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Alguien pintó toda la subida a Mende de amarillo. Una alfombra interminable del color del líder del Tour de Francia. Una invitación a volar alto y lejos, como en las 'Mil y una noches'. Pero las alfombras amarillas no vuelan. Tadej Pogacar (UAE) y Jonas ... Vingegaard (Jumbo) subieron a la montaña más rápido que nadie, pero pegados al suelo. Codo con codo, como Anquetil y Poulidor en el Puy de Dôme en 1964, aunque sin tocarse. El año que viene se cumplirán cincuenta y nueve de aquel duelo y el Tour quiere regresar a esa cima mítica del Macizo Central, olvidada desde 1988. Este sábado en Mende, el maillot amarillo se limitó a seguir la rueda del ganador de las dos últimas ediciones. No hubo magia, o sí, porque mientras los dos avanzaban con facilidad el resto de favoritos se quebraban por detrás.
Más antiguas que las historias más viejas, las alfombras voladoras nunca estuvieron al alcance de todo el mundo, eran privilegio de dioses y reyes. Como aquella vez que Salomón se sentó sobre la alfombra y navegó por el aire tan rápido que desayunó en Damasco y cenó en Media, cerca del mar Caspio. Pero su alfombra era verde, como el maillot de Van Aert. Pogacar y Vingegaard no fueron a ninguna parte pero recordaron que el triunfo en el Tour es su privilegio exclusivo. En una cuesta de tres kilómetros sacaron 17 segundos a Thomas (Ineos), Gaudu (Groupama) y Quintana (Arkea); 22 a Adam Yates (Ineos); y 28 a Bardet (DSM) y Mas (Movistar). Un océano separa a los dos primeros del resto.
El calor en esta zona del interior de Francia es insoportable. Con ese punto agónico de los lugares que están cerca del mar pero la costa es inalcanzable, otro mundo. La impotencia hierve y la subida a Mende era un horno. La pintura del suelo hacía de espejo y devolvía el calor. En la lucha por la etapa, Alberto Bettiol (EF), un ciclista sensible y comprometido con las causas sociales, inteligente, buscó la fina línea de asfalto negro en la esquina de la carretera, pero en vano. No había escapatoria.
El italiano, ganador del Tour de Flandes hace tres años, buscaba a la desesperada la cima de Mende porque necesitaba llegar solo. Tras él, un viejo cazador: Michael Matthews (BikeExchange). Bettiol superó sus límites por la obligación de distanciar al australiano y no encontró compasión. Matthews le adelantó y ganó su cuarta etapa del Tour, la 39ª victoria de su carrera. También tiene tres etapas de la Vuelta, dos del Giro y tres de la Vuelta al País Vasco en su palmarés. En realidad ha ganado en todas partes: Montreal, Bretaña, París-Niza, Volta...
Matthews, de 31 años, es uno de los mejores exponentes del ciclismo alegre, que promovió en sus mejores años con el gran maestro del género, Peter Sagan (TotalEnergies), un año mayor que él. Vecino de Mónaco y apodado 'Bling' por su afición a las joyas y al lujo, lleva pendientes de diamantes y se tatuó en la espalda dos alas que se extienden de hombro a hombro.
Este sábado, desde luego, voló. No solo al final, sino que fue el ideólogo de la etapa, manejó la escapada, la seleccionó según iban pasando los kilómetros y sentenció al final. Hace falta mucha clase para firmar una faena así. Para el BikeExchange, que pelea por evitar el descenso, el triunfo vale su peso en oro. Que se preparen en las joyerías de Montecarlo. Alguien está muy contento y en diez días vuelve por allí.
Por muy amarillo que fuera el asfalto este sábado, Vingegaard y Pogacar saben que no habrá milagros. Que este Tour se decidirá en un mano a mano. El esloveno pondrá fecha y hora.
El vigente campeón del Tour no se rinde y se niega a perder la corona francesa. «Lo intenté y lo volveré a intentar en los próximos días», prometió Tadej Pogacar, que atacó al actual líder de la ronda gala, Jonas Vingegaard, al comienzo y en la última ascensión de la etapa con final en Mende, aunque no pudo lograr ninguna ventaja. «Traté de presionar desde el principio», declaró el esloveno, cuya estrategia y la de su equipo, el UAE, se basará en «estresar a Vingegaard y al Jumbo todo lo que podamos». El danés, por su parte, afirmó en Mende que «sabía muy bien que Tadej me iba a atacar. Lo hará cada vez que tenga ocasión y yo haría lo mismo si estuviese en su lugar. Me sorprendería si hiciese otra cosa».
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