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Cuando el sábado Sam Bennett ganó la segunda etapa recuperó la fe. En sí mismo. Llevaba tiempo sintiéndose inferior a otros velocistas. Batir en Utrecht a Mads Pedersen, uno de esos rivales tan potentes que casi hacen un surco en la carretera cuando arrancan hacia ... la pancarta, le devolvió una pieza clave en el mecanismo mental de un ciclista, «la confianza». «Lo necesitaba», confesó. Y, con la fe recuperada y el perfecto lanzamiento de Mullen y Van Poppel, el irlandés repitió victoria este domingo sobre Pedersen, esta vez en Breda, donde al podio subió como líder el italiano Edoardo Affini, el tercer corredor (Gesink, Teunissen y ahora el transalpino) del equipo de Roglic, el Jumbo, que se viste de rojo en tres días de esta Vuelta que ya viaja hacia Vitoria para tomarse el lunes un día de descanso.
Como la etapa comenzó dentro de la Grote Kerk, la iglesia mayor de Breda, algunos corredores como Nibali y Cataldo se santiguaron. El templo fue católico en su inicio y hace tiempo que es protestante. Caben todos. Dos ciclistas neerlandeses, el líder en ese momento, Mike Teunissen, y el rey de la montaña, Julius van den Berg, encendieron velas. Todos, creyentes, ateos y agnósticos, pisaron la iglesia en silencio, pidiendo sin voz que la tercera etapa, la última en Países Bajos, les tratara bien. Al canadiense Michael Woods nadie le escuchó. Se cayó en el inicio del peligroso recorrido y se retiró. En plena pelea por salvar su plaza en el World Tour, el equipo Israel pierde a su líder. A rezar. «En carreteras tan estrechas hay que frenar poco y observar mucho», aconsejaba Nibali, uno de los que se había persignado en la Grote Kerk.
El pelotón paseó por Breda al trantrán durante el tramo neutralizado. Como los dos días anteriores, no cabía el público en las cunetas. La Vuelta respiraba un ambiente a la altura del Tour. La ciudad da nombre a una obra de Velázquez, 'La rendición de Breda', el cuadro de las lanzas. Pero ni en ese inicio había paz entre los ciclistas. Thomas de Gendt circulaba el primero, aún frenado por el coche de Javier Guillén, el director de la carrera. De Gendt es el maestro de las fugas. Al verle allí, todos sabían que el fornido belga se había levantado con los dientes apretados. Listo para la batalla con su lanza bien afilada. Así fue. De Gendt se escapó desde Breda. Con seis sombras a su rebufo: José Herrada, Jan Bakelandts, Pau Miquel, Ander Okamika, Mikel Iturria y Van den Berg, el de la vela en la iglesia, que quería reforzar su liderato de la montaña en la única tachuela de un recorrido tan plano. De Gendt le quitó ese premio. No hubo más a repartir.
Detrás, Cataldo, otro de los que había hecho la señal de la cruz en Breda, tiraba y tiraba del Trek, el equipo de Pedersen. El gran danés, segundo en la etapa anterior, quería saber si Bennett había recuperado de verdad la fe.
La fuga se apagó. La tensión elevó la velocidad. Se cayó Carapaz. Se reintegró al grupo. Peor le fue a Mikel Bizkarra, que en el día que cumplía 33 años, se quedó rezagado entre los latigazos de las rotondas. La cercanía de la meta, instalada como la salida en Breda, puso a todos en alerta. Los equipos blindaron a sus líderes. El Bahrain protegió a Mikel Landa, que dice que no ha venido a pelear por la Vuelta. Como si no creyera en sus opciones tras salir de una lesión. Pero sus compañeros sí creen en él. Por si acaso, quieren que llegue a la montaña intacto.
Landa les deja hacer. Se da tiempo y evita el estrés. «A mí, mientras mi madre no me meta presión… De muy pocas personas me afecta lo que digan. Por suerte mi madre solo me dice que disfrute y que vuelva sano a casa. No me pide que gane, ja, ja», declaró en el diario 'Marca'. Acabó intacto. Le espera la etapa alavesa, en su hogar. Con su madre y su hijo recién nacido. Más motivación. «Hasta que no llegue la primera cuesta no sabré dónde estoy», tranquilizó el corredor de Murgia.
Todos los favoritos esquivaron el peligroso día. Valverde se quejó del trazado sin querer levantar mucho la voz: «Parece que hemos pasado siete veces por el mismo pueblo». A Carapaz tampoco le gustó el estrecho y revirado recorrido: «A las Vueltas les ha dado por hacer etapas así. En fin, hay que sortearlas de la mejor manera posible». Los rezos del pelotón fueron atendidos, salvo en el caso de Woods, el único que salió desde la gran iglesia de Breda para acabar sepultado en esta Vuelta que se despide de Países Bajos y vuela hacia Vitoria.
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