no tener a su favor a Jonas Vingegaard, como el año pasado, ya que no tomará la salida, ni a Primoz Roglic, que esta vez remará en contra, y tal vez sea, por el trazado de la carrera, el máximo favorito para conseguir la victoria, que sería la cuarta de su palmarés. Cuenta con una potente escuadra diseñada por el Bora, y la convicción de que la Vuelta es su carrera fetiche.
El Ineos, otrora dominador del ciclismo mundial, volverá a poner en liza como candidato a Carlos Rodríguez, como hizo en el Tour, aunque sin tener que padecer las consecuencias del ritmo agotador que en Francia impuso Tadej Pogacar. En España será más llevadero mantener la forma sin el fenómeno esloveno o su rival, Jonas Vingegaard, por lo que se abren las opciones a otros ciclistas como Joao Almeida o Adam Yates, que, liberados de su papel de gregarios, podrán hacer la guerra por su cuenta camino del podio. Le sucede lo mismo a Mikel Landa, que tras una labor espléndida como mentor de Remco Evenepoel en el Tour, tendrá la oportunidad de brillar por su cuenta.
Entre las incógnitas se encuentra Enric Mas, tras una pobre actuación en el Tour, en el que partió como jefe de filas del Movistar. Hará lo mismo en la Vuelta, aunque despierta más dudas que certezas, y debe definir si su papel será luchar por la general o tratar de destacar en otros aspectos.
Tendrán que definirse todos, en realidad, porque el recorrido no da tregua. Tal vez lo más suave se encuentra al principio, en las etapas portuguesas, porque en cuanto se atraviesa la frontera, llegan las dificultades, ya en la cuarta etapa, con salida en Plasencia y primer final en alto, en el pico Villuercas, en una jornada con cuatro ascensiones, que culmina con la última de 14,6 kilómetros y tramos del 20% de desnivel. En el kilómetro final hay uno del 15%. Dos días más tarde, la etapa acaba en lo más alto de un puerto de tercera categoría, Yunquera, y en la octava en otro, el de la Sierra de Cazorla. Tres metas instaladas en alto en ocho días de competición.
Al día siguiente, en la novena etapa, la carrera finaliza en Granada, tras atravesar tres puertos de primera categoría, el Purche, con tramos del 17%, y Hazallanas, dos veces, la última a veinte kilómetros de la llegada, con dificultades de hasta el 20% de desnivel. Antes del primer día de descanso, la montaña ya habrá hecho mella en los ciclistas, aunque todavía puede ser peor. Después de un viaje de Andalucía a Galicia, lo que se avecina es todavía más duro. Son ocho jornadas consecutivas en las que se acumularán kilómetros y kilómetros de ascensión sin descanso.
El 29 de agosto, entre Ourense y el Alto de Manzaneda, el trazado es un constante sube y baja antes de la ascensión final de 15,4 kilómetros a un puerto con pendientes de hasta el 12% de desnivel. La dificultad crece cada día, ya que entre Lugo y Ancares, en la decimotercera etapa, de 175 kilómetros, después de tres puertos, llega la escalada definitiva de 7,5 kilómetros y una pendiente media del 9%.
Ya en territorio leonés, en Villablino, el alto de Leitariegos será otra muesca en el manillar de los escaladores. 22,8 kilómetros de agotadora ascensión a una cima que se corona a 16 kilómetros de la meta, en una etapa de 200 kilómetros. Después, en Asturias, llegan los puertos de categoría especial, como Pajares y su último tramo infernal del Cuitu Negru, con 2,5 kilómetros terminales al 24%, y a la etapa siguiente, después del descanso en Oviedo, el mítico Angliru, escenario habitual de gestas y hundimientos, con el Fito y Collado Llomena, ambos de primera categoría, para completar el recorrido.
Luego, tras dos jornadas de tregua en Cantabria y el País Vasco, con la última jornada entre Vitoria y el parque natural de Izki, llegan otras dos etapas definitorias, entre Logroño y Moncalvillo, con un final durísimo, y la que comienza en Villarcayo y finaliza en el Picón Blanco, con siete puertos en 172 kilómetros de recorrido, con Lunada y los Tornos, de primera categoría, y finalmente el Picón, con una media de desnivel del 7,9%.
Si no está todo definido para entonces, se decidirá el jersey rojo en Madrid, en la contrarreloj de 24,6 kilómetros casi llanos entre la sede de Telefónica y la Gran Vía. Allí, el ganador levantará su trofeo después de tres semanas agotadoras.
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