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Miércoles, 13 de julio 2022, 19:26
No todos los días cae un gigante. Tadej Pogacar (UAE), el gran genio del ciclismo del siglo XXI, el corredor que domina todos los terrenos, el hombre que lidera la regeneración que este deporte persigue desde hace treinta años, el brillo hecho ciclista, el sentido ... del espectáculo, se derrumbó ayer en las rampas del Granon. El puerto que despidió a Bernard Hinault no entregó su testigo a su sucesor, al próximo ganador de cinco Tours. Al contrario, en esas rampas Jonas Vingegaard (Jumbo) le llevó a conocer la derrota. El danés ganó la etapa y es el nuevo líder del Tour.
Pogacar sufrió un ataque colectivo del equipo Jumbo desde el Télégraphe y reventó a cinco kilómetros de meta. Una pájara también de los viejos tiempos. Perdió tres minutos y compuso la imagen de la derrota, con el maillot amarillo suelto, buscando un oxígeno inexistente a bocanadas y viéndose superado por ciclistas que venían remontando. Un ciclista acostumbrado a manejar las carreras a su antojo, a merced de los elementos.
El hundimiento de Pogacar es el triunfo del Jumbo. La ofensiva del equipo neerlandés resucitó al Tour de Francia y lo devuelve a los tiempos gloriosos. Ha terminado la larga noche del pesimismo, los agoreros y el conservadurismo, que tanto han perjudicado a la carrera francesa. Todos los ciclistas del Jumbo, salvo Vingegaard, acabaron desperdigados por la carretera, rotos. Su ataque fue total, sin plan B. Comenzó cerca de la cima del Télégraphe, a 70 kilómetros de meta, con las arrancadas de Roglic y Vingegaard. Acosaron a Pogacar sin cesar, en la bajada y en el arranque del Galibier. Se turnaron para arrancar y se quedaron solos con Pogacar y con sir Geraint Thomas (Ineos). El resto del Tour penaba de uno en uno por el corazón de los Alpes.
Siguió el ataque en la parte final del coloso, muy por encima de los dos mil metros. El Jumbo tenía a sus dos primeros espadas, a Benoot, Kruijswijk y Kuss, con Van Aert por delante. El líder estaba solo. Roglic se movió y Pogacar trató de poner orden. Ejecutó una de las suertes en la que es un maestro, llevar las carreras al mano a mano. Soltó a todos sus acompañantes y coronó junto a Vingegaard. Solos.
En la bajada, el Jumbo paró a Van Aert para esperar a Roglic. Le metió en el grupo principal y todo el equipo tiró como si no hubiera mañana hasta las puertas de Briançon, donde se coge el desvío al Granon. Como por arte de magia, Pogacar había dado la vuelta a la situación táctica: de estar uno contra cinco en el Galibier a estar dos (con Majka) contra uno (Vingegaard) en el inicio del Granon. Increíble, eso intangible que tienen los campeones.
Pero a cinco kilómetros todo saltó por los aires. Fue el ataque que todos los aficionados estaban esperando desde 1985. Es la mejor maniobra en una vuelta de tres semanas en años, por encima del impresionante ataque de Chris Froome en la Finestre en el Giro de 2018. Aquello fue una maniobra con el sello de Fausto Coppi, pero lo de ayer tiene el valor añadido de que la ofensiva no solo cambió el curso de la carrera por completo sino que derribó al número uno, al patrón del Tour en el punto culminante de su carrera. Ese gran ataque que todos los Poulidor y Luis Ocaña de la historia han buscado desde el principio de los tiempos contra los Anquetil y Merckx en cada momento de la historia. Vingegaard puso patas arriba el Tour llevándose por delante al gran dominador.
Salvo que en las próximas horas se conozca que no está en plenitud -la covid está afectando a su equipo-, habrá respuesta de Pogacar. Y puede ser maravillosa, porque es un genio. Ahora está a 2:22 en la general y es un peligro. En el ciclismo moderno, esa distancia es un mundo, pero el Jumbo abrió ayer la caja de Pandora del ciclismo de siempre, ese que consiste en ir los más rápido posible en bicicleta y no el de los expertos, los teóricos y el tacticismo. Salir de un sitio y llegar lo antes posible a otro, algo que parece sencillo pero que durante décadas ha sido tabú. Ahora, desde ayer, todo es posible, sobre todo teniendo en cuenta las declaraciones de Pogacar al final de la etapa. «He perdido tres minutos, pero lo mismo puedo ganarlos yo en otra etapa. Voy a intentar recuperar el tiempo perdido, desde mañana me pongo a atacar».
El esloveno reconoció que se encontraba «bien en el Galibier, me han atacado una y otra vez, muchas veces, han intentado acosarme. Primoz (Roglic), (Jonas) Vingegaard y todo el equipo Jumbo ha estado muy fuerte, más fuerte. En el Granon, de repente, me he sentido mal. Cuando Jonas ha atacado he tratado de seguir pero me he dado cuenta de que no era mi día. No sé por qué pero he tenido una pájara, me han acosado mucho, puede que haya sido por falta de azúcar», agregó.
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