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J. Gómez Peña
Domingo, 16 de julio 2023, 19:34
A la gran historia del Tour se ingresa a menudo en pareja. Como Gino Bartali y Fausto Coppi. Como Jacques Anquetil y Raymond Poulidor. Como Luis Ocaña y Eddy Merckx. Como Bernard Hinault y Greg LeMond... Como Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar en la meta ... de Saint-Gervais Mont Blanc. Pegados. Gemelos sólo separados por los mismos diez segundos que el danés le sacaba al esloveno en la salida. No se puede hablar de uno sin citar al otro. Sus nombres están insertados a la par en el alambre de oro donde permanecen los grandes mitos de la Grande Boucle. Y la edición de este año tiene el tamaño de las mejores.
La etapa que al final ganó fugado el neerlandés Wouter Poels se disputó de nuevo a puño limpio. La subida al pueblo que se apellida 'Mont Blanc' fue hipnótica. Otra vez. Es espectador ni pestañea. El UAE, el equipo de Pogacar, apretó al límite, hasta rozar el desgaste máximo. El camino es el dolor. Aislaron a Vingegaard. El líder danés no dejaba de girarse. En busca de Pogacar. Ahí estaba, clavándole sus ojos metálicos. Así es el Tour.
Pogacar visto por Vingegaard. Y al revés. El esloveno ordenó a Adam Yates coger unos metros de ventaja. A la orden. El danés ni si inmutó. Con ojos sólo para su siamés. Hasta que, como cada día, el indomable Pogacar atacó para probar la sangre del líder. La misma arrancada del último kilómetro. Bruta. Pero esta vez Vingegaard se le soldó. Le ató. Bozal para tanta rabia. Hasta quiso replicarle con la pancarta a la vista. Quería una victoria psicológica. Pogacar no se lo concedió. Por un palmo, el esloveno llegó delante. Eso sí, no restó ninguno de los diez segundos que le separan del liderato. Sigue metidos en la misma cuna. A unos metros apareció Adam Yates, que le recortó 17 segundos a Carlos Rodríguez, y le discute el podio (está a 19 segundos). El granadido, que alejó a Hindley, se agarra con 22 años a la tercera plaza de su primer Tour. «Estoy un punto por debajo de esos dos», resopló. Todos lo están. También Pello Bilbao, que en este océano de sudor siempre sale a flote y sube a la séptima plaza.
La etapa lo tenía todo: la postal del lago de Annecy bajo las paredes alpinas peinadas de verde, el duelo histórico entre Vingegaard y Pogacar... Sólo sobró una cosa. Un espectador. Estiró un brazo, probablemente para sacar una de esas fotografías que no sirven para nada, y tiró a Sepp Kuss, lugarteniente de Vingegaard. Con Kuss, efecto dominó, se cayeron sus compañeros Van Baarle y Van Hooydonck. Y unos cuantos más. La imprudencia de ese aficionado alteró el guion de la jornada.
El pelotón frenó para socorrer y esperar a los caídos. La fuga, ajena a esa montonera, voló libre. Y era una escapada llena de pesos pesados: Woods, Landa, Ion Izagirre, Omar Fraile, Guillaume Martin, Aranburu, Ciccone, Juampe López, Urán, Van Aert, Van der Poel, Soler, Powless, Skjelmose, Pinot, Poels, Neilands... Para cuando el pelotón se lamió las heridas, el grupo delantero ya tenía ocho minutos de margen. La etapa era suya. Pero, ¿de quién? Había 35 escapados. Y buenos. Y hambrientos. Para muchos podía ser el día de la redención con la belleza de los Alpes como testigo. Buen sitio para celebrar, además, que Miguel Induráin cumplía 59 años. Cómo pasa el tiempo.
Eso debió de pensar el equipo Jumbo, que agitaba la batuta de la jornada. El reloj corría a favor de la escapada. No era su lucha. Vingegaard había colocado en esa avanzadilla a su mejor sostén, Van Aert. Por si luego le hacía falta el multiusos belga. El correr del tiempo y la energía inagotable de Van Aert le cambió la tarea al portento belga y buscó el triunfo. Los dientes de sierra de la tremenda y sofocante etapa la cortaron las piernas a casi todos los escapados entre las subidas a la Croix Fry y el Aravis. Marc Soler, liberado por su patrón, Pogacar, saltó a prolongar la racha del ciclismo español. Le siguieron Van Aert, Neilands y Poels, el neerlandés para el que se había sacrificado Landa en la fuga. El alavés ha asumido que sus sueños no tienen por ahora hueco en este Tour. Carga con esa decepción, la ha reciclado. Y se puso al servicio de su compañero. Fue gregario antes que líder y ha sabido pasar a la segunda fila.
La suerte también corre. Neilands no la tuvo. Al coger un bidón de una moto, tocó el retrovisor y se le dobló el manillar que sólo sostenía con la otra mano. Al suelo. Ejecutado. La subida final a Saint-Gervais Mont Blanc era para tres: Van Aert, Soler y Poels. Alzaron la vista a trío y vieron la mole mineral. El techo de la Unión Europea. Soler cedió unos metros en el descenso previo y eso le penalizó. Van Aert no pudo con su peso. Y Poels, el colega de Landa que nunca había ganado en una gran vuelta, le dedicó el triunfo al compañero del Bahrain que les falta, Gino Mader. El segundo regalo tras la victoria el martes de Pello Bilbao.
Dicen que el Mont Blanc no deja de crecer. Centímetro a centímetro. La emoción e incertidumbre de este Tour crece, en cambio, como la espuma, al ritmo descosido de Pogacar y del líder que le mantiene amarrado a su collar amarillo, Vingegaard. Un peldaño por debajo también crece a saltos Carlos Rodríguez. «Estoy contento de no fallar», declara el andaluz. Habla en voz baja y pedalea a todo volumen. Su nombre resuena en los Alpes. Tras los gemelos viene él.
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